Por Nicolás J. Portino González
Crisis y Esperanza en América Latina: Con Argentina mostrando un giro de 180° se resignifican las masivas y multitudinarias protestas ocurridas contra los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia.
En un notable giro de eventos políticos en América Latina, se han registrado masivas movilizaciones en Brasil y Colombia, que marcan un posible cambio en el rumbo político de la región, históricamente dominada por gobiernos de izquierda y tendencias populistas en las últimas dos décadas. Este cambio sigue al reciente triunfo de Javier Milei en Argentina, junto con los gobiernos ya estables de Lacalle Pou en Uruguay, Santiago Peña en Paraguay y Daniel Noboa en Ecuador. Tal parece que el discurso Libertario del flamante Presidente Argentino, ha resonado en un contexto de descontento generalizado hacia las políticas tradicionales.
Los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva -notablemente influenciado por su actual pareja- en Brasil y Gustavo Petro en Colombia -mencionado como cómplice del Narcotráfico- han enfrentado críticas severas por parte de sus opositores, quienes los acusan de perpetuar políticas que han aislado económicamente a sus países y, en una escala más amplia, al bloque de Mercosur, del resto del mundo. Estas políticas, socialistas, comunistas e integralmente populistas, son señaladas por haber deteriorado inequívocamente la economía de los países y el bloque, aumentado la pobreza, la indigencia y limitado las libertades individuales en la región.
La influencia de sus mandantes extranjeros como Cuba, Irán, Rusia y China también ha sido un punto de tensión, con acusaciones de que estos países han apoyado indirectamente la inestabilidad a través de la financiación vía ONG´s y movimientos que promueven agendas políticas alineadas con estos gobiernos de izquierda. En este contexto, las movilizaciones en Brasil y Colombia no solo reflejan un rechazo a los líderes actuales sino también un repudio hacia la interferencia externa percibida en los asuntos internos de la región ya desde hace más de dos décadas.
El impacto de estas políticas en la economía regional ha sido palpable. Las inversiones extranjeras han escapado, mientras que la fuga de capitales y el desempleo han aumentado, dada la voracidad estatal y la inseguridad jurídica, exacerbando las desigualdades sociales y económicas. Además, la libertad de prensa y la independencia judicial han sido temas de preocupación constante, con varios gobiernos siendo acusados de manipular estos pilares democráticos para perpetuar su poder.
No obstante, el ascenso de los libertarios, como se ha visto en Argentina, y las protestas en otras naciones, sugieren un -pronto?- potencial cambio de paradigma. Estos movimientos han sido interpretados como un llamado a políticas más centradas en el mercado y la libertad individual, con promesas de reintegrar a sus países en la economía global y restablecer las relaciones deterioradas con otros bloques económicos y países no alineados ideológicamente con los anteriores gobiernos.
La situación en América Latina sigue siendo fluida y llena de incertidumbres. Mientras algunos ven en estos eventos la “luz al final del túnel”, otros más cautos advierten sobre los desafíos de transiciones políticas abruptas y los riesgos de polarización extrema. Lo que es indudable es que el continente está en un punto crítico, donde el futuro político y económico está en juego, y los ojos del mundo están puestos en cómo se resolverán estas tensiones.
Enhorabuena Latinoamérica despierta.