Por Nicolás J, Portino González
En esta significativa fecha del Primero de Mayo, en la cual rendimos tributo al esfuerzo y la tenacidad auténticos, resulta esencial recalcar que no estamos conmemorando a todo aquel que ostente el título de “trabajador”. No, distinguidos lectores. Hoy no es el día de aquellos individuos que se han acomodado en la placidez de subsidios no merecidos o pensiones ilusorias por contribuciones inexistentes. Por un momento, dejemos a un lado a los que interpretan que “trabajar” es meramente ocupar un espacio a expensas del tesoro público o seguir ciegamente a un líder populista que los maneja como fichas en su tablero de intereses personales.
En este día, omitimos la celebración de los virtuosos del fraude, quienes transitan su vida a costa de la propina estatal. Tampoco es el día para esos jóvenes que proclaman consignas huecas, invirtiendo más vigor en la protesta que en la labor productiva, sin generar siquiera lo que consumen.
Este Primero de Mayo es exclusivamente para aquellos que con dignidad y responsabilidad garantizan no solo su propio sustento, sino que contribuyen de manera significativa al bienestar común. Es un día para los que no esperan que los recursos gubernamentales les sean entregados sin esfuerzo, sino para aquellos que se enfrentan al diario vivir con el valor de quien comprende que su labor es el verdadero motor que impulsa a la sociedad.
Mientras algunos optan por subsistir a expensas de planes sociales que fomentan la inactividad, los auténticos trabajadores se levantan cada día para edificar y sustentar no solo sus propias vidas, sino también las de aquellos que dependen de su legítimo esfuerzo. Hoy es un día para exaltar a esos héroes anónimos que no requieren aclamaciones populares para validar su valía. ¡Feliz Día del Trabajador a quienes verdaderamente dedican su vida al trabajo con dignidad!