La industria alimentaria basada en la producción animal enfrenta desafíos cada vez más complejos. La creciente demanda de una población mundial en aumento, junto con preocupaciones sobre la sostenibilidad, el medio ambiente y el bienestar animal, la ha llevado a buscar soluciones innovadoras para abordar estos problemas.
En este contexto, la nutrición animal sobresale como un factor clave, especialmente en sectores como la producción porcina, donde los avances en este campo pueden tener un marcado impacto, no solo en la eficiencia y productividad de la producción, sino también ante las exigencias de trazabilidad de consumidores que desean saber de dónde proviene y cómo se produce todo lo que llega a su mesa, sin dejar afuera del escrutinio ningún eslabón de la cadena de suministro.
Una dieta equilibrada y bien formulada en los animales no solo promueve un crecimiento óptimo y una mejor conversión alimenticia, sino que también contribuye al bienestar animal y a la salud del consumidor final.
Según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la población porcina supera los 1000 millones de cabezas, sustentando una producción de carne que alcanzó las 115 millones de toneladas en el año 2023, según el USDA (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos) y la ABPA (Asociación Brasileña de Proteína Animal).
La renovada apuesta por la nutrición animal en cerdos se fundamenta en una serie de razones estratégicas y de mercado. En primer lugar, el cerdo ocupa un lugar destacado como la segunda carne más consumida a nivel mundial. Argentina no es una excepción. Con aproximadamente 360,000 madres en producción, el mercado local ofrece oportunidades de expansión sustanciales.
Este crecimiento significativo, que multiplicó casi dos veces la producción porcina en la última década, refleja un cambio de preferencias en la dieta de los consumidores argentinos. Consistente con esto, el consumo per cápita de carne de cerdo en Argentina experimentó un aumento notable en los últimos años, pasando de alrededor de 4-8 kilos anuales en 2007 a 18-20 kilos en la actualidad.
En el contexto del mercado de proteínas animales en Argentina, donde se consumen aproximadamente 110-120 kilos de carne totales por persona al año, la de cerdo también ganó terreno como una alternativa atractiva. A pesar de mantener un consumo históricamente inferior al de la carne vacuna, creció significativamente en los últimos años, representando aproximadamente el 20% del total de consumo de proteínas animales.
La Federación Porcina Argentina trazó, ante esta realidad, un ambicioso plan estratégico cuyo objetivo es incrementar un 6% la producción anual para el año 2030, lo que permitiría abastecer la creciente demanda nacional y explorar oportunidades de exportación. La idea de la Federación es, en 7 u 8 años, duplicar el rodeo nacional. A nivel de exportaciones, el sector ya tiene 25 mercados abiertos. El objetivo es abrir, en un plazo perentorio, 10 mercados externos más.
El plan incluye, además, la mejora de la sustentabilidad en todas las etapas de la cadena de valor, apalancado en las ventajas comparativas de la industria porcina argentina, como la ausencia de amenazas sanitarias significativas, la disponibilidad de granos para la alimentación animal y el cambio de percepción del consumidor hacia cortes más magros y saludables.
La nutrición animal emerge como un factor crucial para abordar los desafíos actuales y futuros de la industria, sobre todo en un marco donde las exigencias del mercado y la competencia, así como las nuevas demandas del público, alcanzan a toda la cadena de suministro.
Quienes nos especializamos en nutrición animal somos conscientes de que las necesidades de los productores están en constante evolución y que es fundamental adaptarse a estos cambios. Tengamos en cuenta que la alimentación animal en su conjunto, lo que incluye la nutrición animal, representa hasta un 65/70% del costo de producción porcina.
El sector porcino en Argentina tiene un potencial significativo, aunque aún le falta masa crítica en comparación con otros sectores como la lechería y la producción de carne.
En este escenario, se convierte en fundamental la colaboración entre los diferentes actores de la cadena de suministro de la industria porcina, en el camino de, eventualmente, unirnos para formar posibles consorcios de exportación o para expresar una voz unificada frente a los interlocutores estatales y privados.
Necesitamos, entre otras cosas, adoptar una postura proactiva en relación con las demandas sociales de sostenibilidad y bienestar animal. La Organización Mundial de la Salud enfatizó la importancia del enfoque “One Health”, que reconoce la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental. Esto lleva a una revisión de las prácticas de uso de antibióticos en la producción porcina y un impulso hacia alternativas más sostenibles y seguras.
En Argentina, gozamos de una ventaja particular en comparación con otros países, como España, por ejemplo: tenemos un sector muy atomizado, con muchos productores. Esto puede ser un factor diferenciador en la forma en que se aborda la producción y la comercialización de productos relacionados con la nutrición animal para cerdos. Esta atomización, organizada en acciones puntuales que abarquen toda la cadena de suministros, potenciará su enriquecedor aporte de diversidad con estas sinergias.
No hay que olvidar que la carne de cerdo argentina tiene características inigualables: es deliciosa y magra, de color rosa perlado, con aroma suave y textura fina. Los productos derivados brindan un amplísimo abanico de posibilidades a la hora de cocinar; además, satisfacen a los consumidores más exigentes. Además, el cerdo es más barato, y la demanda aumenta cada vez que los cortes de vaca suben de precio.
Una genética de calidad y una alimentación adecuada, dos aliadas de la producción local, le dan a la carne de cerdo argentina su característico diferencial y configuran la condición ideal para ir en pos de lo que en Teknal llamamos el “Círculo virtuoso” de la producción: buenos lechones originan buenas reproductoras, y a su vez, buenas reproductoras resultan en lechones más saludables y robustos.
Nuestra propuesta es llevar ese círculo virtuoso a todos los eslabones de la cadena de suministro de la industria de alimentos basada en animales.
Fuente El Cronista