Maika Cabrera nunca imaginó que unos bailes y una pizca de alegría le podrían costar su puesto de trabajo. Después de más de veinte años limpiando colegios de Madrid, el mes pasado recibió la carta de despido: la echaban a la calle por dar mala imagen de la contrata de servicios tras subir vídeos simpáticos a TikTok contoneándose y sonriendo. El caso lo ha llevado a los tribunales, al considerar que esos pocos minutos no repercutían en su labor profesional y que, además, no recibió preaviso formal ninguno.
Esta madrileña de 61 años llevaba seis años en el colegio público Ghandi, en Ciudad Lineal. La habían subrogado de otra mercantil el 1 de marzo pasado, con un contrato de fija discontinua a tiempo parcial, ahora con Serveo, con antigüedad de 2009. Hasta que el 22 de abril recibió, de mano del encargado, el despido disciplinario y fulminante.
En la misiva, a la que ha tenido acceso ABC, llama la atención el pormenorizado recuento que hacen en recursos humanos de los ‘posts’ de Maika: «Con fecha de 12 de marzo de 2024, la dirección de esta empresa ha tenido conocimiento de que ha subido una serie de vídeos a TikTok en los que aparece usted con el uniforme de trabajo puesto, en los que usted incurre en una serie de hechos de tal gravedad, que esta empresa no puede tolerar». Refieren unas imágenes del 7 de marzo, «bailando con la mopa en la mano» y con el siguiente texto: «Motivándome para empezar a currar, y para enseñaros mi nuevo uniforme. Vamos, el sábado por la noche me lo pongo para irme de fiesta, jajaja». Una broma que a los de Serveo no les ha hecho gracia.
La carta de despido incluye varias capturas de cada uno de los vídeos que enumera y analiza. Otro ejemplo, uno en el que aparece «andando de puntillas y sin calzado, de forma burlona». Y con la leyenda: «Investigando que no haya nadie para que no me pillen haciendo TikTok». Es repetido el reproche de la empresa de que grabe las imágenes en la red social con el uniforme puesto. Y les incomoda no solo la felicidad de la empleada, sino también lo que escribe: «Así, que se me vea bien el plumero, que voy con alegría y salero» o «Se me revuelven las vibras con este temazo; a celebrar la primavera y que ya estoy de vacas».
Aún más llamativo es el análisis que hace la contrata del vídeo subido el 24 de marzo: «Se la ve en el centro de trabajo, con el uniforme puesto y llevando el carro de limpieza, bailando y haciendo que canta la canción de Raphael ‘Mi gran noche’ como si de un karaoke se tratara». Molesta también otra broma de Maika cuando escribe: «No te preocupes, jefe, si me estás viendo. Estoy dándole ritmo a mis neuronas para recoger el mocho y dejarlo todo reluciente».
En definitiva, los jefes de la limpiadora consideran que «numerosos usuarios al ver su uniforme y el nombre de la compañía identifican a la empresa Serveo y así lo mencionan en sus comentarios, perjudicando gravemente su imagen». También adjuntan en el despido capturas de esos ‘post’, en los que, por cierto, esas personas animan y vitorean a Maika, también compañeras de trabajo.
La trabajadora ha puesto el caso en manos del bufete Paredes Abogados. «La empresa no se ha portado bien conmigo. No he hecho mal mi trabajo ni ha habido quejas. El mismo encargado de la otra empresa es subrogado como yo y él vino a presentarme al nuevo encargado. Estaba limpiando, sacó el teléfono y me mostró un vídeo mío con mi nuevo uniforme. Se echó a reír cuando le dije que si me había buscado en TikTok. ‘Me encantan tus vídeos, pero mira que si te ve el jefe…’», asegura que fue lo único que supo el 12 de marzo sobre el asunto, sin que lo entendiera como una queja explícita sobre los vídeos que estaba subiendo a la red.
Serveo asegura que ese día dos superiores le advirtieron de que la compañía tenía conocimiento de esos vídeos y que le dijeron que estaba totalmente prohibido que los grabara con el uniforme puesto.
El horario de Maika en el Gandhi era de 9 a 14 horas. Cobraba unos 780 euros netos al mes. La carta de despido se la entregaron cuando estaba limpiando uno de los baños. Ella defiende que el trabajo y esa afición no son incompatibles: «Aunque vean vídeos, yo trabajo mucho. Solo hay que ir al colegio y preguntar a las profesoras, al conserje y a la directora, y que digan cómo soy yo».
«Tengo mi tiempo de desayuno, antes de tomarme el café. No gasto ni un minuto en grabarlos, porque los voy pensando en la hora de trayecto que tengo en el metro desde casa al colegio. También los hacía cuando iba a recoger todo, porque se ven las clases vacías», argumenta la mujer.
Dice que no lo hacía a diario, que solo llevaba unos meses con TikTok y que «no era una cosa habitual»: «Lo hacía para animar. Soy una persona muy alegre y divertida. El día del despido vine llorando desde el colegio a mi casa. No me lo esperaba. Yo pienso que si ellos me hubiesen venido con una amonestación, no lo hubiese hecho más, pero no recibí nada de eso antes. A mí los vídeos no me dan de comer; me da de comer mi trabajo. Jamás me he metido con el jefe».
Ahora, está mano sobre mano y, para colmo, su marido se encuentra en paro también. «No le cogen en tres entrevistas a las que ha ido porque dicen que quieren a gente más joven. Tenemos un hijo de 23 años que vive en casa con nosotros y nos echa una mano. Todavía no me han pagado el finiquito. Todos los recibos de este mes los tengo devueltos sin pagar».
Fuente ABC