Por Ricardo Roa
La Asociación de Concesionarios de Automotores administra una enorme caja con la que pagan sueldos del Estado. Martínez Sosa, elegido el mejor broker. ¿No es increíble? No
Va parecer que queremos hablar de elefantes, pero hablamos de corrupción. Se dice que, para esconder un elefante, nada mejor que una manada. Al revés, se puede decir que, para esconder una manada de elefantes, nada mejor que un gran elefante. Por ahora funciona más o menos bien lo primero, pero esconder una manada de elefantes grandes ya es todo un problema.
¿Cuál fue el gran elefante que se destapó judicialmente esta semana?: el curro-corrupción-extorsión con los planeros y los comedores. Planeros obligados a servir a sus intermediarios, intermediarios en varios casos con puesto en el gobierno y puesto en eso que a veces llamamos organizaciones sociales. Líderes sociales llamamos a estos tipos.
Sistema: o hacés lo que te mandamos o te mandamos el plan al carajo. ¿Entendés? Y no importaba que el planero estuviera muerto de hambre y enfermo. El gobierno abrió una línea telefónica para denuncias y se saturó. Denuncias por todos lados y de todos los colores.
Y también aparecieron viejos comedores “sociales” inexistentes. Cooperativas en plan trucho como El resplandor, nombre que si no fuera por ignorancia sería otra hipocresía tan repugnante como la de decir estamos por los pobres, sacándole plata a los pobres. Pero El resplandor puede ser también una burla de omnipotentes: fue un terrible best seller de terror de Stephen King que se inspiró en Poe y que Stanley Kubrick amplificó con su película.
La manada de curro-corrupciones, cada vez más indignante, es vieja y bien poblada. La tenemos encima desde hace rato. Es difícil ponerle cronografía, por tan repleta. O grado de importancia, porque ya estamos hablando de una suma impresionante.
Otra de estos días: el desplazamiento de la ex jefa de la Aduana, Rosana Ludovico, que fue segunda con el massismo y Milei la puso de uno. Volvió al puesto anterior después de que la denunciaran por recibir un préstamo de 250 mil dólares de una empresa acusada de contrabando y, que se sepa, no es prestamista . ¿No es increíble? No.
Y Fernández que se le llenaba la boca diciendo que a él no lo habían denunciado nunca por corrupción, como diciendo si la hay, búsquenla en otro lado. Se la llenaba. Hoy es investigado por el curro seguros que, de paso, nos hace recordar que su decreto que dio el monopolio a Nación Seguros para redirigir luego los contratos a compañías privadas amigas, sigue sin ser derogado.
Justamente, el caso dio en los últimos días otra sorpresa-no sorpresa. Experta ART, del Grupo Werthein, uno de los más beneficiados por el kirchnerismo y ahora con cierta afinidad con el gobierno, agasajó a Héctor Martínez Sosa, con viaje a Ushuaia en jet privado y premio, por ser el intermediario con más ventas en 2023. ¿En qué país viven?
Héctor Martínez Sosa este fin de semana en Ushuaia, junto al directivo de Experta Seguros, Horacio Sankosvsky.
Sosa es prestamista de Fernández y su esposa, María Cantero, secretaria de Fernández. Desde la Rosada, ella pedía, es una forma de decir, a las empresas del Estado que contrataran a su marido. Así cualquiera es el líder en ventas. Experta tiene, entre otros, los seguros de Yacimientos de Río Turbio, un interminable enterradero de déficits.
Más: el caso de la jueza, mejor dicho, jueza camarista riojana Norma Abate de Mazzucchelli, mandada a enjuiciamiento por pedir una coima de 8 millones de pesos para agilizar un trámite de sucesión, nada raro, estancado. Dos cosas: ojo, es una camarista y ojo, era la vice de la Asociación de Mujeres Jueces, que la suspendió. La presidenta es la jueza Susana Medina, a la que Ricardo Lorenzetti apadrina para la Corte.
Siguen las firmas con estos casos, pero antes, una digresión: notoriamente la política tiene escasa capacidad de autolimpieza y comparte esa ya demasiado preocupante insuficiencia con la justicia. Lo que muchos del 56 que votó a Milei esperan es alguna noticia elefante, pero sobre la corrupción ya comprobada, no en proceso y que se acaben de una buena vez las muchas que están en proceso. Que no lo haga o no pueda, es nuestro viejo drama.
Todos sabemos acerca de la corrupción en el país, pero no de las infinitas variantes de la curro-corrupción, como la que acaba de saltar en la Asociación de Concesionarios de Automotores. Desde épocas de Alfonsín administra el Ente Cooperador ACARA, un convenio con el ministerio de Justicia y en los hechos una tercerización más de la política para comprar y contratar sin licitación, salteándose las normas del Estado. Lo mismo que inventó De Vido con las universidades K del Conurbano, pero peor.
El Ente se financia con un menú amplio de ingresos: formularios para la compra y venta de autos, sellos, cédulas para conducir y chapas patentes. Es una caja que funciona sin control, sostenida por un fuertísimo lobby político y financiado con plata de todos. Esa montaña de dinero se cree que llega a los 10 mil millones de pesos por año.
Se creó casi junto con los mucho más conocidos Registros de la Propiedad Automotor, viejo curro para familiares de políticos y hasta de jueces, ahora en revisión y que recaudan la plata del Fondo.
“Estos entes como ACARA no tienen razón de existir. Deberían estar dentro del presupuesto nacional y no por fuera. Ninguna gestión hizo nada, les faltó coraje”, denuncia el desplazado presidente, Ricardo “Canuto” Salomé, que llevaba décadas en la entidad y es dueño del grupo Galia de concesionarias de La Plata.
La denuncia de Salomé, en un punto autoincriminatoria, blanqueó algo poco o nada sabido: el Ente “tiene 4800 empleados” que paga ACARA pero que trabajan en el ministerio de Justicia. También ese Fondo paga los incentivos para el personal de planta. Es otra notable rareza de los negocios en la Argentina.
ACARA además administra otros tres fondos. Uno, con provincias y municipios, más grande aún que el de Justicia, y otros con la Agencia de Seguridad Vial y el ministerio de Seguridad: compran vehículos y pagan sueldos. Todo financiado con dinero de la cédula azul. Y todo hecho para que no se entienda lo que hay detrás.
Decíamos y todavía se sigue diciendo por ahí, roban, pero hacen. ¿Pero, qué hacen? Robar. Nos hemos acostumbrado a los curros. O, como decimos ahora, casi hemos naturalizado la corrupción, por no decir, liso y llano, que hemos naturalizado tantos disparates que hemos naturalizado hasta robarle la limosna a los ciegos.
Fuente Clarin