La joya del piso de María Eugenia, novísimo y de primeras calidades, es su azotea de 17 metros cuadrados. Una terraza con forma de trapecio en lo alto de un céntrico barrio de Coslada, con vistas al resto del municipio, al centro comercial y a los bloques de ladrillo que se alzan, a lo lejos, sobre las copas de los árboles. Desde hace unas semanas, sin embargo, sobre tres cuartas partes de la azotea se cierne un edificio de ocho plantas. Todavía es una estructura de hormigón en mitad de unas obras que arrojan polvo, cemento y molestias al piso de María Eugenia, pero estos trabajos tienen fecha de caducidad. Después, esta joya de 205.000 euros quedará aprisionada bajo otra torre de primeras calidades.
«Nosotros fuimos los últimos compradores, un apartamento de un dormitorio con una superterraza de 17 metros, el último que se vendió, y resulta que a los poquísimos meses empieza el proyecto nuevo», recuerda María Eugenia González, de 71 años. Entonces no se preocuparon, porque la promotora Bimarán ya les había advertido de que se construiría otro edificio en la parcela anexa. «Mi piso es el quinto y me dijeron que aquí iba un edificio, pero que iba a tener cinco plantas, no ocho. A mí, que tenía un ático con terraza con vistas 360º, me han dejado solo con un lateral. De frente solo tengo un paredón. Te quita luz, te quita ventilación, te quita todo», lamenta.
El piso de María Eugenia pertenece a la promoción Residencial Paladium, erigida sobre la tumba de la discoteca homónima, el templo del tecno de Coslada que se derribó en 2019. La comunidad es un bloque blanco y moderno de ventanas plateadas con 67 viviendas de entre uno y cuatro dormitorios, plazas de garaje, trasteros y azotea con solárium y piscina. Todos los pisos se vendieron, en el céntrico barrio de La Rambla, la mayoría comprados sobre plano. Durante el verano de 2022, estos vecinos empezaron a recibir correos electrónicos publicitarios con la promoción de un nuevo bloque en el descampado colindante. «Te mandaban planos y fotos, y nos metimos en internet a ver sus características», cuenta María Eugenia. Y entonces saltaron las alarmas.
Una invasión legal
El esqueleto de siete plantas de hormigón —más la azotea que aún no se ha construido— engulle un costado del Residencial Paladium. Un ático, cuatro terrazas, un patio y un puñado de ventanas están a la sombra de los forjados y las telas de obra. El nuevo edificio comparte un muro divisorio con el anterior y convierte un trozo de la comunidad en un patio de luces, con apenas 5 metros entre fachada existente y fachada en obras. Es la comidilla del barrio de los últimos días (sobre todo, después de que Telemadrid acudiera a grabar esa invasión inmobiliaria) y todos los que se detienen a comentar el panorama se plantean la misma pregunta. ¿Cómo es posible que sea legal?
Los vecinos ya han acudido al Ayuntamiento de Coslada, donde gobierna un tripartito de izquierdas. «Nos dijeron que el proyecto era legal y que, por lo tanto, no se podía hacer nada. Fueron muy rotundos: no podían intervenir porque podrían incurrir en un delito de prevaricación», asegura María Eugenia. El concejal de Política Territorial y Educación, José Sousa (PSOE), explica por teléfono que la parcela en cuestión, denominada RP6, contempla un «muro medianero» en el Plan Especial de Mejora Urbana (PEMU) de La Rambla. Una configuración que se fijó en 2009.
Sousa afirma que ha visto el resultado de ese planeamiento urbanístico. «Es legal, porque tiene todos sus informes», asevera. La empresa Rover Homes presentó el proyecto al consistorio en julio de 2021 y se aprobó definitivamente, mediante una modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Coslada, en octubre de ese año. Algunos vecinos creen que ahí cambió el proyecto, que el ayuntamiento aumentó la edificabilidad, que se sumaron tres plantas más, pero Sousa insiste en que el diseño de la parcela RP6 no ha variado desde 2009. Un portavoz de Rover Homes asegura que «todo el proyecto es legal y público». «Bimarán [la promotora del Residencial Paladium] construye a sabiendas de que hay un muro medianero, hizo terrazas cuando sabía que tenía que ajustarse al muro medianero, que iba a tener un patio de luces. No sé cómo la constructora no informó bien a los vecinos», indica el concejal. Bimarán no ha contestado a las preguntas de este diario.
Los afectados pueden optar por el camino judicial, aunque es complicado. Requiere dinero y tiempo. Sería algo más sencillo si el bloque entero se implicara, pero apenas hay una decena de afectados entre los 67 apartamentos. Y muchos son jubilados, como Ana Medina, de 71 años, cuyo tercer piso se ha convertido en una vivienda «interior». «Vivía cerquita, dos calles más abajo, el piso era mucho más grande pero tenía casi 50 años, y decidí irme a un piso nuevo, para no tener líos y reformas, y así en lo que me queda de vida que no tenga que hacer nada… Madre mía, para qué diría yo eso», cuenta.
Ana nunca abre su terraza, manchada por las obras diarias —la semana pasada, los propios obreros acudieron a limpiarla—, y las ventanas del dormitorio y del salón están «clausuradas». Legal o no, opina que «va en contra de la ética encerrar a los vecinos». «Cuando terminen de hacer el tabique este, pegadito a mi casa, cuando terminen ahí los ladrillos, de enfoscar… Ahí sí que ya no entra nada de luz, nada de nada. Es que nos han mentido en todo, todo, todo», concluye, indignada. Pagó 233.000 euros por un piso de dos habitaciones del que se quiere marchar, aunque sabe que ya se ha depreciado: «Cuando lo ponga en venta, nadie va a querer venir a verlo. Me están llevando los demonios».
Mari Carmen y su marido Julián, otra pareja de jubilados, vendieron su chalé en una zona residencial de Coslada e invirtieron casi 300.000 euros por el piso nuevo. «Vinimos a verlo a las seis de la tarde, en invierno, y había una luz que me llamó la atención», rememora. Ahora su cocina está en penumbra y sus ventanas miran a la mole de hormigón, tabiques y telas. Abajo, en el patio de la planta baja, uno de los forjados casi se apoya en las macetas, y su dueño ha protegido con lonas todo el mobiliario de jardín en plena primavera. En el ático de María Eugenia, las estructuras de obra se introducen un palmo en la terraza, una que compró exclusivamente para alquilar: «La inquilina ya me ha avisado de que lo mismo se va. ¿Y a mí esto quién me lo paga?».
Fuente ABC