Es el tenis un deporte que apenas ha variado en más de cien años de historia. Se presupone un deporte elegante, tranquilo, correcto, aunque se rompan raquetas y haya enfados puntuales, pero, sobre todo, se considera un deporte en el que el público siempre ha sido muy respetuoso. No se puede hablar entre puntos, no se puede entrar en cualquier momento a la pistas. Pero todo eso va cambiando. En París, ya son dos los jugadores que hablan claro de las impertinencias del público, que superan el límite de expresar la predilección por su tenista favorito y llegan a la mala educación.
Para David Goffin, 33 años y seis títulos, se le hizo un mundo su partido contra el Giovanni Mpetshi Perricard. El belga asumía desde antes de empezar que sería un choque complicado porque el público local siempre se vuelca con los suyos. Lo han sufrido todos los tenistas en estas pistas, incluido Rafael Nadal, que vivió una auténtica prueba de fuego en sus primeros torneos. Sin embargo, lo del belga superó todos los límites. No solo hubo presión en la grada, sino también insultos y hasta el escupitajo de un chicle.
«Es la primera vez en mi carrera que me escupen un chicle cuando me levanto de la silla tras un cambio de pista. No sé hasta dónde se llegará. Es una falta de respeto total. Creo que se está convirtiendo en futbol y va a llegar un momento en que habrá hooligans y bengalas de humo en las gradas. Esto empieza a ponerse ridículo y es muy difícil tratar con este ambiente», criticó.
Pero no es solo cuando juega un tenista francés. Nada más ganar su partido de segunda ronda ante Naomi Osaka, Iga Swiatek cogió el micrófono y pidió decir unas palabras antes de analizar su triunfo: «Perdón por sacar este tema, pero quiero decir una cosa. Tengo un gran respeto por vosotros, sé que estamos jugando por vosotros. Esto es entretenimiento y nosotras ganamos dinero gracias a vosotros. Pero en momentos de muchísima presión, cuando vosotros gritáis durante el punto o justo antes de sacar o devolver el saque… es muy difícil para nosotros concentrarnos. No suelo decir nada de esto porque suelo estar concentrada, pero, por favor, esto es muy serio para nosotros. Peleamos y trabajamos toda la vida para mejorar. Hay mucho en juego en cada partido, y unos pocos puntos pueden cambiarlo todo. Por eso a veces es difícil aceptar esto. Así que, por favor, si pueden apoyarnos entre los puntos es genial, pero no durante los puntos. Eso sería fantástico».
Salió ovacionada la polaca, pero volvió a dejar clara su postura ya ante los micrófonos de la prensa: «Estamos acostumbrados a que el público esté en silencio durante los puntos, y alguien gritó en el momento en el que iba a golpear una volea y fallé. Me frustró mucho, pero sabía que tenía que dejarlo pasar y seguir concentrada. Y no hubiera dicho nada si hubiera sucedido una vez; lo habría dejado pasar. Pero fueron muchas veces. Sé que el público francés es muy entusiasta, pero en el tenis tenemos unas reglas. Debería haber más silencio en los puntos y quería señalar que para nosotros no es fácil. No sé si fue decirlo ahí fue una buena decisión o no. Pero espero que puedan tratarnos con respeto».
Otro que sufrió a una grada maleducada fue el monegasco Valentin Vacherot cuando se enfrentó al francés Gabriel Debru: “No dije nada durante el partido, pero lo pasé mal. Me temblaban las piernas y las manos durante todo el partido”. Y se arrepintió de haberse despedido de la pista con malos gestos: “Se me fue un poco la mano después de tanta tensión”.
No es algo de esta edición del torneo. El año pasado Ons Jabeur también criticó que, además de ánimos hubo muchos abucheos hacia ella e incluso se celebraban sus errores cuando jugó contra Dodin. «Yo diría que el público francés es un poco difícil. No me gusta cuando abuchean, aunque sea parte del juego. Entiendo que quieren que ganen los jugadores franceses. En otros países, aunque hago un buen tiro, lo valoran; pero eso no pasa aquí. Prefieren que falle». Y también Taylor Fritz se llevó un buen abucheo tras ganar a Arthur Rinderknech. Solo contestó a una de las preguntas cuando ganó, pues nadie lo escuchaba. Su dedo a la oreja tampoco ayudó. «Había mucha gente abucheándome, pero también había niños esperando a que les firmara un autógrafo. Podría haberme ido simplemente de la pista, pero me quedé a firmar y a hacerme fotos, así, si siguen queriendo abuchearme, se quedarán con cara de tontos. Jugué antes contra Gilles Simon en París-Bercy, en pista cubierta, cuando se retiraba, y no pensé que pudiera ser peor que eso. Eso es lo que me esperaba al salir a pista, pero esto fue mucho peor. No quiero que se me malinterprete: estoy totalmente a favor de animar a tu jugador. Por supuesto, no espero salir y que la gente esté de mi lado, pero agradecería la decencia de dejarme sacar el segundo saque tras fallar el primero», comentó después.
El estadounidense, como Swiatek y Goffin este año, prefirió mantener la calma y la concentración: «Hacer una fiesta cada vez que fallo un primero es una falta de respeto. No quise hacer nada fui respetuoso porque no quería que las cosas fueran a peor. Cuando terminó me permití mandarles a callar. Los aficionados deberían entender que estoy en mi derecho de hacerlo. Desde luego, sé que es algo que no pasará en Wimbledon».
Goffin apuntaba lo mismo, que no ha visto este tipo de comportamientos ni en Wimbledon ni en Australia, por ejemplo, pero que no es algo solo de este 2024: «Desde hace un año o dos, el público se ha vuelto más irrespetuoso. Supongo que es parte del espectáculo. Pero es muy difícil mantener la calma cuando estás tres horas en las que los aficionados tratan de hablarte y te insultan con palabras que no voy a reproducir aquí. Algunos se pasan de la raya. Además, no puedes enfadarte porque pierdes la concentración. Es muy difícil. También hay muchos jueces que se quejan de que hay muy poca educación y mucha falta de respeto».
Tanto ruido ha suscitado que salió hablar este mismo jueves la director de Roland Garros, Amelie Mauresmo. Dos días antes de empezar el torneo, la extenista señalaba que el público francés seguro que se dejaba notar en esta edición. Pero después de las críticas de los jugadores, su discurso es otro: «Queremos que sean apasionados y que se sienta esa energía en las pistas, pero hay líneas que no se pueden traspasar y seremos intransigentes». Además, ha anunciado que no se podrá beber alcohol en las gradas.
Fuente ABC