Por Nicolás J. Portino González
“Señor, con las bayonetas se puede hacer cualquier cosa menos sentarse sobre ellas”. Decía Talleyrand, ministro de Relaciones Exteriores de Napoleón, al emperador. El ministro se sentía decepcionado ante la excesiva confianza que el corso ponía en algunos sectores para gobernar.
La magen que ilustra este artículo, no es nuestro error…
En los últimos días, el Ministerio de Capital Humano ha sido escenario de una serie de escándalos que han sacudido su estructura interna y han puesto en evidencia la existencia de una “quinta columna” dentro de sus filas. El caso más resonante ha sido el de “De la Torre”, sumado a otros incidentes recientes que han expuesto la infiltración de elementos subversivos dentro del Ministerio. Esta situación recuerda el reciente caso del ex Jefe de Gabinete Nicolás Posse, quien cayó en desgracia tras ser acusado de múltiples irregularidades, en medio de un torbellino de información variada, tanto creíble como no creíble, y posibles operaciones encubiertas.
Lo cierto es que aquellos con lazos profundos dentro del Estado, ya sea desde dentro o fuera de el, parecen tener más información sobre estos intrusos que los mismos gobiernos entrantes. Esta falta de conocimiento y acción por parte de los nuevos gobiernos es vista como una muestra de ingenuidad y un nivel de incompetencia inaceptable. La solución propuesta por voces críticas es clara: expulsar sin miramientos a los infiltrados en el Estado, incluso si esto significa enfrentar largos litigios contra el Estado nacional.
La crítica se extiende a la falta de incorporación de personas idóneas en las carteras gubernamentales. Se destaca la presencia de numerosos profesionales capacitados en el sector privado que no son considerados para puestos públicos, mientras que aquellos que sí son nombrados a menudo carecen de la competencia necesaria para sus roles. Un ejemplo reciente es el posible nombramiento del nuevo Director de la Agencia Federal de Inteligencia, cuya procedencia de ACUMAR genera dudas sobre su idoneidad para el puesto, en medio de una estructura que aún mantiene numerosos elementos afines al kirchnerismo y ni hablar de algunos ex agentes que hacen la doble.
La advertencia es contundente: es necesario dejar de ser ingenuos y no permitir que estos “subversivos adolescentes”, que han plagado el Estado en los últimos 20 años, continúen minando la eficiencia y transparencia gubernamental. Es crucial que se tomen medidas firmes y decididas para limpiar el aparato estatal de estos elementos y garantizar que los puestos clave sean ocupados por individuos verdaderamente capacitados y comprometidos con el bien público.
La situación en el Ministerio de Capital Humano y otros organismos del Estado es un llamado urgente a la acción para el gobierno, quienes deben asumir la responsabilidad de limpiar sus filas y evitar que los errores del pasado se repitan. Solo así se podrá asegurar un futuro más transparente y eficiente para la administración pública.