SANTA CLARA, Cuba. – En uno de los puestos de venta del mercado próximo al reparto Capiro, en la ciudad de Santa Clara, una señora increpa al vendedor que anuncia la libra de malanga a 80 pesos, pero la cobra a 120. Por la jaba de cinco libras ha debido desembolsar 600 pesos, y aunque se siente estafada, fundamenta que las debe pagar al precio que sea, para su nieto de seis meses que “está aprendiendo a comer”.
La malanga se ha convertido en un alimento privativo desde que su precio comenzara a dispararse hasta alcanzar el máximo de los 200 pesos por libra, como suele ocurrir cuando la demanda supera a la oferta. Por tradición culinaria, en las casas cubanas se ha consumido hervida, como parte de sopas y potajes, o en frituras y buñuelos; y constituye un tubérculo especialmente recomendado por los médicos para tratamientos gástricos, ancianos hospitalizados y dietas infantiles.
En la provincia de Villa Clara, donde acostumbran a topar precios de los productos agrícolas cada cierto tiempo, en abril de este año se dispuso que la malanga del tipo colocasia debía venderse a 40 pesos y otras variedades más escasas a 80 por libra. Tal y como ha sucedido en casos anteriores ante medidas de este tipo, los comerciantes se limitan a exponer la mercancía a la vista de los compradores a un precio más bajo que el real, el cual solo susurran para evitar multas o decomisos.
“Si el guajiro me la vende a 100 pesos, ¿cómo la voy a dar a menos de ese precio?”, se defiende Yairín Mena, propietaria de un pequeño puesto de venta en Santa Clara. “Yo misma alquilo las motonetas para ir hasta los municipios, a veces pago hasta el combustible, y a eso hay que sumarle el alquiler del espacio. No es que una quiera abusar, es que la inversión es mucha”.
De no acatar con la disposición oficial, los inspectores les aplicarían a los vendedores que incumplen con el tope, la venta forzosa de su mercancía y se les impone el Decreto-Ley 30, que entró en vigor tras el “ordenamiento monetario” y que establece severas cuantías de entre 5.000 y 15.000 pesos por violaciones de tarifas y precios.
“Los que venden malanga se la están jugando a perder la mercancía si los cogen proponiéndola a esos precios”, prosigue la mujer. “El Estado le echa tierra al campesino y le exigen que vendan lo que se sacan del lomo a precio de gallina enferma. A los que conozco les dan nada o casi nada para trabajar el campo, y ellos también tienen familia que mantener”.
Actualmente, esta vianda es la más cara del mercado nacional. El Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa (ICLEP), que suele monitorear los precios de los alimentos y productos de primera necesidad, indicó en una publicación de Facebook que en la capital el valor por libra alcanza los 120 pesos en los propios agromercados estatales. En otras publicaciones, usuarios de Oriente y Centro ilustran cómo ha subido de precio abruptamente en todas las provincias del país, incluso en aquellas donde existen tierras prósperas para este tipo de cultivo.
El campesino paga los platos rotos
La malanga es un tubérculo que precisa de un clima cálido y húmedo para llegar a término, por lo que suele plantarse en primavera en países tropicales. Lo ideal es que el terreno sea rico en materia orgánica y cuidar la planta de las múltiples plagas identificadas en Cuba.
De acuerdo con una investigación del Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT) en el caso de la colocasia, de no abonarla como es debido, puede presentar una pudrición en la base del pedúnculo típicamente seca, corchosa, con grietas, precisamente a lo que los consumidores llaman “malanga vidriosa que no se ablanda”. Últimamente, esta variedad defectuosa es la que aparece a la venta al precio de 80 pesos por libras en los mercados.
Otro estudio del mismo instituto afirma que en Cuba se plantan cada año alrededor de 160.000 ha de viandas y que de ellas el 16% corresponde a la malanga (xantosoma sagitifoium y colocasia esculenta). Sin embargo, el referido rendimiento sigue sin notarse en la mesa de los cubanos que por día batallan contra la desmedida inflación.
“No es que sea difícil de cosechar, pero lleva mucho riego todo el año y hasta hace días no había llovido nada”, distingue Liován, campesino de la zona de Camajuaní, donde recientemente el Gobierno dispuso el importe de compra de esta vianda a los productores a 50 pesos por libra y la venta a 70. Sin embargo, Liován deja bien claro que a ese precio “la cuenta no da”. Argumenta que para mantener bien embebida su pequeña parcela debió hacerse de un pozo y una turbina que pagó en dólares americanos cerca de los sembrados para aliviar la sequía y los problemas con el abasto de agua persistentes en esta provincia. Todo ello implicó una inversión de más de 50.000 pesos.
Los precios topados suponen que los productores tengan que vender su mercancía con un margen de ganancia mínimo, por lo que muchos de ellos prefieren comercializarla por su cuenta en las ferias agropecuarias o bien darle salida mediante intermediarios. “El Estado piensa que la malanga se riega con una escupía, y a eso agrégale el abono por la izquierda que me cuesta más de diez mil pesos el saco, específicamente el nitrato de urea que está perdido”, repara el joven. “Nosotros cogemos los yaguazos y no nos dan nada, ni el petróleo, ni los líquidos, ni na”.
Por otra parte, la escasez de malanga también está condicionada por su ciclo de cultivo, ya que tarda entre nueve y 12 meses en alcanzar la madurez y comenzar a producir frutos, por lo que la inversión solo puede obtenerse en un período anual. Varios productores e intermediarios confirmaron para este reportaje que las semillas para la siembra de la variedad conocida como guagüí, una de las más empleadas para dietas médicas e infantes, deben adquirirla por su cuenta en otras zonas alejadas como Cabaiguán, lo que encarece mucho más su precio final.
En las zonas rurales de Villa Clara se siembran variedades de malanga como la blanca, el guagüí, la criolla, y la rosa Habana, según detalla Oslay, otro joven productor de Cifuentes. Esta última la cataloga como la especie más fuerte y por eso es la que se dedica a cultivar. También resulta una de las más caras en los mercados privados. Asegura que a la planta “le cae mucho ácaro” y que el fertilizante frío le cuesta entre 20 y 25.000 pesos en el mercado informal.
“Lo otro que afecta es el pago de la corriente para los riegos, que el mismo estado te cobra bastante caro los kilowatts, más la guataquea del surco”, explica el campesino. “Los jornaleros piden entre 900 y 1.000 pesos por trabajarte, porque esta pincha en el campo no la quiere nadie. Además, tienes que estar un año entero velándola porque te la roban. Tengo 30 años y trabajo la tierra para mantener a mi familia, no para tener pérdidas, porque también pago el aceite a mil pesos y los pampers para mi hijo en MLC”.
Mientras en las tarimas estatales de Santa Clara se comercializa este fin de semana la “cabeza de malanga”, prácticamente un desecho de la planta, que no se ablanda ni en olla de presión, la empresa Katapulk y otras plataformas virtuales para compras desde el exterior las ofertan de la mejor variedad, la xantosoma, “listas para entregas a la puerta de su casa” a 1,80 dólares el kilogramo o 10 libras a 18 USD.
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Fuente Cubanet.org