La moderna y versátil Alemania no entiende de tópicos. Ni los nervios del estreno, ni la presión del anfitrión, ni gaitas escocesas. Desde el primer instante, el atractivo combinado construido por el joven Julian Nagelsmann avasalló a la ‘Tartan Army’, que de ejército realmente solo tiene una hinchada sublime que ha convertido el ‘No Scotland, no party’ en la canción oficiosa del torneo. La compuso Nick Morgan a partir del tema de Argentina sobre Maradona, ‘La mano de Dios’.
La ‘Mannschaft’ fue un rodillo en Múnich, pero no por ímpetu sino por su magnífico nivel de juego, que por momentos recordó los tiempos de la España campeona. Ha adquirido mucho más vuelo al ser dirigida con maestría por Kroos, al que todo el mundo conoce pero nadie cortocircuita porque el seis veces campeón de Europa sabe aparecer en el momento justo y el lugar adecuado. Por eso es un grande, no ya solo porque con su toque preciso y visión enorme mejora a sus compañeros. Hasta 57 pases sin fallo realizó el metrónomo solo en la primera mitad. Y varios de ellos, cambios de juego. Brutal.
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Alemania:
Neuer; Kimmich, Rüdiger, Tah, Mittelstädt; Andrich (Gross, m.46), Kroos (Emre Can, m.80), Gündogan; Musiala (Müller, m.73), Havertz (Füllkrug, m.63) y Wirtz (Sané, m.63). -
Escocia:
Gunn; Hendry, Porteus, Tierney (McKenna, m.77); Ralston, McTominay, McGregor (Gilmour, m.67), Robertson; McGinn (McLean, m.67), Adams (Hanley, m.46) y Christie (Shankland, m.82). -
Goles:
1-0. m.10: Wirtz. 2-0. m.19: Musiala. 3-0. m.45+1: Havertz (p.). 4-0. m.68: Füllkrug. 4-1. m.87: Rüdiger (p.p.). 5-1. m.90+3: Emre Can. -
Árbitro:
C. Turpin (Francia). Expulsó a Porteus con roja directa (m.44). Amonestó a Andrich (m.31) y Tah (m.62) por Alemania, y a Ralston (m.48) en Escocia.
La intensa jornada en la capital bávara, con las aficiones unidas en torno a la cerveza, había dejado un susto porque la zona reservada para los hinchas tuvo que cerrarse por una falsa amenaza. Pronto volvió todo a la normalidad y el ambiente festivo se trasladó a un coliseo muniqués en el que solo hubo un equipo, una selección que provocó el jolgorio a lo largo y ancho de todo el país. Un ambiente que recuerda a ese cuento de hadas del Mundial 2006, aunque allí Alemania terminaría cayendo ante Italia en semifinales.
Intentaron los de Steve Clarke plantar batalla en los primeros minutos, sin arrugarse y ganando duelos, pero enseguida entendieron que su guerra ante esta Alemania misión era imposible. Analizando su desempeño, cuesta creer que esta Escocia le ganase a España en Glasgow y dejase fuera de la Eurocopa a la Noruega de Haaland, superada en Oslo por los británicos. Los teutones actúan en realidad con hasta siete centrocampistas, si se incluye al lateral Kimmich, un mediocentro de toda la vida, y hasta el ariete Havertz baja a recibir. Kroos se siente todavía más liberado con Andrich como escudero, y por delante todos se mueven con libertad. Gündogan engancha, Musiala y Wirtz parten desde las bandas pero trazan constantes diagonales, y Havertz ejerce de nueve mentiroso. La consecuencia, fluidez, rapidez en las combinaciones y enorme dificultad para poder frenarlos.
Wirtz y Musiala abren el camino
Tras varios avisos, el primer gol llegó a los diez minutos, demasiado pronto para unos escoceses conjurados para sufrir y aguantar. Kroos acertó en un cambio de orientación incluso resbalando, Kimmich se la puso a Wirtz y el joven talento del Leverkusen acertó desde la semiluna del área. Golpeó con el interior y bastante efecto, suficiente para superar la mano blanda de Gunn, tembloroso portero del Norwich.
El segundo lo firmó Musiala, la otra perla que emociona a los germanos y además es un ídolo en Múnich al jugar en el Bayern. Otra acción de tiralíneas. Pase enorme de Gündogan, Havertz quiebra y cede hacia atrás para que Musiala fusile tras un maravilloso control orientado. No hay que restar méritos, pero las facilidades eran asombrosas en la fase final de un gran torneo.
En apenas 20 minutos, la anfitriona había sellado el triunfo. A partir de entonces levantó el pie del acelerador porque el torneo acaba de empezar y se trata de economizar esfuerzos cuando se pueda. Incluso a medio gas, el gobierno de la situación de los centroeuropeos era absoluto. Si podían percutir, bien; si se veían algo apurados, balones al liberado Kroos y vuelta a empezar. Parece sencillo, pero es porque la ejecución corresponde a grandes jugadores.
El francés Clément Turpin, considerado quizá el mejor árbitro europeo, evidenció que no era su mejor noche. Primero, indicó un penaltito sobre Musiala que tuvo que corregir a instancias del VAR porque la infracción se produjo fuera del área. Complicado de ver. Cerca del descanso, no advirtió una entrada terrorífica, a destiempo y con las dos planchas por delante, de Porteus a Gündogan que pudo lesionar gravemente al azulgrana. Bendita espinillera, aunque ahora sean minúsculas. Tras la revisión en el VAR, penalti como una catedral y roja al duro central del Watford. Havertz lanzó la pena máxima con la calma de un especialista.
Con 3-0 y frente a diez, la segunda parte quedaba a beneficio de inventario, para que los técnicos fueran probando nuevas cosas. Entró Füllkrug, interesante ariete que con el Dortmund destrozó al Atlético en la Champions, y enseguida mostró sus credenciales. No es el típico ‘panzer’, pero sí es más ‘9’ que Havertz. El primer balón que se encontró cerca del área, lo clavó cerca de la escuadra. Luego anotó otro, mitad de rebote, pero fue anulado por fuera de juego. Tercera intervención del VAR, para hacérselo mirar. Emotivas ovaciones a Müller cuando entró y a Kroos cuando salió. El autogol de Rüdiger, una anécdota en la noche perfecta para la ‘Mannschaft’ que cerró Emre Can.
Fuente ABC