LA HABANA, Cuba.- Una feria de arte dedicada al Día de los Padres fue la propuesta que el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) presentó en la Estación Cultural de Línea y 18, de El Vedado habanero. La cita, de carácter anual, se promocionó como un espacio donde comprar obsequios para regalar a la figura paterna “sin realizar un gasto económico importante”.
“Arte para Papá” es una iniciativa que surgió en 2017 en Santiago de Cuba y fue trasladada al resto del país. En la edición capitalina de 2024, celebrada del 8 al 15 de este mes, participaron 122 creadores nacionales, 58 de ellos en representación de emprendimientos privados, más siete stands internacionales provenientes de India, México y Perú.
Entre ofertas gastronómicas, calzados, textiles, cerámicas, orfebrerías, bisuterías, mobiliario, muñequería y otras manualidades, los asistentes pudieron encontrar objetos para satisfacer gustos y colores, tanto para los que buscaban suplir necesidades básicas como para quienes se les antojaba pagarse un lujo.
Consultada por CubaNet, una de las empleadas del lugar destacó que la persistente lluvia de las últimas jornadas no impidió que el recinto recibiera una amplia concurrencia, la que estimó superior a la que acudió en mayo pasado a la feria realizada con motivo del Día de las Madres.
La nota discordante fueron los precios de los productos, tan elevados que el regalo perfecto se hizo inalcanzable para la mayoría de los visitantes, aseveró. “La mayoría estuvieron pasando y mirando, pero se marchaban como mismo llegaron: con las manos vacías”, comentó la entrevistada durante la última fecha del evento.
Asimismo, tildó a la feria de “poco de artesanal”, por la gran variedad de productos industriales que mostraron los stands. “Menos los zapatos, alguna ropa y los muebles, lo demás todo es de importación”, dijo.
Ana María González Prado, una de las asistentes a la expo-venta, criticó que no existiera una escala de precios diferenciales entre lo hecho en máquinas y lo construido a mano, por sus lógicos contrastes de calidad, y que a la vez enmarcase la supuesta condición de feria gestionada para facilitar a las personas el acceso a regalos de calidad sin tener que desembolsar mucho dinero.
“Se sabe que todo es mentira, pero en el fondo siempre queda la esperanza de que alguna vez sea verdad, que vas a encontrar lo que deseas a buen precio. Las ferias son carísimas, lo mismo esta que las agropecuarias. Si no agarras una jaba de dinero no puedes comprar nada”, sentenció.
Para la mayoría de los cubanos, un buen regalo consiste en recibir un artículo que pueda cubrir alguna carencia material urgente. Lo más común es un par de zapatos o una pieza de vestir específica. Pero dicho en buen criollo y en medio de la inflación que atraviesa el país, cualquiera de estos artículos suele costar “un ojo de la cara”.
Por eso las personas rastrojean en las tiendas y ventas de cuentapropistas en la ciudad, hasta localizar ese objetivo que cumpla con el requerimiento popularmente conocido como “las tres B”: debe estar “bueno, bonito y barato”. El marketing realizado por los medios oficiales había logrado convencer a no pocos de que la feria podría ser el lugar indicado para comprar a gusto.
Samuel Acevedo Reyes fue uno de los atraídos por la propaganda. “Quería regalarle algo al viejo —su padre—. Vine pensando que por la fama que le estaban dando tenían que aflojar la mano con los precios, y nada más lejos de la realidad. Tenía idea de unos zapatos, pero los más baratos, de los que tienen un poquito de calidad, cuestan 5.000 pesos”, ilustró.
La cara realidad de los precios también condicionó el tipo de regalo que Isabel Hernández Lahera tuvo que escoger para su padre. En principio, cuenta, pensaba comprarle un par de zapatos y “uno de esos canguritos que usan los hombres” para llevar sus documentos y dinero. Sin embargo, tuvo que cambiar de parecer y escoger “un objeto más simbólico que útil”.
“Cuando llegué había personas haciendo cola bajo el agua para entrar, eso me ilusionó porque creí que esto tenía que estar bueno para que la gente hiciera ese sacrificio. Pero cuando logro entrar me llevo tremenda decepción, descubro que hay lo mismo que en todas partes y con los precios por los cielos”, explicó la mujer, quien terminó comprando a su progenitor una jarra de cristal.
Solicitando anonimato, el gestor de uno de los estands argumentó a CubaNet que muchos negocios tuvieron que pagar una especie de soborno para poder participar en la feria de arte, además de cubrir diferentes gastos operacionales como el arriendo del espacio.
“Tienes que soltar miles —de pesos—. De lo contrario, no importa que tengas carnet de artesano, te van a dejar plantado. Hay que pagarle lo suyo a la gente de los permisos. Gratis pasan muy pocos, para no ser absoluto, y siempre te tumban —quitan— algo. Lógicamente, aunque quieras después no puedes bajar los precios. Ni por los padres, ni por las madres, ni por nadie”, sentenció.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org