MIAMI, Estados Unidos. – Vender las 20.000 lunetas del Kaseya Center de Miami es un privilegio deparado a los clásicos o a nuevos artistas que no se caracterizan por su talento exclusivamente sino por el andamiaje de los medios sociales y la simplificación del universo, sin aspiraciones estéticas ni espirituales.
El cantante y compositor brasileño Roberto Carlos desbordó la mencionada arena durante el más reciente concierto en Miami, en el cual su romántico repertorio fue repetido a viva voz por el enardecido público concurrente, donde a todas luces primaban las personas de origen cubano.
Roberto Carlos es leyenda viva porque su cancionero de hits incuestionables ostenta la fijeza de lo eterno y ha sido disfrutado por varias generaciones.
Cuando la competente orquesta que lo acompañó insinuaba solo una nota de alguna canción, el público exclamaba su admiración y conocimiento antes de que fuera propiamente interpretada.
En esta época de murumacas y truculencias sobre los escenarios, ver a un caballero de 83 años, vestido de blanco impoluto, con un mínimo coro de dos voces, solo frente al micrófono, casi siempre de pie y en otras ocasiones sentado, da la impresión de estar frente a una figura mitológica llegada de un paraíso perdido por la turbulencia inhóspita de la modernidad.
Durante poco más de dos horas, Roberto Carlos recorrió una ínfima parte de su extenso repertorio, donde se dio gusto con clásicos que integran la banda sonora de tantos admiradores en los más insospechados rincones del mundo a donde lleva sus conciertos.
Raúl Proenza, amigo pintor cubano, me deja saber en Facebook que este debe haber sido el sexto recital de Roberto Carlos con el cual se regocija.
Otros coterráneos, pero directamente desde la Isla, coinciden en considerar un verdadero privilegio el poder disfrutar en persona del enamorado baladista, quien nunca se ha presentado en Cuba.
A partir de una carrera que convoca con magia el amor carnal, filial y emocional, resulta ciertamente cruel que Roberto Carlos integrara, durante buena parte de su devenir exitoso, la lista de los artistas obliterados por la doctrina castrista.
Se habla de The Beatles y otros cultivadores del rock como némesis cultural de la dictadura cubana, pero a veces no consta que Julio Iglesias, José Feliciano y Roberto Carlos, por solo mencionar tres grandes de la canción, no fueron bienvenidos por algún tiempo en los medios oficiales cubanos, aunque el pueblo los veneraba en grabaciones llegadas a la Isla por vías diversas.
Después del concierto en Miami, mi esposa recordó cómo cierta vez debió afrontar la ira de dirigentes educacionales en la Escuela Vocacional “Lenin” por escuchar subrepticiamente las canciones de Roberto Carlos.
El brasileño nunca figuró en los añorados festivales de la canción en Varadero, ni fue parte de la comparsa de distinguidos cantantes y compositores que sirvieron fielmente de resonancia musical al castrismo como Juan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, Fito Páez, Massiel, Sonia Silvestre, Daniel Viglietti y Tania Libertad.
Otros se asomaron por una vez, como el genial Michael Legrand, pero fue tanta la indiferencia de los productores que nunca volvieron a la Isla, no obstante, sus buenos contactos con los cultivadores del jazz.
Los compatriotas de Roberto Carlos también fueron arribando a los escenarios soñados de la “Revolución”, como María Bethania y Gilberto Gil, aunque mantuvieron cierta distancia con el cortejo político al uso.
El caso de Chico Buarque de Hollanda es semejante al de Serrat y Fito Páez, se hizo incondicional de los juglares de la dictadura.
Que yo recuerde, ningún integrante del movimiento de la Nueva Trova cubana se atrevió a dispensar el más mínimo elogio a la carrera exitosa de Roberto Carlos.
De hecho, no pocos de sus coterráneos famosos, sobre todo los comprometidos políticamente con movimientos de izquierda, dejaron correr el tiempo, antes de concederle la categoría de icono que se había ganado mediante su extraordinaria capacidad para fusionar géneros musicales populares a la hora de componer refinadas baladas amorosas, repetidas hasta el delirio por sus miles de seguidores.
Hoy por hoy, sin embargo, existe el consenso de considerarlo el “rey de la canción romántica”.
La gira que tuvo parada en Miami tiene otras estaciones como Madrid, París y Milán, así como en muchas ciudades de Estados Unidos.
En el concierto de Miami se refirió humorísticamente a tres de sus predilecciones: “sexo”, “sexo con amor” y “algún delicioso helado”, según dijo.
Justamente, mientras el cantante interpretaba Yo te propongo, un coterráneo suyo aprovechó la ocasión para entregar el anillo de compromiso a su pareja. El público bendijo enseguida la sorpresiva ceremonia con aplausos y algarabía; las luces de la zona se encendieron; Roberto Carlos siguió cantando y al terminar se refirió con gracia al incidente, como si fuera una prueba de fe sobre la permanencia del amor en su entrañable arte poética.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org