Con sus nuevas fábricas de Uruguay y Sudáfrica inauguradas el mes pasado, la citrícola San Miguel, ahora, sale a buscar u$s 50 millones.
La empresa, controlada por las familias Miguens Bemberg y Otero Monsegur, los utilizará como puente para seguir financiando su reorientación estratégica, hasta que esas plantas empiecen a generar el flujo de caja necesario para repagar la inversión que se hizo en ellas.
SAMI, tal cual su sigla bursátil, emitirá la semana próxima dos nuevos bonos. Uno será dollar linked y el otro, hard dollar, a cotización MEP. Los títulos tendrán una duración de dos años. “Es el mismo plazo durante el cual las dos plantas llegarán a trabajar al tope de su capacidad”, explica Pablo Plá, el CEO de la citrícola.
Con base en Tucumán, San Miguel es la principal productora y comercializadora de limones del hemisferio sur. En diciembre, celebrará sus 70 años. En 2022, hizo un “redireccionamiento estratégico”, en palabras de Plá: salió de su core histórico, la fruta fresca, para focalizarse en el mercado industrial, de mayor valor agregado y menor volatilidad que la comercialización de commodities. Le vendió esa operación, que incluyó activos en Perú y Sudáfrica, al grupo catalán Citri & Co..
Además, para colocar su producción futura de jugos y otros derivados de limón, la tucumana negoció contratos de abastecimiento de largo plazo. Así, se aseguró volúmenes de producción y flujo de ingresos para el incremento de capacidad de su planta de Famaillá, Tucumán, y las dos instalaciones nuevas a construir en el exterior. “La diversificación geográfica también es un valor agregado: nos da la flexibilidad para garantizar la provisión y atenuar impactos climáticos, logísticos y geopolíticos”, explica el CEO. Hoy, San Miguel tiene 200 clientes en más de 50 países. Entre ellos, PepsiCo., AB Inbev, Cargill, DuPont y Danone.
La planta de Paysandú, Uruguay, requirió u$s 31 millones y se financió parcialmente con un crédito del Banco de la República Oriental del Uruguay (BROU). La de Sudáfrica, u$s 22 millones, de los cuales un socio local, American Pioneer Group (APG), inyectó u$s 13 millones. Cada una tiene una capacidad de 100.000 toneladas anuales. Con las 270.000 de Tucumán, San Miguel incrementó 60% su potencial, a 470.000 toneladas. También la consolidó como el mayor procesador industrial de limones del planeta: su share creció del 16% al 20% de la molienda global.
“La inauguración de estas plantas significó dar continuidad al proceso comenzado en los últimos años, en el marco del proyecto tendiente a reconfigurar la estrategia del negocio a largo plazo, aumentando la capacidad de producción global, con un enfoque de alto valor agregado en el desarrollo de proyectos industriales basados en ingredientes naturales”, celebró la empresa, en una nota enviada días atrás a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, donde cotizan sus acciones.
“Ello, sumado a su planta industrial históricamente ubicada en Famaillá, provincia de Tucumán, permitirá al Grupo San Miguel fortalecer su estrategia financiera y su liderazgo mundial a largo plazo como procesador industrial de limón, desde sus mencionados orígenes en la Argentina, Uruguay y Sudáfrica”, agregó.
También en junio, San Miguel cerró una ampliación de capital, su primera desde 2017. El follow on levantó u$s 66 millones, de los cuales u$s 45,7 millones fueron inyección de sus accionistas -convirtieron en nuevos títulos un préstamo dado el año pasado-, recaudó u$s 9,6 millones de minoritarios y suscribió el resto APG, su socio sudafricano, que también quiso sumarse al proyecto a escala global.
Fuente El Cronista