Los pinares sorianos salpican un «olor» que tal vez algunos no perciben pero que a ellos les evoca a casa, a ese lugar donde conectan con su esencia. Desde pequeños crecieron con el «lujo» de «vivir» en el monte, de empaparse de él y de que formara parte de quiénes son. Es su paisaje, su vía de escape, su ocio y también su sustento, ya que es en esos parajes donde tenían claro que querían trabajar. El mismo despacho sin puertas y con un sol despejado como techo que sólo tapan las copas de los árboles que ya eligieron sus antepasados. «Es nuestra empresa familiar» , comentan los hermanos José Antonio, Carmelo y Luis José Lucas, ingeniero de montes, agente medioambiental y conductor de autobomba en activo que continúan velando por aquel bosque en el que el tatarabuelo ya trabajaba sacando madera en el siglo XIX. Le siguieron su bisabuelo y su abuelo. Su padre fue guarda y tras ellos tres aún ha llegado una sexta generación : Fran, un brigadista que completa el último eslabón de una «saga» con una carrera ligada a proteger y cuidar de una u otra forma al medio natural. La primera entrega se moldeó en torno a un oficio ya extinto cuyos orígenes se remontan a tiempos de los Reyes Católicos, cuando se fundó la Cabaña Real de Carreteros. Al gremio se empleó Francisco Ruipérez, que también ejercía de carrero. «Era una tradición forestal. Llevar productos con carros a distintos sitios de España». En su caso era sobre todo la madera la base de su transporte y de su mercancía, y se sacaba de un monte entonces aprovechado y que cuidaban sus pobladores con diferentes labores como ésta. En ese trasiego de mercaderías que tuvo especial auge en los pinares de Burgos y Soria le seguirían después otras dos generaciones de la familia, los maridos de su hija y su nieta: Ventura Aparicio y José Lucas, con quien sus descendientes recuerdan «ir transportando madera en el monte» que después llevaba a otros rincones por encargos o en busca de un trueque.José Lucas junto a su familias, Ventura Aparicio y Anselmo LucasEl hijo de José, Anselmo Lucas, decidió trazar también sus pasos en el monte, aunque por otros derroteros. No siguió la estela de los carreteros. Fue agente medioambiental, llegando a ser Jefe de Comarca de Navaleno y posteriormente Guarda Mayor de la provincia de Soria. Entonces, el cuidado del monte era muy distinto. «Ahora no nos hacemos idea de lo que eran aquellos tiempos». Ataviado con uniforme y casi bajo disciplina militar tenía que pasar turnos de cinco días en los que no pisaba por casa debido a las distancias. Eran, además, «tiempos difíciles, ganaban muy poco y mi padre era además el peluquero del pueblo , vendía y arreglaba máquinas de coser, ayudaba en la caja de ahorros, instalaciones eléctricas, fontanería…» para «poder mantenernos», recuerdan sus hijos a quienes, pese a los contras del tajo, les trasladó el amor al monte. Tres de cinco se emplean en él. Uno es abogado y otro, aunque acabó en la docencia, también trabajó durante años de manguerista.Del ajo carretero a la neveraLas condiciones, eso sí, son muy distintas a las de su padre, dicen. Entonces «no tenían coches» y las mulas eran su medio para recorrer largas distancias. 25 kilómetros equivalían a cientos de ahora, así que dormían en la naturaleza y se alimentaban de pan, quesos o el ajo carretero que surgió, precisamente, como comida contundente y que permitía una buena conservación para los largos periodos fuera de casa, recuerda hoy su progenie, que tienen a su alcance un 4×4, GPS y neveras portátiles. A pie de una base helitransportada en Garray repleta de avances que sus antepasados ni hubieran concebido, coinciden los hermanos Carmelo y José Antonio y el hijo de éste último, Fran. Sólo echando un vistazo comparten que la tecnología y las comunicaciones son el gran salto que han vivido –antes «no tenían teléfonos. Los avisos se hacían a veces en bicicleta , en animal o en lo que tuvieses»–. El otro gran cambio trascendental son las consecuencias de la despoblación sobre la naturaleza. La «ventaja» de antes es que «había mucha más presión de población en el monte y toda la gente lo trabajaba». Ante un incendio, «se tocaba la campana y salía todo el mundo» para atajarlo, apunta Carmelo, quien siempre ha estado «trabajando en el sector forestal », desde las brigadas en las que se curtieron de jóvenes los hermanos ayudando en alambradas o al señalamiento de árboles a la torreta de incendios o como capataz hasta que sacó su plaza como agente medioambiental . «Cuando ingresé, básicamente era vigilancia del medio natural, gestión forestal». Ahora, la protección y custodia del terreno se ha desarrollado y extendido hacia las especies que lo pueblan, deben colaborar en la prevención y extinción de fuegos y en la gestión de caza y pesca. Además, es Jefe de la Agrupación de Voluntarios de Golmayo y ayuda en todo tipo de emergencias que surgen.Luis José junto a la autobomba que conduce en la base de Amogable IVÁN TOMÉ Ingeniero de montes, agente medioambiental y conductor de autobomba Son cinco hermanos. Uno es abogado, otro docente –tras una etapa como manguerista– y los tres restantes se ‘echaron al monte’. Cada uno eligió una especialidad. Ese éxodo rural ha implicado que entre los trabajos que se tienen que acometer hoy en día en el monte esté la puesta a punto que antes hacía la actividad humana, apunta por su parte José Antonio. Ya con 14 años empezó como peón forestal y todos los veranos «para sacar dinero para casa» podaba pinos o los «contaba pie a pie». Fue después profesor de la Escuela de Capataces y sacó plaza en la Junta en los noventa. Hoy es Jefe del Servicio Territorial de Soria y defiende que si algo «nos distingue ahora a Castilla y León» y «más» a su provincia es la «conciencia de que los montes hay que trabajarlos» . «Hay sitios que vas y es que no puedes ni andar ya ni por la senda». A ello añade que la iniciativa de Montes de Socios ha contribuido a atajar el minifundismo que condenaba a miles de hectáreas en la Comunidad al abandono. «Hace ventitantos años lo veías a simple vista lo que era público y privado porque lo privado estaba hecho en una selva sin tocar y hoy ya te cuesta más», apunta. «Explosivo»Un terreno sin cuidar hace que «cuando llega un incendio es mucho más explosivo», apostilla su hijo Fran, que sabe bien de lo que habla. Cada turno acude a la base de Garray como miembro de la cuadrilla helitransportada. En verano planta cara al fuego, en invierno se emplea en labores silvícolas de prevención, aunque revertir al medio a las condiciones de hace un siglo se antoja «imposible» . Efectivos del operativo y agentes medioambientales participan en desbroces, podas, clareos, quemas o cortafuegos. Básicamente reducir combustible y mejorar los accesos.La prevención directa o indirecta hace que pueda «cambiar y mucho» la agilidad con la que se atajan unas llamas, apostilla a unos kilómetros de ahí su tío Luis José, capataz forestal y conductor de autobomba Charlie en la base de Amogable en Navaleno, municipio del que es alcalde. «Ni me interesa» moverse de allí. «Yo aquí me quedo», apunta desde la tierra familiar mientras recuerda cómo echó de menos su casa cuando hizo la mili. Abría las ventanas en Zaragoza y no era lo mismo. Allí veía asfalto; en Soria, pinar . Un paisaje de paz en el que en invierno no se para . Hay que hacer mantenimiento de pistas, limpiar pasos de agua. Es «muy importante poder acceder por todos los caminos, que el camión quepa si un día hay un fuego». Además, para ganar también en eficacia, se entrena a retenes.Noticia Relacionada estandar No Prohibidas barbacoas, fuegos artificiales y uso de maquinaria por riesgo de incendios ABC La Junta declara hasta el domingo la primera alerta del verano por causas meteorológicaSu hijo empieza el próximo curso la formación para ser agente medioambiental. Es la sexta generación junto a Fran, que compagina su puesto de brigadista desde hace cinco años con la carrera de ingeniero forestal. «Me voy repartiendo como puedo», dice bajo un sol de justicia que hace estar en alerta a pie de helicóptero porque en cualquier momento las llaman pueden hacer saltar una alerta. Una adrenalina que le motiva y hace que los fuegos forestales sean el campo en el que quiere seguir centrado en su futuro profesional en un escenario en el que el «abandono rural hace que los incendios sean cada vez más grandes y el cambio climático que sean cada vez más agresivos».El fuego más «intenso»No es Soria uno de los terrenos más complicados, pero todo ellos guardan en su memoria más de un fuego al que pelearon sin descanso. El verano de 2022 les surge a todos a la mente. «No he estado en incendios muy grandes», pero de ese fatídico estío –en el que el «cuerpo notaba» como durante «muchos días seguidos» las cosas se ponían muy negras– recuerda Fran uno en Medinaceli de poco más de cien hectáreas, pero que fue muy « complicado » por el viento. Su padre José Antonio y su tío Carmelo echan la vista más atrás. El primero recuerda sus inicios en León, su primer destino como ingeniero y donde llegó en plena campaña. «Hasta tres días sin dormir» pasaba. «Ahora no se puede estar más de doce horas» en el tajo. «Ese verano me empapé de incendios» en uno de los territorios en los que más llamas se originan, dice. El otro es Zamora, donde su hermano recuerda su experiencia más «intensa», en la Sierra de la Culebra .Noticia Relacionada estandar No Más del 60% de la superficie afectada por los incendios de la Sierra de la Culebra presenta una regeneración natural «óptima» ABC Solo en un 17% del terreno calcinado habrá que tomar medidas para la recuperación de la cubierta vegetal, bien mediante siembra directa o con una preparación del terreno previa a la plantaciónLas condiciones son «duras» pero ninguno cambiaría su puesto cuidando ese tesoro al que llaman hogar. «Lo hemos visto toda la vida». Es su riqueza, su legado. «Hay quienes heredan una empresa. Nosotros heredamos la naturaleza» .
Fuente ABC