Por Santiago Fioriti
—¿Y ahora qué hice? —preguntó Victoria Villarruel. A sus colaboradores les causó gracia la reacción.
La escena ocurre con frecuencia. Alguien ve una declaración en un streaming, una opinión en off del Presidente en los diarios o un informe en televisión y en el Senado saltan las alarmas. La vicepresidenta pidió que la mantengan al tanto en tiempo real de lo que se dice de ella en la Casa Rosada. Es un síntoma de los tiempos que corren.
Villarruel y Milei volverán a verse cara a cara hoy a las 11 en La Rural, para la inauguración de la Exposición de Ganadería y Agricultura. Quizá hasta sonrían juntos, como lo hicieron a bordo de un tanque del Ejército en la celebración del 9 de Julio, pero nada parece ser lo que fue. El daño está hecho. Sus diferencias son parte del paisaje de crisis permanente en La Libertad Avanza. La cuestión se ha vuelto tan sensible que ni los ministros se animan a preguntar qué pasa entre ellos. “Ni loco me meto”, dice un integrante del Gabinete. Con los tuiteros más provocadores del espacio ocurre lo mismo: no saben cómo comportarse. La libertad halla anclas.
Se trata de una disputa similar a la que desencadenó la salida de muchos funcionarios con los que el primer mandatario tenía lazos de unión muy fuertes. Nicolás Posse, ex jefe de Gabinete, por ejemplo. Salvo que con Villarruel hay varios problemas: mantiene un perfil alto, en algunas encuestas iguala o supera en imagen al jefe de Estado y nadie la puede echar ni impedir que tenga juego propio. La vice coquetea con ese poder. Bastaba con verla saludar entre las mesas, el miércoles, en el restaurante de La Rural. Se siente parte fundacional de La Libertad Avanza y eje vital del triunfo electoral. Y, desde luego, tiene aspiraciones que irritan a la Casa Rosada. Un dato: por ninguna razón se apartará del cargo hasta 2027 ni se correrá de la carrera electoral cuando su tiempo en el Senado se acabe.
Alguien que le sigue los pasos tomó la precaución de revisar sus papeles y detectó que está habilitada para competir en la Ciudad de Buenos Aires y en la Provincia. Un macrista histórico, aún enojadísimo por el desplante del mileísmo a Mauricio Macri en Tucumán durante la firma del Acta de Mayo, se anima a fantasear: “¿Y si pensamos en una alianza entre Mauricio y Victoria?”.
La primera crisis del binomio presidencial se disparó en noviembre, cuando Villarruel, ya electa, se reunió de modo reservado con Macri. El último y más prolongado trance se inició el jueves 18 de este mes, cuando Karina Milei hizo difundir que estaba yendo de urgencia a la Embajada de Francia a pedirle disculpas al embajador, Romain Nadal, por la defensa de Villarruel de los cánticos racistas y homofóbicos de los jugadores de la Selección y por haber llamado “colonialistas” a los franceses.
Aquella noche, Villarruel miró entre las decenas de mensajes que recibía si tenía alguno del embajador, al que tiene agendado en su celular y con el que se reunió dos veces desde que pasaron las elecciones. No lo había. ¿Podía estar tan enojado? Quizá sepa algo Diana Mondino, que chateó con Romain ese mismo día. Pero Mondino se preserva y calla: también sobre la canciller arrecian críticas por su desempeño.
Al otro día, Milei dijo que el tuit no había sido “feliz” y, 24 horas más tarde, Clarín publicó que el primer mandatario había maldecido a los gritos a su compañera. El malestar que se expresó en privado se volvió a hacer público el viernes pasado, después del encuentro con Emmanuel Macron, cuando se suponía que el clima era de algarabía por el éxito de la bilateral y el espíritu de los Juegos Olímpicos que domina París. El Gobierno difundió que Milei había hablado de un tuit “desafortunado” de su compañera de fórmula frente al propio Macron.
Villarruel cree que se exacerbó su posteo -que ciertamente pudo y acaso debió ser evitado- para desgastarla. Los hermanos Milei empiezan a jaquear su figura. No es nuevo, aunque ahora -al igual que ocurrió en los primeros meses del vínculo entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner- ya nadie puede atribuirlo a comentarios insidiosos para perjudicar a los libertarios: son ellos los que mantienen la disputa a cielo abierto y los que dejaron de comunicarse por temas importantes. Cosas propias de la casta. Villarruel tiene vedadas las puertas del Gabinete. Pero la vice sospecha de algo: no es él, es ella. Karina.
“Me da mucha bronca. Karina la quiere demonizar y nos hace mal a todos”, afirma uno de los siete senadores de La Libertad Avanza, bajo expreso pedido de que no se revele su identidad. Otros protagonistas del espacio se la agarran con la vice y la ven con aires elevados: “Le quiere disputar el poder a Javier. Es inadmisible. La conducción es una”.
El dilema sobre el vínculo con Villarruel se agiganta cuando se piensa en la necesidad libertaria de hacerse potente en el Congreso, donde cuenta con escasez de votos . La vice es una protagonista clave, pero ni aun cuando le tocó desempatar y definir a favor del oficialismo la Ley Bases recibió un mensaje de Milei. Sí los hubo para Guillermo Francos y para las espadas legislativas, incluidas algunas de la oposición, pero no para ella.
Ahora viene la discusión por los nombramientos de los jueces de la Corte Suprema. El Ejecutivo propuso a Ariel Lijo y a Manuel García-Mansilla para reemplazar la vacante que dejó Elena Highton y la que dejará Juan Carlos Maqueda cuando en diciembre cumpla 75 años. Mañana vence el plazo para impugnaciones y adhesiones.
La mirada está puesta sobre Lijo. Una ola de críticas y sospechas sobre su honorabilidad divide al Senado. No hay certezas de qué puede llegar a pasar, aunque su principal mentor, Ricardo Lorenzetti, dice a quienes convoca para persuadirlos que “las manos para votarlo están”.
Hay en danza un operativo de presión a favor y en contra como pocas veces. Las deliberaciones podrían abrir una nueva grieta entre el líder libertario y su segunda. Para el nombramiento de un juez se requiere el voto de las dos terceras partes de la Cámara. Cada voto es valiosísimo. La mayoría de los 72 senadores ha preferido no expedirse.
Villarruel dijo en una entrevista que la postulación de Lijo no la convence, que hubiera preferido una mujer y, además, lo castigó por su accionar en la causa Rucci. En cambio, celebró a García-Mansilla, a quien consideró un constitucionalista “de fuste”. El Ejecutivo no hizo mucho para seducirla: nunca le hablaron del tema y ella se enteró de ambas candidaturas por los medios. La vice, que es abogada, podría declararse prescindente, lo que sería mucho decir. O podría hacer algo peor: jugar en contra de Lijo sin que se note. Elucubraciones que se traman al calor de las contiendas palaciegas. A propósito: Macri sí saldrá a apostar fuerte para tratar de que se caiga la candidatura de Lijo. Coincidencias.
Milei y Villarruel se conocen desde que ella empezó a hacerse conocida en Twitter por sus críticas a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a tildar como un “curro” la política de derechos humanos del kirchnerismo y por negarse a que el Estado indemnice a los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. Él la eligió como compañera de fórmula y anunció que iba a manejar las políticas de Seguridad y Defensa, promesa que luego borró de un plumazo para aliarse con Patricia Bullrich. Durante dos años compartieron bancas en soledad en la Cámara de Diputados. Parecían una sociedad política sólida.
Victoria y Karina, en cambio, no tienen ninguna afinidad. Se recelan, como si hubiera una competencia. Cualquier observador de la dinámica oficialista comprenderá que el Presidente saldó esa cuestión apenas asumió: pocas cosas hace sin consultar a su hermana, a la que apoda El Jefe. A Villarruel no le conceden ni la posibilidad de pedir disculpas por un tuit.
La relación de los Milei, aunque es indisoluble desde que eran chicos y ella lo protegía de la agresividad física y psicológica de su padre, no impide encontronazos. A veces demasiado fuertes. Testigos de viejas historias, algunos de ellos marginados del espacio, revelan que el carácter de Karina es más pertinaz que el de Javier. Es ella, en general, la que deja de escribirle o de llamarlo después de una discusión. Pueden pasar largos días sin que uno sepa algo del otro. ¿Ha ocurrido desde que administran la Argentina?
Es, quizás, una pregunta que valga la pena hacerse.
Fuente Clarin