Por Fermín Torrano. Kiev
Ucrania es como un pez al que le piden trepar un árbol. Esta falta de comprensión explica, según este intelectual ucraniano, los continuos errores europeos en los pronósticos de la invasión rusa
Un grifo, una madre que se despierta de madrugada o una violación. A Yevhen Hlibovytskyi le gusta poner ejemplos. Símiles gráficos para traducir realidades complejas como las expectativas bélicas de Kiev o la fatiga de la población. Licenciado en Derecho, Ciencias Políticas y Filosofía, Hlibovytskyi (Leópolis, 1975) es uno de los principales intelectuales ucranianos de la actualidad. Junto con otros pensadores y académicos lleva años reflexionando sobre el presente y futuro de Ucrania en el Nestor Group. También es director del instituto Frontier, profesor universitario y miembro del consejo de supervisión de la radiotelevisión pública ucraniana.
En una calurosa tarde de julio, nos sentamos a beber café con hielo en una terraza de la capital. Los niños inundan las aceras con patinetes eléctricos, ajenos a la guerra, mientras ciudadanos anónimos recaudan decenas de miles de euros para sostener el frente. A pesar de la enorme exposición mediática de los últimos años, Ucrania es un país desconocido. Un lugar complejo lleno de contradicciones, oportunidades y problemas. Yevhen te explica por qué.
PREGUNTA. Su discurso tiene un tono optimista en una Ucrania con la moral en horas bajas.
RESPUESTA. La moral siempre es un factor engañoso. Cuando disminuye, las cosas tienden a comunicarse peor de lo que verdaderamente son. Es evidente que existe una fatiga significativa en ambos lados, pero en Ucrania las cosas nunca son tan malas o buenas como parecen. Esta es una sociedad que ha aprendido a adaptarse y ser creativa. Mientras que Rusia es cuantitativa, Ucrania es cualitativa. La cuestión es que el sistema ucraniano es transparente, te permite ver las grietas. El ruso no. Para nosotros no es difícil darnos cuenta porque nos tocó convivir durante un tiempo y aprendimos a interpretar signos que quizás otros no ven.
P. ¿Por ejemplo?
R. Rusia ha necesitado aumentar de manera notable la propaganda en el interior de sus fronteras y eso significa que la situación no es tan controlada como quisieran. También tienen reacciones violentas en algunas zonas del país y en el extranjero. Y aunque su economía es más resiliente de lo que muchos esperaban, tan solo están produciendo una versión desfasada de sí mismos. La clave es que Ucrania tiene posibilidades de revivir su capital humano y Rusia no. Muchos extranjeros querrán venir a vivir aquí cuando acabe la guerra. Este es un país que conjuga libertades con calidad de vida, sin perder la capacidad de mantener la seguridad al mismo tiempo. Puedes ser de otro país, hablar otra lengua, tener otra fe… A nadie le importa tu pasado. Algo similar a la América europea, un lugar en el que ser ucraniano por decisión. Esa capacidad para atraer y conservar el capital humano es posiblemente el factor más importante del siglo XXI.
P. El mensaje puede sorprender en Europa. Hasta la madrugada del 24 de febrero, muchos europeos pensaban que Ucrania y Rusia eran lo mismo…
R. Cuando la gente ve que vivimos juntos, asume que existió un componente voluntario. Podemos decir que el violador y su víctima han dormido juntos o que, incluso, hicieron el amor. Pero no. Las palabras importan. Nos permiten entender qué ocurrió. Ucrania fue parte del imperio terrestre ruso porque el vecino ocupó esta tierra y nos subordinó. La gente olvida a veces que los nazis ocuparon el 100% de Ucrania, pero solo el 3% de Rusia. Fíjate, es tan fácil como mirar en vuestros libros de literatura. Compara cuántos rusos y ucranianos hay. Es una presión colonial que sigue presente hoy, una visión Moscúcentrista. Estamos acostumbrados a que nos miren a través de otros. La conclusión histórica es que Ucrania es el niño nuevo que acaba de llegar al edificio. Algunos creen que será solo por un tiempo, pero ya está aquí y no se va a marchar
P. Europa y Estados Unidos prometieron a Volodimir Zelenski apoyo hasta el final. Las elecciones de EEUU o las dudas de Alemania ponen la ayuda militar en cuestión. ¿Se sienten traicionados los ucranianos?
R. Hay cierto enfado en Ucrania porque Occidente no se ha mantenido firme ni ha llegado a tiempo. Tampoco ha sido honesto y consecuente con su propia declaración de valores. Encima, nos vemos suplicando para obtener defensas antiaéreas. El dinero y las armas son los recursos más baratos con los que Europa puede ayudar, sobre todo si tenemos en cuenta que los ucranianos son los que sufren el impacto directo de la guerra. Que el resentimiento nos envenene igual que ha contagiado a otros países es una posibilidad. Lo vemos con esta ola populista en el mundo occidental.
P. Una encuesta revelaba recientemente que casi la mitad de la población está a favor de establecer conversaciones de paz. ¿Están las dudas penetrando en la sociedad?
R. Es cierto que el 44% de los ucranianos ve las negociaciones de manera favorable. Pero el 87% está en contra de la posición rusa en la negociación. ¿Qué significa? Que estamos cansados de luchar. Hemos perdido a mucha gente. Es la misma fatiga que sufre una madre cuando su hijo llora en mitad de la noche. Sí, la madre puede estar cansada, pero si el niño llora, se levantará. A nosotros nos encantaría dormir, pero no tenemos opción. Rusia niega nuestra cultura, nuestra existencia y nuestra identidad… nos ofrece esclavitud. Esta no es forma de vivir, así que lucharemos. Y esto es algo que los ciudadanos de la Unión Europea no entienden. Creen que hay un punto intermedio. Y no, ese punto intermedio no existe. Nosotros ya hemos despertado.
P. Aun así, vemos a una generación en Ucrania que no está dispuesta a sacrificar su vida por el país. Son patriotas y donan dinero, pero evitan ser alistados.
R. Un general estadounidense dijo que esta era una de las guerras en la que el blanco y negro era el más evidente de su vida. Y aunque estoy de acuerdo, no es tan simple. Muchas de las cosas contra las que pelean los ucranianos están entre nosotros. Luchamos para quitarnos de encima la herencia soviética, teniendo todavía un sistema muy soviético, lo que nos obliga reformar el sistema mientras estamos en guerra. Si miras al Ejército, puedes ver que hay brigadas muy desarrolladas con estándares occidentales que protegen la vida de sus hombres y que utilizan estrategias creativas en el campo de batalla, pero también otras que no han sido reformadas y la gente sufre. Cuando tienes 800.000 civiles sirviendo, también tienes cientos de miles de historias personales que se filtran a la sociedad. Los ucranianos no tienen buena información de su gobierno y muchas veces no saben a qué se enfrentan. Por ejemplo, el número de bajas no está en el debate público, por más que se puedan calcular. No comunicar genera sensación de desamparo y desconfianza en la gente.
P. Usted concede mucha importancia a la seguridad en un mundo global que está cambiando. En Europa, sin embargo, muchos europeos viven ajenos a esta realidad. La guerra se ve como algo lejano.
R. Esta es una batalla por las reglas del juego y no entenderlo nos vuelve a todos más vulnerables. Los países de la UE deben creerse de una vez que esta es una verdadera lucha por las libertades y la representación de los valores europeos. Si cae Ucrania, no será el final de la guerra, será el verdadero inicio, y tendrá muchas implicaciones para todos. No importa que estés en la otra punta del continente. Moscú no va a enviar una columna de tanques para tomar Madrid, es obvio. La amenaza rusa para España puede venir del norte, del sur, del mar, a través de la economía o de la energía. Es que ya está allí. Con internet, con la información… todo se mueve a la velocidad de la luz. Pensar que no te incumbe por estar lejos es el primer paso para construir la derrota.
P. ¿Cuáles cree que son los aprendizajes clave que debe sacar un país como España?
R. Nuestra guerra debe servir como termómetro en la educación y la alfabetización mediática. Los rusos debilitan las sociedades destruyendo la solidaridad y la cohesión social debe estar en el foco. Este es un mundo nuevo y estamos interconectados, no asumirlo ahora tan solo complicará las cosas. Los costes de la indecisión siempre terminan siendo más altos. Deja que te ponga un ejemplo: podemos no saber cómo llega el agua a nuestro grifo, pero llega. Y pagamos impuestos con la expectativa de que alguien se encargue de ello. Lo mismo ocurre con la guerra. Una persona en la calle puede ser ignorante sobre muchas cosas, porque nuestro sistema democrático delega el conocimiento y las responsabilidades. El problema es que aquellos que tienen la obligación de encargarse, todavía no se han dado cuenta hasta qué punto importa lo que sucede en Ucrania. Las habilidades para ser resiliente están muy ligadas a la cultura política del país.
P. Recuerdo que usted dijo una vez que Ucrania no tenía aliados, tan solo socios…
R. Lo sigo pensando. Nos pueden dar armas, pero eso es todo. Y ni siquiera hemos conseguido todo el material soviético disponible. Quizás Polonia esté más cerca de nosotros, pero tiene obligaciones colectivas que no le permite convertirse en aliado. Cuando Ucrania proclama su propia entidad no irrita solo a los rusos, irrita a todos los que formaron parte de su imperio. Irrita a una parte de la sociedad húngara, polaca y puede que complique las relaciones con Turquía en el futuro. Superar el legado colonial significa aceptar que alguien que fue colonizado no vale menos. Ucrania es ese amigo incómodo que hace preguntas molestas.
P. ¿Podría darme algún ejemplo?
R. ¿Por qué el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es cómo es? Desde la perspectiva ucraniana es injusto que Rusia pueda vetar cualquier moción contra ella. No está bien. Y ni siquiera estoy mencionando que Rusia nunca solicitó acceder [tomó el puesto de la Unión Soviética con una carta de Boris Yeltsin, a finales de 1991]. El club hizo una excepción, pero Rusia no es la URSS. Ucrania está haciendo preguntas difíciles y las respuestas pueden no ser muy populares en el interior de los países beneficiarios. Aun así, ha sido sorprendente sufrir críticas desde África o Latinoamérica. Nos llaman hipócritas. “¿Si decís ir contra el colonialismo, porque narices os unís al club más colonial de la historia, que es la UE?”, preguntan. Y respondemos que bueno, que es cierto, pero que queremos hacerlo bajo nuestras propias reglas. Queremos unirnos por los valores. De alguna manera, forzamos que la Unión Europea esté a la altura de sus propios estándares.
“Ser un europeo moderno significa formar parte del mundo desarrollado”
P. ¿Por qué unirse a un club por unos valores, si esos valores están oxidados? ¿No es contradictorio?
R. El significado de ser un europeo moderno significa formar parte del mundo desarrollado. Hasta ahora, los ucranianos han intentado vivir en un lugar donde el Estado sea débil, porque en la tradición soviética no hay mayor amenaza para el individuo que su propio gobierno. Por eso, las instituciones siguen desequilibradas, y la sociedad en busca de modelo. Por otro lado, creo que Ucrania traerá hambre y sed de desarrollo, rejuvenecerá una estructura tecnócrata, y resucitará muchos eslóganes formales de la Unión Europea que se quedaron por el camino. Los ucranianos están sorprendidos con el cambio de roles. En los últimos años, por ejemplo, hemos sufrido mucha presión para celebrar elecciones, y nos vemos en mesas internacionales explicando qué la democracia no es solo votar. Es un proceso donde los derechos son protegidos, especialmente los de las minorías. Donde se garantiza una campaña, un debate justo, el pluralismo… Un proceso en el que todos tengan voz.
P. ¿Y la OTAN? ¿Es realista entrar con una guerra abierta?
R. Ni la sociedad ucraniana ni sus políticos esperan que Occidente venga a enfrentarse militarmente a Rusia. Esa es la realidad. Ucrania ahora mismo es el gran contribuidor a la seguridad europea y simboliza de algún modo el artículo 5 sin formar parte del club. La única razón para ingresar en la OTAN es que el conflicto escale internacionalmente con Irán, Corea del Norte o China uniéndose a Moscú. Ahí sí, Ucrania querrá verdaderamente estar bajo el paraguas de la OTAN. Aunque de producirse ese escenario, seguramente será el momento en el que Ucrania sea quien sostenga el paraguas.
P. ¿El tiempo corre a favor o en contra de Ucrania? La invasión va camino de cumplir 900 días.
R. La guerra es un examen que testea la capacidad ucraniana para transformarse. Déjame ponerte un ejemplo: Ucrania contaba con una red de energía soviética creada para tiempos de guerra. Pero el sistema de generación es muy centralizado, algo que pone fácil a los rusos dejar al país sin electricidad. No lo solucionamos antes y ahora tenemos un sentimiento de urgencia para no sufrir. La invasión se ha convertido en una gran palanca que acelera reformas y empuja a abandonar la herencia soviética. Personalmente, te puedo decir que estoy cansado de ir a funerales, pero no hay razón para no ser optimista con el futuro. Hemos aguantado de pie la peor parte. En este punto de la guerra, ¿pueden los ucranianos mantener su identidad? La respuesta obvia es que sí. ¿Puede el país mantener su seguridad? Eso dependerá del tipo de coalición que pueda construir a su alrededor. El principal obstáculo es que nuestros socios se han dormido y debemos despertarles confiando en que estén preparados. Taparse los ojos no hace desaparecer los problemas.
Fuente El Confidencial