Y fue Julio (no Iglesias, inmortalizado en miles de memes). Javier Milei va camino a cumplir 8 meses de gestión. No hubo explosión económica, ni social. No se lo llevó puesto la realidad, ni se fue en helicóptero. Tiene solo un par de leyes que le costaron bastante, pero es algo. Tuvo más polémicas que gestión efectiva. Con más contradicciones de las que se esperaba de un crítico de la política. Es un presidente extravagante, pero nadie duda que él tiene buena parte de la manija, aunque dependerá mucho del Congreso en sus 4 años para seguir avanzando.
Como lo señalamos la semana pasada, va sufriendo un desgaste tanto en su aprobación de gestión, como en su imagen personal y las expectativas sobre el futuro. ¿Cómo no iba a sucederle a alguien que tuviese que enfrentar una mega crisis y sin experiencia política? El punto es si la ausencia de los incendios peor imaginados lo hacen consciente de que hasta el más pintado se manca, o si se cree sus propias grandilocuencias (todo en este gobierno es “lo más grande de la historia de la humanidad”). En definitiva, si come vidrio o no.
La Universidad Di Tella produce dos índices: el de confianza en el gobierno –que comentamos en la última columna- y el de confianza en el consumidor. Pues mientras el primero solo subió una vez en 7 meses (el resto del tiempo decayó), el segundo subió en cinco oportunidades, por ejemplo, el mes pasado. Esto indica que ambas variables no van de la mano como muchos piensan, que si crece la confianza desde el bolsillo, mejora la imagen del gobierno de turno. Atención con este detalle, porque ambas tendencias no se mueven al unísono. Pasan cosas que afectan la consideración sobre una gestión y un liderazgo que no necesariamente las condiciona un mayor optimismo de consumo personal.
El líder libertario que se inspira en pasajes de la Biblia y que es fan del rock, podría refrescar la frase de Libros Sapienciales de Vox Dei, donde dice “buenas y malas son, cosas que vivo hoy”. Ha logrado reducir la brecha, pero lleva dos meses seguidos con el Banco Central en déficit respecto a la compra – venta de dólares. En junio tuvo déficit de cuenta corriente. Vía recesión y plaza seca de pesos está domando a la inflación, aunque ésta llevaría un trimestre en meseta. El FMI por ahora no le afloja prenda, pero el BID le dio esta semana “a little help from my friends”. ¿Es cierto que Toto tiene los recursos para cumplir con todos los vencimientos en dólares hasta fin de 2025 (o sea, cuando haya pasado la elección de medio término)? Ni los economistas más entusiastas con la gestión del león, ni los mercados creen eso.
La desgraciada situación política venezolana fue de las mejores noticias que le dio la política al “gatito mimoso” (Bregman dixit). Lo elevó a categoría de héroe global debido a la confrontación con Maduro. El mandatario de Caracas lo ayudó a Milei frente a la opinión pública argentina y embarró a La Cámpora y al kirchnerismo, quienes no quisieron saber nada con el entuerto chavista, mientras se esperan los meandros discursivos de Cristina este sábado (Y sí! Reapareció Sergio Tomas Copperfield para recordar que él siempre estuvo en contra del régimen de Maduro). El león debería enviarle un agradecimiento a su par venezolano porque lo ayudó a instalar las grandes coordenadas ideológicas en la Argentina (“gracias Nicolás por tanta dignidad”).
Por otro lado, los desatinos en materia de política exterior presidencial –para diferenciarla de la de Cancillería- trae costos. Con Brasil zafamos porque Lula no es tonto y somos sus hermanos menores, pero China se va a cobrar los excesos verbales de Milei: a prestar atención a las barreras fitosanitarias que aparezcan de repente en productos que caracterizan a la Argentina exportable.
El mismo cristi-kirchnerismo que lo obligó a Kicillof a confrontar con el presidente, a sabiendas de que la inversión de YPF no iba a recaer en la poderosa Provincia de Buenos Aires. Cuando el gobernador empezó a desandar el camino para salir de la trampa, la petrolera estatal lo madrugó en pleno viaje a Bahía Blanca, invalidando el acto político que iba a encabezar. En este conflicto, el primer mandatario debería agradecerle al egresado del Nacional Buenos Aires que haya estatizado YPF, ya que de esa manera tiene un brazo político más para hacer tronar el escarmiento (una vez más, perdón Ludwig, es el discreto encanto del poder). Pese a esta derrota –relativa, ya que nadie hoy puede asegurar que la inversión finalmente se vaya a concretar- en el ámbito político de La Plata creen que el gobernador salvó la ropa, pero hay mucho señalamiento a la falta de conducción política en el peronismo, con la jefa casi en la clandestinidad.
La semana pasada habíamos apuntado sobre los gestos “sana sana” que venía enviando Javo –el policía bueno- al calabrés. Finalmente se juntaron en Olivos para seguir curando heridas, previo al acto. Si bien hubo buenas migas, todo es relativo en este mundo. Se trata de dos fuertes apostadores que no harán ninguna jugada definitiva hasta último momento. ¿Y si la economía sufre un ciclón? ¿Y si Patricia se pasa de la raya en el juego del “come fichas”? ¿Y si la opinión pública en la CABA reprueba la gestión presidencial? Macri, como Mirtha Legrand, no es rencoroso, es memorioso.
En el acto, el ex presidente no se privó de ninguna crítica al león, las cuales seguramente se las anticipó en Olivos: falta gente, falta equipo, no puede haber funcionarios de Massa, es un necesario un ajuste de calidad (no motosierra) y el problema es el entorno. Después de mucho tiempo hizo una autocrítica sobre el exceso de internismo, como si él no lo hubiera fomentado (por eso no estuvieron ni Patricia, ni Horacio). Quiso recuperar mística de cambio con el hashtag “NuevoPRO”. En síntesis: un acto para la política. Veremos si eso tiene una traducción hacia la gente.
Con lo sucedido el pasado domingo 28 en Venezuela, concluimos esta columna entonando “yo pisaré las calles nuevamente / de lo que fue Caracas ensangrentada…”
Fuente Periodico Tribuna