La pista de la filtración de los planos del banco que usaron los boqueteros: un empleado infiel o un funcionario corrupto
Investigan quién aportó los mapas y los esquemas con las medidas de seguridad de la sucursal del Macro de San Isidro.
Antes del galpón que usaron para cavar el túnel, la banda había alquilado otro local frente a los Tribunales.
Un histórico bar de San Isidro se metió en la investigación de los boqueteros que construyeron un túnel de 220 metros para llegar al tesoro del Banco Macro de San Isidro. Es que, según pudieron determinar los investigadores, la banda habría alquilado un local donde funcionó un histórico y emblemático bar justo enfrente de los Tribunales de San Isidro pero desistieron después de seis meses.
La línea de tiempo todavía es cerrada entre los investigadores que por estas horas cuidan con recelo cada dato alrededor de la banda que llevó adelante el plan criminal.
Después de que descubrieran un túnel que conectaba un taller mecánico (en Chacabuco 543) con la puerta del Banco Macro de San Isidro (en Chacabucco 444), a cuatro metros y medio de profundidad, encofrado en manera y de 1,2 metros de altura, saben –o sospechan– que tuvo que ser una “banda grande, especializada y que involucre a muchas personas”.
Los ladrones encargados de hacer el túnel usaron máquinas eléctricas y mecánicas para realizarlo y, sospechan, que la tarea tuvo que llevarles meses. “El tema no era hacer ruido solamente… sino que los sensores no tomaran el movimiento de la tierra”, explicó una fuente del caso consultada por Clarín.
Es que cuando descubrieron dónde habían empezado a excavar, hallaron máquinas eléctricas que generan menos vibraciones y menos gases para que pudieran trabajar más seguros y sin ser detectados por los sensores antisísmicos, dispositivos ubicados debajo del banco para evitar boquetes.
En un plano hallado en la escena figuraban las ubicaciones de alarmas sonoras, sensores de movimiento y las antisísmicas. Según indicaron fuentes consultadas por Clarín, intentan rastrear de dónde provienen esos documentos, si fue un empleado infiel o una entidad gubernamental la que pudo haber filtrado esos planos.
El túnel tenía terminaciones bastante prolijas.
En un plano hallado en la escena figuraban las ubicaciones de las alarmas sonoras, sensores de movimiento y las antisísmicas. Nadie sabe cómo los ladrones pudieron haber accedido a esa información reservada.
Si fue un empleado infiel o si salió de alguna de las tantas entidades públicas a las que esos planos deben presentarse, es todavía una incógnita.
Según indicaron a Clarín fuentes que estuvieron dentro del túnel, no está claro cómo pudieron haberse filtrado, aunque sí explicaron que “eran viejos” y que los ladrones de hubieran topado “con la parte más difícil” del plan. De cumplir su cometido, “no hubieran podido sortear los sensores”.
Investigan quién filtró los planos del banco que usaron los boqueteros para hacer un túnel hasta la bóveda.
Lejos está de saberse si lo hubieran logrado o no porque el martes de la semana pasada un curioso episodio dejó el plan al descubierto: con una varilla roscada, unida con roscas en tramos de 60 centímetros, colocadas –se presume– para marcar el recorrido del túnel y asegurarse la dirección correcta, golpearon una camioneta estacionada en la puerta del banco.
Alrededor de las 8 de la mañana, una camioneta de la distribuidora Goyo, empezó a ser golpeada por el fierro saliente entre los adoquines del empedrado. Tanto las empleadas de un bar ubicado al lado del banco como el conductor de la camioneta, sintieron ruidos que resonaban desde abajo de la calle. Sin embargo no fue recién hasta 24 horas después que las autoridades se decidieron a excavar para ver de dónde provenía la famosa varilla.
La banda sabía dónde estaban los sensores y las medidas de seguridad. El banco dice que la información es vieja.
Según pudo saber Clarín, uno de los motivos por el que se descubrió el túnel fue porque alguien dobló la punta del fierro para evitar accidentes con otros vehículos y eso les impidió a los ladrones quitarla para evitar esconder el túnel.
Un golpe planeado en las narices de la Justicia
Pero más allá de lo obvio, la investigación encontró un segundo dato, casi una provocación. Durante seis meses la banda había alquilado un local justo frente a los Tribunales de San Isidro, y a la vuelta del banco Macro.
El histórico bar Hábeas Corpus en Ituzaingó 341 cerró sus puertas a fines de 2022. Meses después habría sido alquilado por la banda de boqueteros, incluso tapiaron las puertas con maderas como si fueran a realizar una remodelación. Por ese café pasaron durante más de 30 años abogados, jueces, fiscales y cualquiera que trabajara en los Tribunales de San Isidro, en Ituzaingó 340.
El local donde funcionaba el bar Habeas Corpus, frente a los Tribunales, había sido alquilado por la banda antes del galpón desde donde cavaron el túnel boquetero.
“Al no ser apropiado para el objetivo se dejó de pagar a los 6 meses de alquiler… obviamente ya teniendo el otro lugar asegurado”, le confió una fuente de la investigación a Clarín. Este local estaba en la misma manzana que el banco Macro, lindero con los fondos del Colegio de Escribanos.
“Obviamente se alquiló por la cercanía inmediata a los bancos… pero por las condiciones edilicias y casas cercanas no fue apto para el objetivo”, indicaron a Clarín.
Lo cierto es que ese segundo lugar fue el que finalmente sirvió de base operativa para la construcción del túnel. Se alquiló sin notificar a la Municipalidad sobre la habilitación, sin corroborar la identidad de los inquilinos ni se tomaron recaudos de antecedentes ni de solvencia. “Era cuestión de alquilarlo y que del resto de encargara el inquilino”, confiaron las mismas fuentes.
La inmobiliaria Organización Acasusso lo publicitaba a 700 mil pesos más IVA por mes y, según pudo saber Clarín, se pagó un año por adelantado.
La vía subterránea era construida para cometer un robo en esa entidad, fue descubierta gracias a una varilla de hierro que asomaba entre los adoquines de la calle.
“Hoy es sospechoso… Pero en ese momento que alguien alquile un taller pagando por adelantado millones de pesos, era la mejor opción. Por eso no se tomó ningún recaudo lógico para alquilar… solo interesó la suma total de los menes que se cobraron por adelantado”, analizan los investigadores sin sospechar de los motivos por los que se accedió al contrato de alquiler.
Nadie se esperaba que, debajo de ese lugar, se iba a desarrollar una de las obras de ingeniería más espectaculares de la historia del hampa. Aunque no sirvió para nada.
La preparación del golpe
Para llevar a cabo el golpe al Banco Macro, la banda analizó las distancias con un plano a escala de la zona, en el cual realizaron anotaciones y marcaron detalles. En uno de ellos, calcularon la distancia que separaba el galpón al ingreso del banco, unos 126 metros.
Los ladrones tomaron la referencia de tres veredas, denominadas “A, B y C” y las distancias entre ellas: del interior del galpón hasta la vereda A había 5 metros; del punto A al B, 45 metros; de la vereda B a la C, 48; y del puesto C al destino, 25 metros más, aproximadamente.
La Policía entró al local ubicado a una cuadra y media del banco Macro y encontró rastros de los boqueteros.
“Se hicieron tres mediciones. Una dio 150 metros, la segunda inconcluyente porque no tomó la señal y la tercera 220 metros. El túnel llega hasta la bóveda. Donde fue descubierto es a cinco metros de la entrada del banco”, explicó una fuente policial.
El mismo está a unos casi cuatro metros bajo el asfalto, en el casco histórico de una zona céntrica, a metros del Palacio de Tribunales de San Isidro. “Hay que saber si tenían los planos, es una zona con caños viejos que quizás no están marcados en los planos”, expresaron.
La construcción del túnel era casi perfecta. Tenía las paredes tapiadas con maderas, luces cada metro y medio y el camino, de casi un metro de altura, estaba en condiciones óptimas para ser transitado.
MG
Fuente Clarin