Por Carlos Pagni
Radiografía de un país empobrecido; la imagen del Gobierno en las encuestas; por Villarruel coinciden el Presidente y Cristina; Kicillof, en la mira; movimientos postcamporistas; la trampa Lijo
Por debajo de los avatares de la política, de las discusiones y los problemas, va transcurriendo la transformación de un país que cambia de fisonomía. Lo hace, muchas veces, sin que ese cambio sea advertido por nosotros mismos. Es una mutación en cámara lenta que se consolida con el descenso de la inflación. Algunas encuestas registran los datos de esta transformación que, cuando uno la advierte, se vuelve sorprendente.
Un trabajo de Hugo Haime, un encuestador prestigioso y tradicional, muestra cómo percibe la gente el nivel social al que pertenece. Observa un cambio de largo alcance. Compara el 2002, que tiene como hito la salida de la convertibilidad, con el 2024. Hace 22 años atrás, 2,4% de las personas se consideraba de nivel alto. Actualmente, menos de la mitad se ve de esa manera: el 1,1%. Con respecto al nivel medio, estaba compuesto por el 35,2% de los encuestados en 2002. Hoy representa al 24,8%. Si nos detenemos en el nivel bajo medio, conformado por un público muy ligado a Milei, estaba conformado por el 38,7% hace dos décadas. Ahora alcanza al 33,6% de las personas. Sin embargo, la gran novedad se encuentra debajo de estos niveles: ¿Quién se considera pobre? En el 2002 era el 23,6%. En el 2024 el 40,5%. Cabe destacar que ambos fueron años en los que había crisis.
Otra encuesta, esta vez de Isonomía, compara los mismos datos, pero comprendidos en 2011 y 2024. En el 2011, el 70% representaba a quienes querían vivir en un país donde la mayor parte de las cosas las hace el Estado por sobre el privado. Fue el año en el que Cristina Kirchner ganó por el 54% de los votos. Hoy, en 2024, sólo el 42% quiere residir en una Argentina que sea estadocéntrica. Hay un cambio de sensibilidad respecto del Estado. “¿Cree que el Estado es más ineficiente que el privado?”, es otra de las preguntas que plantea el estudio. Para ambos casos, sí. Hace 13 años atrás, el 69% coincidía con aquella afirmación. Actualmente, solo bajó un punto y se encuentra en 68%. En relación a la percepción de la ciudadanía respecto de su nivel social, en 2011 el 70% se incluía dentro de las clase media. Ahora solo el 35%. El fenómeno inverso y llamativo, que hace juego con la labor de Hugo Haime, ocurre para con la clase baja. En 2011 representaba al 29% y hoy está conformado por el 63% de los encuestados.
Un gráfico producido por Casa Tres de Mora Jozami completa el panorama. “¿Tenés mejor, igual o peor presente económico?”, es el interrogante que plantea el estudio. En la clase baja, el 14% se siente mejor, mientras que en la clase alta asciende a 31%. En la clase baja, el 55% se siente peor mientras que en la clase alta desciende a 33%. La percepción de mejora social solo se da en los ricos, en los sectores más altos de la sociedad. Los sectores más bajos tienen una sensación de pendiente. La vieja promesa argentina de la movilidad social ascendente se ve traicionada en aquellos que más la necesitan.
Si hacemos énfasis en la coyuntura argentina, una encuesta de la consultora Mide de Gonzalo de Janin permite vislumbrar las prioridades que hay en la cabeza de la gente en este momento. Respecto a cuál es la principal preocupación a nivel país, un 25% dijo que es la pobreza. Le siguen la inflación (14%), inseguridad (10%) y la desocupación (10%). Es el cuarto mes consecutivo en el que se observa un desplazamiento en la preocupación de los argentinos. La pobreza reemplazó a la inflación. Es un dato importante para la posterior evaluación política de lo que pase con la oposición de acá hasta las elecciones.
Un último trabajo de Mora Jozami para Casa Tres analiza la percepción de la caída de la inflación en función al nivel socioeconómico. En promedio, si se toman los datos obtenidos de los encuestados de clases bajas, medias y altas, entre abril y agosto, quienes creían que la inflación había bajado pasaron de ser el 45% al 27%. Hubo una especie de pérdida de noción. Individualmente, los que perciben una mayor baja de la inflación son los más ricos, en un 49% en agosto. En el mismo mes, los más pobres lo ven en un 22%. Pareciera que los beneficios de la estabilización económica son más percibidos por ricos que por pobres. Tal y como apunta Juan Carlos Torre en su libro sobre la experiencia económica de Juan Sorrouille, “Una temporada en el quinto piso”, cuando se estabiliza la economía y la inflación baja, a la sociedad se le saca una foto y cada uno sabe en qué lugar quedó. Eso, para mucha gente, es frustrante. Se le asigna un estrato distinto y peor del que suponía y estaba en la carrera de los precios y salarios.
En relación a cómo es percibida la gestión del presidente Javier Milei, otro trabajo que condujo Haime vislumbra una caída en la aprobación, que se empieza a producir en abril, donde es menor que la desaprobación. Pasó de 52% en diciembre a 42% en agosto. La desaprobación, por su parte, subió de 39% a 56%. La encuesta exhibe asimismo las temáticas que caracterizan la evolución de la evolución pública. La desaprobación fue mayor con la marcha universitaria, los problemas con los comedores comunitarios, la aprobación de la Ley Bases, suba del dólar y derrotas del Gobierno en el Congreso. Aún cuando el Presidente se encuentra todavía en una buena situación, ya que tiene un 42% de aprobación tras nueve meses de Gobierno, las preferencias empiezan a cambiar. Habrá que ver si esta mutación tiene vínculo alguno con el desplazamiento de las cuestiones sociales por la inflación en la cabeza de la gente.
Todo esto vuelve más ansiosos a los ciudadanos que aguardan por la reactivación. La administración Milei continúa apostando por la baja de la inflación como bandera central, inclusive para ganar las elecciones. Esto lleva a que en el equipo económico comiencen a pensar en que la liberación del mercado de cambio se adoptará después de los comicios por el miedo a que una devaluación o quita del cepo termine afectado esa conquista.
Este lunes, Pablo Gerchunoff posteó en la red social X que, si hay expansión del crédito y apreciación cambiaria, debería registrarse “inevitablemente” una reactivación. Esta reactivación sin embargo obliga a mayor demanda de dólares, consumo y producción, lo que implica también una mayor importación de bienes, insumos y presión sobre las reservas del Banco Central, todo en un Gobierno que decide intervenir el mercado cambiario pero no la política comercial. Un detalle sutil pero crucial. Si comparamos con Massa, hablamos de un mercado de cambios intervenido y la cuotificación de las importaciones. Por el contrario, hoy tenemos un mercado de cambios intervenido y una liberalización de las importaciones. Esto último es obra de Pablo Lavigne, que está al frente de la política comercial del Gobierno y decide no restringir las importaciones. Por lo tanto, la presión sobre el dólar no obedece únicamente a una reactivación eventual de la economía sino también a la liberalización comercial. ¿Puede generar un problema en el mercado de cambios y forzar una devaluación no querida? Es la pregunta del millón. Nadie sabe contestarla. Están los que dicen que es un disparate. Entre ellos, economistas como Juan Carlos de Pablo y Ricardo Arriazu, que sostienen como positiva la política del Gobierno y ven un horizonte mucho más despejado hacia adelante en materia cambiaria.
Este es el contexto general de un oficialismo eufórico. El Presidente elogió a todo su equipo en Mendoza. Faltó en realidad mencionar a un miembro del equipo económico, que no mereció ninguna referencia por parte de Milei: José Luis Daza. Es un tanto irónico ya que se anunció que se sumaría al Gobierno hace más de 15 días y todavía no está firmado el decreto de incorporación. Daza es un prestigioso economista nacido en la Argentina y criado en Chile, con gran desarrollo en Wall Street. Tiene intención de unirse al Gobierno porque ve en la política de Milei un mérito de carácter internacional. Luis Caputo lo convocó pero nada pasó. Y el mandatario no lo mencionó. ¿Habrá algún problema del Presidente con las ideas de Daza? Todavía no lo sabemos. Sería bueno que no sea así.
Con este telón de fondo aparece también el debate político entre Cristina Kirchner y Javier Milei. ¿Qué significa para la política de Milei y para un peronismo que está en una ebullición controlada, con atisbos de reemplazos y de desafíos a su configuración tradicional? En pos de analizar esta discusión, primero hay que recordar el esquema en forma de cuadrilátero que suele plantear entre sus amigos el ideólogo político de este Gobierno, Santiago Caputo. El “Mago del Kremlin” dice que hay, por un lado, dos figuras que son antagónicas: Javier Milei y Cristina Kirchner. “Esa debe ser la polarización permanente. Son dos modelos de país. Son dos proyectos políticos que piensan, cada uno a su modo, en un destino saludable para la Argentina”, plantea. En los otros dos vértices están Mauricio Macri y Sergio Massa, en los que él ve sujetos políticos que agotan su proyecto en especulaciones personales. Este esquema coincide “secretamente” con la visión que tiene el Gobierno sobre el mapa político, con una aspiración adicional permanente: “La casta acá y nosotros allá. Y dentro de la casta, cada vez más menciones a los periodistas”.
¿Cuándo aparece la polémica entre Milei y Cristina Kirchner? En un momento en el que sucedía algo muy novedoso: una especie de despolarización. Algo rarísimo e inconcebible hace un año.
En la Cámara de Diputados, y veremos si no se repite en la de Senadores, se votó el DNU que asigna fondos especiales a la SIDE por US$100 millones, un decreto muy polémico para un gobierno que dice no tener fondos. En Diputados, votaron juntos el PRO y el kirchnerismo. Uno podría decir Macri-Cristina. Y no hubo un escándalo. No se produjo una crisis interna, especialmente en el PRO, por haber votado contra Milei junto a la bancada de Unión por la Patria.
Daría la impresión de que, o el kirchnerismo parece más tolerable para una parte de la sociedad, o parece, probablemente, más inofensivo, lo que lo vuelve más aceptable. Está como eclipsado, en una especie de crepúsculo, cuya duración veremos. Esta posibilidad de convergencia, que también se dio entre el radicalismo y el kirchnerismo para votar la reforma de la fórmula de ajuste jubilatorio (vetada por el Presidente), entre eventuales aliados del Gobierno y la bancada de Cristina Kirchner, es un problema enorme para Milei. Si esa composición se repite sistemáticamente, significa que el rumbo de la política, especialmente en lo fiscal, lo marcará una oposición que incluye al kirchnerismo. Es decir, una oposición que no tiene una fuerte conciencia de la restricción presupuestaria, que es el objetivo principal de La Libertad Avanza.
Por lo tanto, polarizar con Cristina nuevamente sería una forma de quebrar estas composiciones adversas para el Gobierno. Muy probablemente, esto sea un objetivo central en la cabeza del equipo político del Gobierno, expresado a través de esta discusión entre Milei y la expresidenta. Es muy interesante el panorama que se describe sobre la situación política en la Argentina, especialmente en torno a las próximas votaciones en el Senado, como la del DNU de la SIDE y la ley de estabilidad fiscal para las universidades. Ambos temas parecen continuar con esa tendencia de convergencias inesperadas entre sectores, como radicales y kirchneristas, lo cual sugiere que la dinámica política está en un estado de cambio.
Hay que recordar que vienen votaciones importantes en el Senado. Se va a votar el DNU de la SIDE, si el Senado lo rechaza de la misma forma que lo hizo la Cámara de Diputados, sería un precedente significativo, pues sería la primera vez que ambas cámaras rechazan un DNU presidencial. Este desenlace pondría en jaque una de las herramientas de poder del Ejecutivo y podría señalar un nuevo nivel de resistencia o control sobre los poderes que hasta ahora no se habían visto. Además, se votará la ley de estabilidad fiscal para las universidades, que consolida los ingresos de estas instituciones, y donde convergen, por ejemplo, radicales y kirchneristas.
Todo esto sucede en un momento interesante, donde Milei exhibe una gran exaltación autocelebratoria: “Soy una de las personas más importantes del planeta junto con Donald Trump”, “Los que me miran y me critican son ratas que miran a un gigante”. Esa exaltación de la personalidad de Milei, casi megalómana, coincide con un momento en el que parece que se está moviendo el piso de La Libertad Avanza. Hay problemas con Macri y el macrismo en el bloque de Diputados y en el de Senadores, que quedó reducido a seis. Se dieron el lujo de expulsar a Francisco Paoltroni, pero no pudieron o no quisieron hacer lo mismo con Bartolomé Abdala. Los criterios son confusos. Expulsan a Paoltroni por defender una bandera que uno podría decir es la bandera de La Libertad Avanza contra la casta, contra Ariel Lijo, pero mantienen a Abdala pese a llenar su oficina de “ñoquis” destinados a ayudarlo en su campaña para gobernador en la provincia de San Luis. Criterios cruzados, con una escala de valores modificada.
Lo cierto es que hay fisuras en los bloques de La Libertad Avanza en el Congreso, en un momento en el que se suponía que iban a atraer gente de otros bloques, algo que el Presidente y su equipo político piensan hacer si el esquema económico y la política económica les dan los éxitos que creen que van a lograr, especialmente si aparece la reactivación.
Cristina Kirchner está igual que Milei, pensando que la confrontación con el otro abroquela el frente interno. Es lógico que Milei salga a pelear con el otro cuando tiene un problema en su propio frente. A las circunstancias adversas se les suma su disputa, cada vez más evidente, con la vicepresidenta Victoria Villarruel. La expresidenta también tiene que abroquelar su frente y sale a discutir en un terreno que probablemente sea el menos beneficioso para ella, sobre todo con un gobierno que está bajando la inflación, el tema de nuestro tiempo: el terreno económico. Cristina repite su visión de la economía y afirma que el problema de la Argentina no es el fisco, sino que no se generan dólares. Planteos que se alimentan con informes del economista Hernán Letcher y con informes del entorno de Axel Kicillof.
Interesante el planteo de la expresidenta, a quien creo que se la lee superficialmente porque su documento contiene un largo capítulo que uno diría que es autocrítico. O, por lo menos, muestra una discontinuidad con lo que sería su pensamiento tradicional. Si uno mira de cerca, en realidad repite algo que ya mencionó hace unos meses y que pasó sin pena ni gloria. Cristina habla de la necesidad de modificar el régimen de relaciones laborales y de revisar la cuestión del déficit fiscal. Cristina Kirchner, mostrando sensibilidad por el déficit, apunta a algo muy curioso: menciona que hay que observar lo que se llama el gasto tributario, los subsidios, actividades que están exentas. ¿Habla de Tierra del Fuego? Ahí hay una coincidencia extraordinaria entre ella y Milei. A Rubén Cherñajovsky y a Nicky Caputo no se los toca. El régimen de Tierra del Fuego parece sagrado, entre otras cosas, porque los partidos se financian con ese régimen. Pero Cristina sugeriría que habría que tocarlo. El único que sostiene esta idea dentro del Gobierno es Federico Sturzenegger. Está hablando de una nueva política social no clientelista, que refuerce las asignaciones automáticas universales, como si fuera la Asignación Universal por Hijo, en contra de lo que podríamos llamar el Plan TrabajAR o Argentina Trabaja. También menciona una reforma educativa y en el régimen de seguridad. ¿Qué está diciendo? Que para que el peronismo vuelva a ser competitivo, tiene que tener otro programa. Pero si yo soy Alberto Fernández y la estoy mirando por televisión, bien puedo pensar que si me hubiera dejado hacer estas cosas, llevar adelante un programa reformista, probablemente habrían ganado las elecciones. Es un programa posterior a la derrota, o motivado por esta.
Cristina Kirchner tomó la iniciativa antes de que lo hagan otros. Antes de que alguien la desafíe diciendo que fue ella quien los llevó a la derrota, la que condujo al peronismo a una situación complicada, siendo la jefa desde hace 20 años, o al menos desde la muerte de Néstor Kirchner en 2010.
La expresidenta observa a dos personas: a una no tan intensamente, pero a la otra con lupa. La primera es Victoria Villarruel. Inteligente como es, Cristina dice que ahí hay un problema. Lo percibe cuando aparecen peronistas de derecha, como Guillermo Moreno, que afirman que la vicepresidenta es peronista. O, por ejemplo, Sergio Berni, quien dijo que le gustaba Villarruel. También está José Mayans, nada menos que el presidente del bloque de senadores de Unión por la Patria, que en plena sesión dialoga amistosamente con ella en el Senado. Cristina ve que Villarruel, a quien los propios miembros del gobierno hostigan, convirtiéndola en alternativa de este mismo Gobierno, podría, en un escenario aún improbable, convertirse en la figura de una coalición apoyada por sectores del peronismo de derecha. Entiende que esto podría significar un drenaje de votos hacia la derecha.
Quizás estas ideas rondan en la cabeza de la expresidenta. Cristina exagera el rol de Villarruel y asegura que no se sumará a ninguna aventura de juicio político contra Milei, y que apoyará al Presidente hasta las últimas consecuencias porque fue votado por la gente. ¿Existe la idea de un juicio político a Milei con Villarruel como eje? ¿Hay una conspiración alrededor de Villarruel? ¿Cristina lo cree? Lo que es seguro es que Milei lo cree, y ha estado pensando en ello desde hace mucho tiempo. En parte, el ruido con Macri también se vincula con la idea de que el expresidente simpatiza con Villarruel, aunque le atribuyen reuniones que nunca ocurrieron, etc. Hay bastante paranoia, como suele suceder en todo gobierno con un poder muy concentrado. Es un gran negocio llevarle conspiraciones al jefe.
La otra persona a la que Cristina mira, como alguien mucho más amenazante, es nada menos que Axel Kicillof. En la provincia de Buenos Aires aparecieron pintadas que decían “Axel o Milei”. ¿Cómo es eso? ¿No debería ser “Cristina o Milei”? Esa parece una consigna con el espejo retrovisor, mientras que “Axel o Milei” apunta al futuro. ¿Se está hablando ya de la elección presidencial de 2027? En otra pintada se lee “La patria es el otro”. Quien está detrás de estas pintadas es la agrupación de Andrés “Cuervo” Larroque, el principal operador político del gobernador bonaerense.
Esto debe mirarse en combinación con otras jugadas dentro del peronismo que insinúan una renovación que no va directamente contra Cristina Kirchner, pero sí contra La Cámpora. Aquí radica un problema para la exmandataria. Ella es líder de una fuerza política y, al mismo tiempo, madre. Habrá que ver hasta qué punto la maternidad y su rol como “patrona” de La Cámpora, al elegir esta agrupación como su principal instrumento de intervención en la política, no la limita como líder, restándole flexibilidad para dirigir un proceso de renovación dentro del PJ. Porque aparece Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, kirchnerista de pura cepa, militante del Instituto Patria y un alfil de Kicillof en el tablero bonaerense, realizando actos en Quilmes en contra de Mayra Mendoza, y en Lanús en contra de Julián Álvarez. Es decir, está invadiendo, provocando y desafiando a los intendentes de La Cámpora.
En la jefatura del PJ bonaerense está nada menos que Máximo Kirchner, quien convocó a elecciones para discutir nuevamente quién será el presidente del partido el 17 de noviembre. Sin embargo, ahora parece que esas elecciones internas se suspendieron. ¿La Cámpora se siente amenazada? ¿No quieren acelerar el conflicto o que quede en evidencia? Máximo está reconstruyendo su red dentro del peronismo bonaerense. Reapareció en el cumpleaños de Federico Achaval, intendente de Pilar, jefe, socio y amigo de Darío Yenua, secretario de Tecnología y una figura poderosa en este Gobierno, subordinado al “mago del Kremlin”. Yenua fue secretario de Hacienda en el municipio de Pilar, bajo Achaval, el hombre que celebró su cumpleaños con dos amigos a su lado: Máximo Kirchner y Martín Insaurralde.
En una nota de Pablo de León, publicada en el diario Clarín, se contó la reaparición de Insaurralde. Pero lo irónico es quién editó esa página: me gustaría saber si estuvo detrás el astuto, sagaz y mordaz Ricardo Roa. Porque, debajo de la nota donde aparecen juntos Insaurralde y Achaval (ambos vinculados a los juegos de apuestas en la provincia), se puede ver una publicidad en contra de las apuestas que dice: “Si creés que tu hijo apuesta, apostá por el diálogo”.
Hay una disputa por el control del PJ, y eso es lo que está sucediendo. Por eso también Cristina aparece y convierte a Milei en una pieza de su propio ajedrez. Axel Kicillof es candidato a presidente para el 2027, asociado al gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, quien ahora aspira a ser presidente del PJ. El riojano está haciendo actos por todo el país, y en esos actos, como el de Paraná, se ve la participación de figuras cercanas a Cristina, como la diputada Blanca Osuna. En La Rioja, una diputada muy cercana a la expresidenta, Beba Aguirre, también milita, obviamente, junto al gobernador riojano. Hay que observar qué representa Quintela. Es un gobernador que difícilmente el Gobierno pueda captar, ya que es un enemigo acérrimo de los Menem, especialmente desde que los financió y luego dejó de hacerlo.
Este martes, Quintela organizará un acto en la sede histórica del peronismo en la calle Matheu. Pero antes, alguien tendrá que pasar con un plumero a limpiar las telarañas, ya que hace dos años que esa casa no se abre. ¿Le pidieron permiso a Cristina? Aparentemente no. Frente a Quintela está Wado de Pedro, de quien no sabemos si se animará a encabezar el peronismo. Si no lo es él, será alguien cercano, como Vanesa Siley, muy vinculada a temas judiciales y también oriunda de Mercedes. Esa ciudad parece ser una especie de semillero de juristas; allí también están los Mahiques, el boxindanga y sus hijos. De Pedro está en el centro de la operación judicial y aparece negociando con Santiago Caputo y Guillermo Garat, socio de Caputo, quien maneja las relaciones públicas, el marketing y la publicidad, sobre todo en YPF, tratando de resolver el problema de la designación de jueces de la Corte.
En esa negociación, Wado de Pedro es el representante de Cristina, quien desbarató la candidatura de Lijo. En contraposición, aparece Sergio Massa, a quien el exministro del Interior acusó de tener gente dentro del Gobierno. El exministro de Economía jugaba, o sigue jugando, a favor de Lijo. Sin embargo, la operación Lijo parece enfrentar cada vez más obstáculos. El sábado, hubo declaraciones muy importantes de una senadora cercana a Cristina Kirchner, Juliana Di Tullio. Ella dijo: “Nosotros sabemos que Lijo y Mansilla son candidatos del Poder Ejecutivo porque enviaron los pliegos. Según ellos, alguien se los ofreció; Caputo, que no es funcionario del Gobierno. Todo es irregular en esta situación, absolutamente. ¿Ahora resulta que Lorenzetti, un juez de la Corte, es quien le ofrece a Lijo integrar la Corte? Es raro, irregular. Ninguno es funcionario del Gobierno”.
Lo interesante de lo que dice la diputada es que a García Mansilla lo propone alguien que es asesor del Presidente, contratado por su hermana bajo un contrato de locación de servicios: Santiago Caputo, quien maneja dos tercios del Estado. Y señala que a Lijo lo propone un juez de la Corte. Es decir, la Corte se estaría “armando a sí misma”, en contra de cualquier principio republicano.
Esta defensa además viene del kirchnerismo, que agredió tanto estas reglas de división de poderes. Lo cierto es que Cristina Kirchner al decir, como señala Di Tullio, “no votamos candidatos del Gobierno” abre una discusión adicional y compleja en la Cámara de Diputados: la ampliación de la Corte. Es difícil pensar que Milei pueda pactar con Cristina Kirchner en este punto si es que quiere seguir polarizando. Son varios los conflictos que aparecen en esta jugada. También una disputa entre Cristina Kirchner y el senador José Mayans o, más bien, entre Cristina Kirchner y el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, quien es un socio de Lijo. Lo salvó de la causa de The Old Fund. Cristina recibió a Insfrán la semana pasada para saldar estas diferencias.
El armado de la Corte se ha transformado en una especie de arena movediza para el Gobierno y para algunos miembros de la oposición. En el dictamen hay cuatro firmas y otras cuatro más tentativas. Todavía falta una. Guadalupe Tagliaferri, del Pro de la Capital, dice que no firmará en favor de Lijo. ¿Qué hará Martín Lousteau? Está entre la popularidad, los votos porteños o lo que le pida Daniel Angelici o Emiliano Yacobitti. Sobre este último circula una versión insistente: que en una negociación con Santiago Caputo habría asegurado los votos del radicalismo para Lijo, a cambio de que pase sin problemas la ley que garantiza la caja universitaria. Habladurías.
Sigue la tensión alrededor de Lijo. Un pacto entre Cristina Kirchner y Javier Milei es cada vez más difícil, a pesar de que coinciden en muchas cosas. Sobre todo en una: el ataque a la prensa y la concepción de que el que piensa distinto es un enemigo.
Fuente La Nacion