El Superclásico dejó en claro las actualidades de River, que sigue en positivo con el Muñeco, y de Boca, que continúa en caída con Martínez.
El Superclásico estiró las actualidades de River y Boca. Marcelo Gallardo se fue de la Bombonera con el pecho inflado, mirando con supremacía un estadio que estaba a punto de explotar de bronca hasta con sus propios jugadores, tras una derrota que duele tanto que dejará heridos para lo que queda del 2024. Diego Martínez, en cambio, se fue del estadio mirando el piso, pidiendo disculpas luego de su primera caída en casa en su ciclo, pero un traspié que marca el futuro inmediato y que habla de un año que arrancó con buenas sensaciones y que se fue diluyendo, a tal punto que ya perdió dos clásicos al hilo, no compite a nivel internacional, está casi out de la Liga y el título que le queda por ganar es la Copa Argentina.
El Muñeco no sólo festejó el resultado sino también su victoria en el pizarrón. Porque su apreciación de cómo frenar el sistema de Martínez fue uno de los motivos del éxito. El 5-3-2 que paró con un equipo muletto maniató a un Boca que nunca se sintió cómodo y al que le pesó el protagonismo del partido. Mientras el renovado River de MG tiene como objetivos tratar de meterse en semifinales de Libertadores y ahora mira más de cerca a Vélez (quedó a seis puntos, con un partido más), la era de DM se apaga lentamente porque ni los resultados ni el juego en el último tiempo logran convencer a nadie en La Boca.
Era un Súper que, como se planteó en la previa, iba a dejar heridos. Porque a Boca le servía un solo resultado -ganar- para no perder terreno en el torneo doméstico, y al no jugar River con su equipo de gala, toda la presión quedaba para el dueño de casa. Lo ideal es siempre sacar conclusiones al final del recorrido, pero en los gigantes de nuestro fútbol a veces el tiempo es tirano. Ya lo vivió Demichelis, que tenía vueltas olímpicas en su haber, pero no convencía con sus decisiones. Martínez, con menos espalda, parece tener picado el boleto.
Fuente OLE