Se empezaba a poner el sol cuando Mario Russo ingresó el jueves a la Casa Rosada. Algunos periodistas lo vieron ingresar: el ministro de Salud encaró desde el Salón de los Bustos directamente a la oficina del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Al entrar, ambos ya sabían que las cartas estaban echadas: su renuncia se daría a conocer en las próximas horas. La reunión no duró más de una hora. Al finalizar, el ministro coordinador grabó un falso vivo para el programa de Verdad Consecuencia, sin decir nada.
En paralelo, Russo le estaba comunicando la decisión a Javier Milei, quien le dio el visto bueno al asesor presidencial Santiago Caputo para que empodere a su amigo y expresidente de la Fundación Sanatorio Güemes, Mario Lugones, que en los hechos siempre había sido la persona con más poder en el ministerio. Caputo lo conoce por Rodrigo Lugones, su hijo: fueron coequipers en la consultora de Jaime Duran Barba y conversan semanalmente para ajustar la estrategia comunicacional del gobierno.
No figura con un cargo en el Mapa del Estado, pero Lugones auditaba y digitaba la política del ministerio pese ser solo un asesor. “La última palabra pasaba por él, eso generó un conflicto con Russo y no quería firmar más cosas que no había decidido”, explican dentro de Salud.
Ese estado de situación lo había impactado al comienzo de la gestión, lo que produjo evidentes encontronazos. El ruido mermó con el pasar de los meses, ahuyentando los rumores de desplazamiento y siendo bancado, además, por Guillermo Francos. Tampoco había interés por desplazarlo y generar mayores ruidos; pero fue la alianza que generó con Sandra Pettovello lo que hizo florecer las disidencias con Caputo.
“No lo echamos nosotros”, se escudan en la Casa Rosada. Absolutamente todos los voceros y funcionarios esgrimieron la misma razón: que Mario Russo se había ido por motivos personales. No resultó creíble: era bien conocida la interna que mantenía con el tándem Caputo-Lugones. Aunque esos últimos fueron los motivos, Russo pareciera haberse ido bien. Incluso le pidió a su equipo que coordine con Presidencia para sacar los comunicados. Dicen que Milei valoró el gesto.
Russo es el primer ministro que renuncia por motu proprio, disconforme con la auditoría del asesor plenipotenciario. Guillermo Ferraro fue echado en una operación sombría coordinada por Nicolás Posse, a quien meses después le pidieron la renuncia por su relación irreconciliable con Javier Milei y el resto del Gabinete. El motivo del exministro sanitario no es otro que la falta de autonomía que tenía para articular políticas en su ministerio.
Por Salud pasan diversas cuestiones estratégicas. Desde el control de las obras sociales y prepagas por la Superintendencia de Servicios de Salud, hasta el diálogo con el PAMI y las distribuciones de medicamentos y vacunas por diferentes programas. La logística sobre este último punto nunca terminó de aceitarse.
Incluso, se podría decir que Russo quería avanzar con algunas políticas para auditar las licitaciones con empresas farmacéuticas: ¿punto de disidencia vital con Lugones?
El ministro saliente rompió todo tipo de lazos con el asesor cuando el jueves (el mismo día de su renuncia) envió una nota al área de Recursos Humanos para limitar las funciones de tres funcionarios, entre los que estaba Cecilia Loccisano, actual secretaria de Gestión Administrativa y técnica de confianza de Lugones. A través de su área se controlan cajas y flujos millonarios del ministerio. Desde la Casa Rosada le dieron el ultimátum: o daba marcha atrás o renunciaba.
En algunos pasillos del Ministerio de Salud se respiraba con cierto alivio porque las decisiones no tendrán que ser objeto de pelea entre el sector de Russo y el de Lugones. “Esto va a ser un ordenador de toda la gestión”, se sinceraba una alta fuente con El Cronista.
Caputo decidió que se trasparentara la situación y que fuera Lugones el que fuera a asumir como ministro oficial, evitando colocar a un “Russo” y que se generaran nuevos conflictos a posteriori. Esto resultó una novedad: el asesor presidencial tiene hombres propios en muchas partes de la Administración Pública, pero no tenía a un ministro que le responda directamente.
La pregunta inevitable que surge con este cambio es si esto puede replicarse para otros ministerios. Si pasa a posteriori es una incógnita, pero al menos ahora existe el antecedente. En Casa Rosada aseguran que no y repiten como un mantra que la renuncia fue decisión de Russo y no un desplazamiento. “Si se quisiese hacer eso debería aprovecharse a hacer un relanzamiento de la gestión”, reflexionaban en un despacho oficial.
Salud fue la muestra de lo que ahora se replica en otras áreas que también están intervenidas por el triángulo de hierro: también se pueden agregar a este pelotón el Ministerio de Justicia, que lo preside Mariano Cúneo Libarona pero donde pisa fuerte también su viceministro Sebastián Amerio -un caputista pura cepa- y la Cancillería Argentina, a cargo de Diana Mondino, pero con la injerencia explícita de Karina Milei a través del flamante secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, y la abogada Úrsula Basset.
En el caso de la cartera judicial, en la Presidencia le ponían dos principales objetivos a la tarea de Cúneo Libarona: que termine la implementación del Código Procesal Penal Federal a nivel nacional y que depure la Asociación de Concesionarios Automotores (ACARA). “Después de eso no sé qué puede llegar a pasar”, dejaba el misterio una altísima fuente de Casa Rosada. Milei ayer le valoró sus reformas y le dio un fuerte espaldarazo.
No pasó lo mismo con el caso de la canciller, a quien no mencionó en ningún momento de su alocución.
El de Mondino es un caso de larga data. A la canciller se le viene mellando con diferentes acciones hace tiempo: todas estas tienen el sello de la secretaria general de la Presidencia. En efecto, la inclusión de Basset, una abogada especializada en temas de Familia, como asesora de Mondino, tuvo la intención de filtrar de la agenda de la política exterior las cuestiones como “ambiente” o “género”, denostados por el círculo libertario por “vincularse” a la Agenda 2030.
El círculo karinista reniega del rol de Mondino: no la tiene en cuenta para que interceda ante situaciones clave (como cuando la hermana presidencial fue a disculparse con la Embajada de Francia por los dichos de Victoria Villarruel tras los festejos de la Copa América) y han relegado a funcionarios elegidos por su círculo (como el embajador ante la ONU, Ricardo Lagorio, a quien no le perdonan que haya militado por la candidatura presidencial de Horacio Rodríguez Larreta).
Karina Milei no tuvo en cuenta a la canciller para formar parte de la comitiva que viajara en chárter a la Asamblea de las Naciones Unidas: tuvo que ir en un vuelo de línea. También inaugurará importantes funciones de representación por la Fundación Argentina para la Promoción de Inversiones que le quitó a Mondino yendo el 5 de noviembre a Shanghái para un foro con inversores. Una funcionaria que continúa acumulando responsabilidades y que comenzó a levantar el vuelo: se sospecha cada vez más sobre si puede ser o no candidata el año próximo.
Fuente El Cronista