Leo tuvo una noche para el recuerdo frente a Bolivia en su regreso al país tras 333 días.
Lionel Messi te pasea por todas las emociones y por todas las vocales. Por la “a” que genera con un sprint o poniendo la pelota en modo sleep con el pecho. Por la “e” si recibe un patadón como el que le pegó Carmelo Algañaraz. Por la “í” de su apellido que se volvió mantra, o la “u” del tiro que Guillermo Viscarra le sacó del ángulo volando como Superman -y quedando nocaut como púgil amateur en su primera pelea profesional.
Pero lo importante pasa por la “o”. La que suele dividir masas, agrietarlas, o cohesionarlas por el grito de gol que Leo propició en el Monumental. Una, dos, tres veces. Organizando su recital allí donde Paul Mc Cartney despertó noches antes la nostalgia beatle.
Messi había dicho que estaba feliz de volver a jugar en la Argentina. Se notó: lo disfrutó, el capitán. Su primera búsqueda con una arremetida infructuosa fue señal de ello. Por eso en modo showman animó a 80 mil personas siendo telonero de su propio espectáculos.
Con sprints. Con pelotas profundas (una a Nico Tagliafico, bien anticipado; la otra a Julián Álvarez, quien no llegó). Enhebrado pases en los pocos ojos de aguja que dejaban las líneas bolivianas. Todo un preludio de la verdadera noche mágica.
Porque en el gol del 1-0 fue el Leo del Barcelona, flotando como 9, aprovechando una buena presión de Lautaro Martínez para luego meter la pelota entre Viscarra y su palo izquierdo. Interpretaciones que repitió en el segundo tiempo, cuando el partido ya estaba en zona de letargo, para ganarse la reverencia Monumental y cerrando el set con su gol 101 luciendo la #10. Otro dato made in Leo.
Porque en el segundo recibió como segundo punta aprovechando un pase de su copyright de Julián. Y cuando enfrentó al arquero, recordando que el #22 ya lo había asistido, devolvió el tac para que fuera el Toro el que disfrutara.
Y porque en el tercero lanzó un tiro libre cuando Bolivia transitaba un letargo poco frecuente en su repertorio de organización cuasi samurai. Y así le permitió a Álvarez ampliar al 3-0.
Messi fue Messi. El que la gente pagó para ir a ver. Si hasta gozó de la fiesta que él mismo animó. Lanzando un tiro libre que por el guantazo de Viscarra no acabó en golazo para el resumen de fin de año. Y también obsequiando postales: después de dejar tirado al arquero boliviano aprovechó para saludar a los hinchas de la Centenario baja y la Belgrano baja inferior.
Todo antes de reconstruir la charlita de Diego Maradona con Berny Ulloa en el Argentina-Inglaterra del 86, cruzando un diálogo ameno con el peruano Jesús Sánchez. Otra mágica para el compacto del diez.
Un Messi que volvió a jugar en el país después de más de 333 días. Y que descargó toda su nostalgia en un tiempo que fue show.
Fuente OLE