Pedro Calderón de la Barca , como es bien sabido, más que inventar, ordena, estiliza e intensifica una visión dramática del mundo y una técnica teatral recibida de Lope de Vega , llegando incluso a ser refundidor genial de obras lopescas, como ocurre, por ejemplo, con El alcalde de Zalamea . Dentro de los dramas calderonianos del honor, esta obra se entronca directamente con la conocida problemática del campesino cristiano viejo, con su variante del conflicto añadido de la oposición histórica entre militares y aldeanos («que no hubiera un capitán / si no hubiera un labrador»). Pedro Crespo, el protagonista, campesino rico, es además «de limpio linaje», elemento más que suficiente para permitirle defender su honor y su dignidad; la suma de tales características y la repetición escénica de las mismas traduce la búsqueda ideológica de un equilibrio, de un compromiso, para armonizar con las viejas estructuras monárquico-señoriales, pacíficamente y sin violencia, el ascenso del campesino rico.El argumento, tanto en la obra de Lope como en la de Calderón, se inspira en un ruidoso suceso histórico que ocurrió entre 1580 y 1581 durante las operaciones militares con ocasión de la elevación de Felipe II al trono de Portugal. La obra de Calderón de la Barca gira en torno a Pedro Crespo, un labrador que es nombrado alcalde de Zalamea. La trama se centra en la defensa del honor familiar después de que Isabel, la hija de Crespo, sea deshonrada por el capitán Álvaro de Ataide. Crespo, en su rol de alcalde y de persona del pueblo con sentido común, hace justicia ejecutando al capitán, enfrentándose a las tensiones entre los derechos del pueblo y los privilegios de la nobleza. Es precisamente el propio rey Felipe II el que, informado de lo sucedido, en su cualidad de juez supremo resuelve el conflicto en favor del oscuro magistrado plebeyo, nombrándole además alcalde perpetuo de Zalamea. Este drama resalta temas de honor, justicia y el poder de la ley frente a la autoridad militar.Calderón, que por lo general crea personajes conceptuosos y fantásticos, en este drama los pinta con una verdad y una vitalidad sin precedentes en la historia del teatro español. Este autor barroco concentra en esta obra todas las virtudes del gran teatro del Siglo de Oro y evita los defectos de corte y de medida que limitan en la mayor parte de los casos la eficacia poética y teatral de sus producciones. Es preciso señalar cómo en este drama Calderón ha sabido trazar, cual animado fondo de las estatuas gigantescas de los protagonistas, un coro con una muchedumbre de personajes menores, de figuras inolvidables, como la del noble soldadote don Lope de Figueroa, la de Don Mendo, hidalgo sin dinero y de aire quijotesco, la de su criado Nuño y la de Chispa, la avispadísima soldadera. Esta genialidad nos ofrece llamaradas de comicidad que rompen fugazmente la sombría atmósfera trágica que pesa sobre toda la obra. Claro que en el centro siempre veremos a un padre que se siente cruelmente herido en sus santos afectos, en la inocencia de su hija y en la pureza de su casa. En ese sentido se nos hace entender que la venganza que él toma brota de un sentimiento que es pura naturaleza; y por lo tanto superior a toda ley positiva y humana. Este sentimiento es universalizado por un arte que lo representa como experiencia individual y concreta. Hoy estaríamos hablando de violencia de género y de un modo impropio de impartir justicia. Pero sabiendo leer, un clásico siempre tiene vigencia y siempre aporta.La propuesta de Alonso de Santos, que fue estrenada en los Teatros del Canal de Madrid, es una producción con recursos; pocas obras, que no tengan la cobertura de un teatro público, se pueden permitir una docena de actores en escena . Con todo ello, la opción del director ha sido la de presentar las escenas de diálogo con un enfrentamiento estático entre los dialogantes, con la voz protagonista de Pedro Crespo frente a don Lope de Figueroa, el capitán, la hija, el hijo o Felipe II, subiendo el tono algo más de la cuenta, en algunos casos hasta el grito.La puesta en escena cuenta con un elenco excepcional, en el que sobresale por encima de todos Arturo Querejeta , que dibuja un Pedro Crespo villano, razonable, emocional, con empaque, en puro «estilo Querejeta» en el decir el verso clásico, en el moverse, en los gestos y en los más leves movimientos; este hombre hace bueno todo lo que toca y, si es un clásico, lo mejora. Esta interpretación será recordada sin duda . Daniel Albadalejo, como don Lope de Figueroa, mantiene el equilibrio y la altura en sus diálogos con el alcalde (quizá de los mejores de Calderón), pero no hubiera estado de más que ocuparan más el escenario. Estupendo también Albadalejo en el decir con sentido del ritmo sintáctico con total ausencia del sonsonete que en algunos casos se le da al texto en verso. Jorge Basanta, como Rebolledo e Isabel Rodes encarnando a la soldadera Chispa, aportan el contrapunto gracioso, la vitalidad y la espontaneidad; ella es la que da a las escenas un tono más movido, algo que acaso hubiera venido bien a todos los personajes. La hija de Pedro Crespo, secuestrada y violada por el capitán, interpretada por Adriana Ubani, vestida de blanco con un escote «palabra de honor» quizá queda muy contenida al principio y un poco deslavazada cuando tiene que contar la tragedia a su padre entre los grandes troncos secos de lo que se supone un bosque. Javier Lara, como el capitán don Álvaro de Ataide, muy bien en el decir y algo sobreactuado en ocasiones. El coro de actores acompañantes cumple el papel asignado con el hieratismo propio con el que se ha debido concebir la dramaturgia y con un sobrevolumen en el toque de tambor que, acaso por la microfonía, a veces era un poco exagerado. Lo mejor de la interpretación en su conjunto es lo bien que se ha entendido el texto calderoniano, uno de los mejores de su producción, junto con el de La vida es sueño.La escenografía responde a un buen diseño para configurar lugares diferentes sin tener que mover demasiados elementos, aunque lo mismo la acumulación de gordos troncos entrecruzados no aporte gran cosa para configurar un campo o un bosque.El público toledano, que aún siente lo calderoniano en sus entrañas, disfrutó del verso de un clásico muy clásico, se entretuvo y aplaudió con insistencia el buen trabajo de un espectáculo interpretativo sostenido en descollantes figuras de la escena.Título : El alcalde de Zalamea. Autor : Pedro Calderón de la Barca . Dirección y versión : José Luis Alonso de Santos . Intérpretes : Arturo Querejeta, Daniel Albadalejo, Javier Lara, Adriana Ubani, Jorge Basanta, Isabel Rodes, Andrés Picazo, Fran Cantos, Pablo Gallego Boutou, Jorge Mayor, Carmela Lloret, Guillermo Calero, Daniel Saiz y Alberto Conde . Escenografía : Ricardo S. Cuerda . Iluminación : Felipe Ramos . Vestuario : Elda Noriega . Dirección musical y composición : Alberto Torres y Alberto Vela . Producción : GG Producción Escénica . Escenario : Palacio de congresos El Greco .*Antonio Illán Illán es premio especial Teatro de Rojas 2024
Fuente ABC