Por Sergio Crivelli
El presidente empezó a incorporar macristas al gabinete. La estabilidad hace crecer políticamente al gobierno. Al contrario, en el PJ el liderazgo de Cristina Kirchner genera divisiones
Superado el riesgo de hiperinflación, fortalecida la política monetaria por la fuerte y sostenida baja de los dólares libres y neutralizado hasta el momento el problema de la escasez de reservas en el BCRA, el cuadro político comenzó a cambiar a pasos acelerados en las últimas semanas.
El liderazgo de Javier Milei se afianzó con los triunfos sobre la oposición peronista K en el Congreso, a pesar del reducido número de legisladores de La Libertad Avanza. El apoyo de Mauricio Macri fue decisivo.
La decisión en espejo de la Casa Rosada por esa ayuda fue la incorporación al gabinete de funcionarios ligados al ex presidente. Eso ocurrió en un área sensible, la Secretaría de Energía, que quedó en manos de María del Carmen Tettamanti. Para medir la importancia de la jugada basta remitirse a las palabras que pronunció anteayer Milei en IDEA. Vaticinó que el peso se va a “apreciar mucho más” porque hay “enormes oportunidades” en materia de Oil&Gas y se avecina una “tremenda oleada de dólares”. En el lugar en el que eventualmente se produzca ese diluvio lo va a estar esperando una funcionaria que reporta directamente al fundador del PRO.
La entrada de hombre y mujeres vinculados políticamente a Macri no se limita por lo demás a la Secretaría de Energía. Habrá también macristas en el directorio de YPF y del Banco Nación, si se cumplen las versiones que circulaban en la Cámara de Diputados hacia el fin de semana (ver “Un presidente para el Banco Nación”).
El éxito del plan de Luis Caputo no sólo impactó en el oficialismo; lo hizo también en la oposición reciclando a Cristina Kirchner que volvió al centro del escenario peronista para pelear por la presidencia del partido. El cargo tiene atractivo para ella, aunque su poder real es inexistente. Representa una “chapa” que exhibirá si, como todo hace prever, a mediados del mes próximo es ratificada judicialmente su condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por corrupción en la contratación de obra pública.
Si esto se confirmase, podría agitar la excusa de una persecución política y recurrir al argumento de la “proscripción”. Lo concreto es que para conseguir la presidencia del PJ entró en conflicto abierto con el gobernador Axel Kicillof. El día de la lealtad peronista hubo dos actos principales. Uno del peronismo de la capital, al que mandó un mensaje furibundo contra los gobernadores que no quieren saber nada más con ella y votan con el gobierno en el Congreso. El otro mensaje fue mudo. Lo mandó Kicillof desde Berisso al no pronunciarse en favor de la candidatura de su mentora política. En síntesis, para ratificar su liderazgo Cristina Kirchner expuso a la luz del día la hasta ese momento tácita división peronista.
Al calificar al gobernador bonaerense de traidor expuso también su debilidad. Ya no puede definir las candidaturas con un “tweet”. Por su parte, Kicillof quiere primero ver cómo evoluciona la economía y, segundo, ser él el que polarice con Milei, no la expresidenta.
En pocas palabras, esos tironeos adelantaron la interna por las candidaturas de 2025. Con su actual nivel de imagen negativa CFK no puede ser candidata, pero pretende llenar las listas con su tropa. A su vez muchos jefes territoriales se oponen a su “dedo” en vista de los que sucedió con Alberto Fernández, Boudou, Cobos, etcétera. Les sobran ejemplos de ese tipo de desastres.
Pero el problema de la dirigencia peronista no se limita a Cristina Kirchner y a su último gobierno. El problema es que no tiene otra estrategia para volver al poder que hundir el plan de estabilización y fomentar la ingobernabilidad. Cada vez queda más a la vista que el objetivo de sus bloques en el Congreso consiste en empujar el país nuevamente a la crisis, atándole las manos al presidente como ocurre con el proyecto para impedir que siga usando los DNU como lo hicieron todos sus antecesores desde Menem a Alberto Fernández. Con ese programa negativo por toda propuesta, recuperar el poder tendrá sus complicaciones.
La otra estructura partidaria nacional, la UCR, está más complicada que el peronismo. La facción de Martín Lousteau fue derrotada en la interna de la provincia de Buenos Aires por el sector de Maximiliano Abad. Lousteau no acató el pronunciamiento de los afiliados y concurrió a la justicia. Ahora quiere romper el bloque de diputados nacionales (que en los hechos vota como cualquier cosa menos como un bloque). Como el de los hermanos Manes el plan de Lousteau está más cercano al peronismo versión Massa que a la estructura radical. El centenario partido no sólo está dividido, sino que no sabe dónde ponerse para el año próximo en el que la polarización será muy fuerte.
Fuente La Prensa