Por Ricardo Roa
El nuevo hombre de la DGI fue un hombre de la SIDE en el organismo. Llegó de la mano de Leonardo Scatturice, otro ex agente que vive en Miami.
El General explicaba que los peronistas son como los gatos: cuando parece que se están peleando, en realidad se están reproduciendo. Una aclaración necesaria para no veteranos: los gatos a los que se refería Perón, eran eso, gatos.
Y si fuera por esto, puede ocurrir que la política se llene de gatos, no sólo el peronismo, porque hay peleas por todos lados, algunas a camisa arremangada y otras con sordina. Pero casi no pasa un día en el que el libro de pases no registre novedades.
Y todo, en el fondo, confluye en una apuesta: ¿Milei acertará, está acertando o no con la economía? ¿Todo? No todo. Cristina apuesta a algo personal: presidir el Partido Justicialista, que nunca le importó, y ahora necesita para intentar otra resistencia, cuando su condena por corrupción sea revalidada, como se supone, más la prohibición de ejercer cargos políticos.
Necesita el puesto y necesita todo el barullo posible para estar presente y denunciar bien arriba de los escenarios otra vez lawfare y persecución. Cristina nunca se sometió a una interna partidaria. Tampoco Kirchner, elegido por el dedo de Duhalde. Pero, cada tanto, en la política pasa que los hechos parecen producirse por cuenta propia, más allá de los dirigentes.
En la bolsa de gatos peronista están Cristina y Kicillof. El cristinismo instaló que ganará caminando y que, por eso y porque está flojo de papeles, el rival que Kicillof auspicia sin auspiciarlo, el Gitano Quintela, al frente de ese todavía agrisado peronismo que se le retoba a la jefa, terminará por bajarse del ring, aunque lo banquen Buenos Aires, la casi totalidad de la CGT y algunos gobernadores.
No se sabe. Una razón para que no ocurra: Cristina necesita a Quintela para legitimar su victoria. Lo que sí se sabe y se teme, es que esta elección que no entusiasma a nadie termine en un papelón: casi sin votantes, mostrando un kirchnerismo raquítico. Este viernes, el hermano de Wado de Pedro y mano derecha de Cristina, Ustarroz, visitó a la jueza Servini para hablar sobre la elección. De Pedro es amigo de Servini.
La Cámpora sigue su guerra contra los traidores. Lo único que les importa es la obediencia. El mismo Kicillof la sufrió el miércoles, cuando Saintout, que es ministra suya pero más militante camporista, le metió a la jefa Cristina en una fiesta por Carlotto. La dirigente de Abuelas, que precisa mantener buenos vínculos con los dos, tuvo que reconocerlo: fue un espanto.
Mientras el fluido estado político busca reacomodarse después, pero no muy lejos, de la sorpresa Milei, un candidato del presidente, Espert, al grito de Viva La Libertad, carajo, se metía por la fuerza en un centro de Mercado Libre, clausurado por el intendente de la Matanza. Cosas de la casta que los libertarios hacen suyas. Cada vez más seguido.
Milei, de pronto, dejó de hablar mal de Alfonsín. Además de gobernadores, coquetea o más bien seduce a dirigentes del otro tradicional gran actor de la política: el radicalismo, hoy en estado de fractura expuesta. ¿Dónde ponerse? ¿De qué lado estará el sol? Son preguntas de los radicales también. Podrían ser la fuerza bisagra y un partido liberal a la europea. Pero no.
Es una mala noticia para el sistema político. Un grupo de diputados rompió el bloque para armar uno disidente, con una característica insólita: responde al jefe del partido, el senador porteño Martín Lousteau. Si se repitiera la fórmula en el Senado, el presidente Lousteau podría pasar a integrar un bloque unipersonal, en contra de los otros senadores radicales. Se han visto cosas raras en la política, pero como ésta ninguna.
Todo seguirá igual, al menos hasta que la Justicia diga sí o no a la impugnación de las elecciones en Buenos Aires, perdidas por la línea Lousteau. Un resumen a trazo grueso de la discusión: el sector mayoritario, con los gobernadores salvo el santafesino Pullaro, coincide en que después de la catástrofe kirchnerista no hay restauración del pasado y que la responsabilidad de la oposición democrática es ayudar a que el presidente concluya su mandato. Del otro lado, Lousteau, Manes y Yacobitti, que simpatizan con una nueva avenida del medio, invento de Massa, agitan consignas como que los otros radicales están entregándoles el partido a Milei.
Hasta aquí nada que sorprenda demasiado. La sorpresa vino del lado del Gobierno con la extraña disolución de la AFIP y la más extraña aparición de algunos personajes. Uno es el nuevo jefe de la DGI, Andrés Vázquez, un agente de inteligencia que en el kirchnerismo fue hombre de la SIDE en el organismo, reportando a Francisco Larcher y Jaime Stiusso. En 2009 comandó el allanamiento al Grupo Clarín ordenado por Ricardo Echegaray, el pingüino de la primera hora que decía disponer de información más sensible que la de la propia SIDE, que entregaba a Kirchner.
Vázquez es contador y dirigió la estratégica Regional Sur Metropolitana, donde fue acusado de proteger a figuras como Lázaro Báez, los dueños del barco casino de Puerto Madero, Cristóbal López y Federico de Achával y el Zar del Tabaco, Pablo Otero. Lo corrieron pero se mantuvo en la Afip pese a que le encontraron cuentas secretas en el exterior. Eran del BNP Paribas, cuyos ejecutivos fueron procesados. Vázquez no.
Vuelve ahora al poder de la mano de Santiago Caputo, que actúa como jefe de gabinete sin ser jefe de gabinete. Esta vez tuvo problemas con la polémica designación: la ex jefa de la AFIP, Florencia Misrahi, debía firmarla y se negó. Tuvo que reemplazarla, de apuro, Patricia Bullrich.
Vázquez llegó por Leonardo Scatturice, otro exagente de inteligencia que empezó de policía bonaerense y trabajó para Fernando Pocino, jefe de los espías de Cristina. Vivió acá en el Faena, ahora vive en Miami, donde solía encontrarse con Vázquez. Dicen que no puede venir a la Argentina y volver a entrar a Estados Unidos.
Scatturice se dedica a negocios tecnológicos: aparece como CEO de OCP Tech, con vínculo con la norteamericana Cisco. Antes armó C3 Consulting, fue socio del agente de la CIA Frank Holder y protagonista de la compleja causa Dark Star, con espías espiándose entre sí en, entre otros negocios, el del fútbol. A veces pareciera que en algunas cosas el tiempo no pasara.
Fuente Clarin