Por Ricardo Kirchbaum
El Gobierno busca anular el peso del Congreso y aprovechar el “veranito” financiero. Antes de fin de año Mariano Cúneo Libarona sería reemplazado por Sebastián Amerio, su segundo.
El que calla otorga. El vertiginoso impulso desregulatorio que le imprime el gobierno a su gestión tiene un volumen que se asemeja al fenómeno de la “gota fría” que arrasó Valencia. Se trata del “silencio con sentido positivo”, es decir trámites que, si el Estado no responde, se darán por aprobado. Hay muchos rubros excluidos de esta modalidad que incluyó Federico Sturzeneger, pero también hay una enorme cantidad de cuestiones, muchas de ellas vinculadas con las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs), que podrán ser aprobadas con el simple silencio. En principio, una creativa maniobra para desenredar enredos. Pero también habrá la posibilidad que el “silencio” se asemeje a complicidad.
Para dar simplemente un ejemplo de la larga lista: transferencia de Licencias de Servicios de Comunicación Audiovisual o cambios de control accionarios en los servicios TICs. El espectro que alcanza este “silencio con sentido positivo” es enorme y variado, desde simple trámites engorrosos que se trababan en la voluntad de los funcionarios encargados de visarlos hasta muchos otros de gran importancia.
Quizá estos vientos desreguladores hayan inspirado un proyecto de by pass al Congreso –hasta ahora no ha superado esa condición– de nombrar en “comisión” a los dos jueces propuestos para la Corte, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla. Si se siguiera el camino de Macri para designar “en comisión” a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rossatti, luego corregido por el contundente voto en el Senado, el gobierno de Milei esperaría hasta que se retire Juan Carlos Maqueda, a fines del mes próximo, al cumplir 75 años. Se trataría de una decisión de muy fuerte repercusión política e institucional y esterilizaría los esfuerzos negociadores que se han establecido con el peronismo para lograr que al menos uno de los dos propuestos (léase Lijo) acceda al Tribunal Supremo.
En el Congreso se juega tiempo de descuento. Con el Presupuesto todavía en negociación abierta y la promesa de Mauricio Macri de bloquear cualquier intento de reglamentar los DNU, el gobierno cree que los astros se le siguen alineando. Puede todavía mantener con vida un presupuesto inexistente –el de 2023– y esperar que terminen las sesiones ordinarias.
Estos movimientos buscan anular el peso del Congreso y aprovechar el “veranito” financiero, impulsado por el blanqueo ahora extendido, y la confirmación de la baja de la inflación, factores que aumentan la euforia en Olivos. Algunos testigos de ese estado de ánimo presidencial que calificaron de “exultante”, también escucharon que la decisión de poner a Lijo en la Corte sigue intacta y deducen, por lo que se escucha en ese ámbito recoleto, que el diálogo de Milei con Ricardo Lorenzetti, el verdadero sponsor del juez federal, también sigue intacto.
En ese estado de efervescencia y optimismo, el procedimiento al que Milei echó mano para despedir a la Canciller se puede convertir en método: encontrar o preparar una excusa para sacarse de encima a un ministro. Algo tan viejo como la política. Mondino, ya se sabe y valga la ironía, no era Talleyrand, si es que alguna vez lo ha estudiado, pero es cierto que estaba rodeada e intervenida. Las constancias de que el voto contra el embargo a Cuba –ya una simple coartada para ocultar la inmensa ineptitud de la burocracia autócrata de la isla– tenía visto bueno de la Casa Rosada son contundentes como también lo es que ese voto era intragable para Milei. En todo caso, Mondino pagó los platos rotos de una política exterior en la que su ministerio tenía poca o ninguna influencia.Ilustración: Agustín Sciammarella
Solo que el inusual comunicado presidencial anunciando una “auditoría” ideológica de los diplomáticos ha cruzado un límite. Las policías del pensamiento son una rémora autoritaria que nada tiene que ver con los proclamados ideales libertarios que se dicen profesar. Esta decisión de votar siempre alineados con Estados Unidos e Israel ya tuvo varias contradicciones. Una de ellas: un nutrido grupo de diplomáticos se mostraron, entre ellos los embajadores norteamericano e israelí, apoyando postulados de la Agenda del Futuro, que Milei combate, en los jardines de residencia del embajador alemán en Buenos Aires. Los dogmatismos –como se vio y sufrió durante la gestión de Cristina Kirchner– terminan alguna vez volviéndose en contra de quienes quieren imponerlos.
La designación de Gerardo Werthein en reemplazo de Mondino es una señal inequívoca de la dirección que tendrá la política exterior. Es un embajador político pragmático y ubicuo: representó en tiempos del kirchnerismo a la Argentina en el Comité Olímpico. Y algunos fuegos y entusiasmos de entonces se recordaron ahora.
Además de su declaración de forma de que seguirá estrictamente la política exterior que diseñe Milei, existe la posibilidad de que el nuevo Canciller se intente sacar de encima el cepo impuesto desde la Casa Rosada a Mondino.
Así como la suerte de la ex ministra estaba echada antes de que se ejecutase su remoción, hay fuertes rumores que antes de que finalice el año haya otros cambios, entre ellos el de Mariano Cúneo Libarona en la cartera de Justicia y su reemplazo por Sebastián Amerio, su segundo.
Envalentonados, los diseñadores de las políticas de Milei están rearmando su artillería mediática. Aunque desprecian a los “medios tradicionales” y los reemplazan por el uso intensivo de las redes sociales, donde por ejemplo crucificaron cruelmente a Mondino mostrándola con el “Che” Guevara, no descartan avanzar en el terreno de los medios audiovisuales.
Es que la idea de hegemonía es la primera que aparece cada vez que un “brote verde”, por usar un término popularizado por Macri, les hace creer que se eternizarán en el poder. Una confusión que no es privativa de Santiago Caputo y su equipo. Es tan vieja como el tiempo: Alfonsín y Menem, también tuvieron ese espejismo y confusión.
Cristina al frente de su antes denostado Partido Justicialista será la principal contendiente de Milei. Pero el PJ, una cáscara vacía que por la cantidad de vicepresidencias y secretarías se parece a un antiguo Komintern, es un aparato electoral que ha perdido peso. A Cristina le sirve para su única política de polarizar con Milei, una alegría para la estrategia del actual presidente.
Kicillof sigue intentando resistir. Resumiendo, el gobernador bonaerense no peleará con Cristina pero, por ahora, no apoyará abiertamente, desafiando hasta el límite. Pero ponerse en víctima, solo eso, no sirve. Ya vimos la película de Alberto Fernández. El que calla, otorga, como decíamos al comienzo.
Fuente Clarin