Tiene nombre compuesto de telenovela y seguramente con su vida algún guionista esbozaría un serial. Manuel Reinaldo Méndez Serrano (Toledo, 1964) acaba de publicar su primera novela policiaca, ‘Paso corto, vista larga y mala leche’, que es también «el lema oficioso de la Guardia Civil , acuñado por esas parejas que recorrían a pie España». Lo explica este subteniente de 60 años ahora en la reserva activa, que con 18 primaveras ingresó en la academia de Úbeda del benemérito cuerpo sin hacer el servicio militar obligatorio porque es hijo de un picoleto que llegó a capitán. La novela relata el día a día de un equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil, cuya misión es dar apoyo a la Administración de Justicia a través de métodos de actuación y operaciones. La trama arranca en la Comunidad de Madrid, donde los agentes tienen que investigar un robo con intimidación y agresión sexual en el domicilio de un relevante miembro del Congreso de los Diputados . Una circunstancia que acaba complicando la investigación, desgrana Manuel, quien se autodefine como «un guerrillero» y que sólo usa teléfonos móviles analógicos. «Tengo cuatro iguales de mi época activa porque me cansé de los corporativos», admite.Con 19 años eligió Barcelona para su primer destino profesional porque allí, entre otras razones, se desarrollan las andanzas de Pepe Carvalho, un atípico detective privado creado por su tocayo Manuel Vázquez Montablán . Al año siguiente, toda su promoción fue enviada a las provincias vascas y Navarra para reforzar las plantillas. «Fuimos más de mil guardias civiles y a mí me tocó en la Comandancia de Vizcaya. Eran tiempos duros, los llamados ‘años de plomo’» . En dos de las cuatro unidades en las que estuvo sufrió atentados. «En dos de ellos, ETA asesinó a tres compañeros con un coche bomba. Y en los otros dos, lanzó contra los cuarteles de Guernica y Las Arenas unas granadas Jotake». En Guernica no hubo heridos, aunque las dos granadas lanzadas con un mortero artesanal atravesaron la pared del dormitorio del personal soltero. Mientras, en Las Arenas, la granada impactó en la puerta del cuartel, «hiriendo de gravedad a la hija de 9 años del brigada al mando de ese puesto».Un recuerdo «imborrable»Que asesinaran a sus tres compañeros sobrecogió enormemente a Manuel porque él había hecho decenas de veces idéntico servicio, los llamados rondines : la vigilancia de paisano y con un coche camuflado de los exteriores de los acuartelamientos. «Y había pasado por las mismas calles donde fueron detonados los dos coches bomba. Fue una lotería que no me tocara a mí y sí a ellos».«Es un recuerdo imborrable», remarca al referirse al teniente Ignacio Mateu Istúriz. Con él habló días antes de su asesinato en un atentado en el cuartel de Arechavaleta, en Vizcaya, cuando pisó una trampa bomba junto con su compañero, el guardia Adrián González. Mateu, un mito en el GAR -una unidad de élite de la Guardia Civil-, era hijo del magistrado José Francisco Mateu, a quien ETA también había asesinado a tiros. «Es el único caso en su sangrienta historia que la banda terrorista asesinó a un padre y a su hijo en dos atentados distintos», apunta Manuel. Pidió una excedencia con 27 años tras siete en el País Vasco y siendo cabo primero. Se marchó «quemado, amargado, con rencor» por no poder dar solución a todo lo que había visto. Y recalca la soledad que sufrían: «Si se veía un cadáver en el suelo, la gente cambiaba de acera. Estuve en varios entierros y poco menos que éramos los guardias quienes velábamos a los difuntos. Ni había un párroco para ofrecer una iglesia. En la sede del Gobierno Civil se instalaba la capilla ardiente, no en el pueblo donde eran asesinados; y deprisa y corriendo los llevaban a su tierra de origen y se acabó».Noticia Relacionada estandar No Tony, el funcionario de prisiones que escribe a compañeros en el día que fueron asesinados por ETA Manuel Moreno En el aniversario del crimen, este trabajador de la cárcel de Pamplona I lleva a la familia un texto hecho expresamente para el homenajeado, una cinta de la Virgen del Pilar y un ramo de floresCon los dos millones de pesetas que había ahorrado, Manuel se dedicó a viajar por América durante dos años. Cumplió así un sueño que tenía desde niño. Llegó en avión a Nueva York y recorrió 20 países en 20 meses sin subir a otra aeronave. Trenes, barcos, autobuses, taxis, a pie… Hasta se coló como polizón en un carguero en el puerto de Panamá para cruzar a Colombia, donde entró como ilegal, sin visado. «Fue complicado y tuve miedo» , resume, porque caminó solo por parajes infestados de narcotraficantes y paramilitares.Cuando el dinero se acababa, regresó a España. Eso sí, con una hepatitis que le hizo pasar una temporada en un hospital. Luego se reincorporó a la Guardia Civil, desechó volver al País Vasco y estuvo destinado en los juzgados de la plaza de Castilla, en Madrid, durante tres años. «Un solo día en un calabozo», afirma, «es como si estuvieras cinco o seis. Todos salen demacrados».Se encargó de la seguridad del edificio y de conducir presos, como a Blanca Rodríguez-Porto, quien fuera esposa de Luis Roldán: «Para hablar con su señoría me pidió, por favor, que no la esposara. Le respondí que no podía hacer una excepción porque la zona estaba llena de periodistas». Le impresionó Francisco García Escalero, el asesino en serie conocido como ‘el Matamendigos’, y hasta consiguió una maquinilla de afeitar a Jimmy Giménez-Arnau al salir de los calabozos. «Tenía una y se la di. El hombre era presumido».Ascendió a sargento y su siguiente destino fue la unidad fiscal del aeropuerto Reina Sofía de Tenerife, donde controló ‘vuelos calientes’, sobre todo procedentes de Venezuela. «Es triste porque, según bajaban del avión y estaban esperando en la cinta para recoger sus maletas, sabías quiénes traían droga» , relata. «Todos tenían el mismo perfil, con ropa nueva, una pequeña x en el pasaporte y no sabían el nombre de la isla a la que iban. Muchos eran desgraciados, pobres diablos, que lo hacían para ganarse un dinero con el pase. Impresionaban los muleros, que tragaban hasta 120 bellotas de cocaína, y yo les daba ánimos porque a lo mejor en prisión encontraban un trabajo».De las Canarias a Robledo de Chavela (Madrid), ya como comandante de puesto. Ese trabajo «no está pagado en pueblos pequeños. Tenía un teléfono corporativo y estaba colgado a él las 24 horas, los días libres no existían. Era duro a la vez que gratificante». Junto con el alcalde y el cura, «eres uno de los poderes fácticos» , dice Manuel, quien lo compara con los partidos judiciales pequeños, donde «el juez es aprendiz de todo, maestro de nada». A continuación, una década vestido de paisano en la Policía Judicial de El Escorial, «la mejor experiencia en la Guardia Civil con diferencia», pero a costa de su familia, que vivía en la provincia de Toledo: «Tuve que llevarme a mis hijos al levantamiento de cadáveres porque no tenía con quien dejarlos. O tenerlos en la oficina porque mi mujer no podía». Investigó de todo, desde crímenes a estafas bancarias o agresiones sexuales. Y también soportar el «chorreo» de los mandos por equivocarse . «Recogimos 17 colillas en un robo y tuve que responder por escrito porque hubo una errata ya que, al escribir la marca de cigarrillos L&M, puse un guion en lugar de &», recuerda. Y reivindica: «Pese a que el trabajo de ese equipo de Policía Judicial se ha multiplicado por cuatro, la plantilla no se ha incrementado en 40 años« . Estando en El Escorial, a Manuel lo seleccionaron para ser profesor en la academia de la Policía Federal en San Luis Potosí durante dos meses. En la Iniciativa Mérida, para la lucha contra el narcotráfico en México, compartió experiencias con agentes de su cuerpo, de la Policía Nacional española y colombiana, de la DEA o del FBI. Corría 2013. «No te puedes imaginar el miedo que daba ir a la academia con el convoy que se montaba. Eso no lo he visto ni en el País Vasco» , compara.Noticia Relacionada estandar No «Es deprimente; sólo hay una patrulla de la Guardia Civil para ocho o diez pueblos» Manuel Moreno Se acaban de incorporar 129 alumnos en prácticas en las cinco provincias de Castilla-La Mancha. Las asociaciones profesionales explican qué hay detrás de esta cifra: «Se tapan parches unos meses». Calculan que son necesarios unos 700 agentes en la regiónCansado y con ganas de cambiar de aires, prefirió no pedir favores y su ascenso a brigada le permitió regresar como funcionario a Carboneras, en Almería, donde su padre había estado destinado. Con la familia en Toledo, porque «no es nada aconsejable mover a un adolescente de un lugar a otro» , Manuel constató el aumento de la llegada a España de inmigrantes de manera ilegal: «La primera vez que estuve destinado, entraron doce embarcaciones en tres años. Tres años más tarde, intervenimos 75 en 16 meses». Trabajó después en la Comandancia de Toledo, donde se asentó en una oficina de la Plana Mayor, un órgano de apoyo a la jefatura y donde su actividad pasó a ser burocrática de lunes a viernes. «Gané en calidad de vida» , reconoce un hombre que, con sus informes, fue testigo del incremento de la delincuencia y la peligrosidad en la comarca de La Sagra. «Ha sido brutal en estos últimos años», afirma rotundo.Apoyado siempre por su esposa, María del Pilar, su vida profesional acabó en Alsasua (Navarra) , donde había estado viviendo y trabajando en los sangrientos ‘años de plomo’. «Me había ido con rencor hacia la sociedad vasca y al regresar sentí como si hiciera la paz conmigo mismo. Parece una frase cursi, pero es verdad. Tengo una sensación de liberación…», detalla quien en mayo, hace seis meses, pasó a la reserva habiendo cerrado un círculo.Un acicate para seguir escribiendo Manuel Reinaldo ya tenía tres libros editados: ensayos de viaje sobre México, Guatemala y Cuba. Con el segundo ganó el Premio Internacional de Literatura de Viajes Ciudad de Benicassim, 6.000 euros y su publicación, lo que «fue todo un acicate para seguir escribiendo». Ahora, en ‘Paso corto, vista larga y mala leche’ hay retazos de sus sentimientos y experiencias. Es una novela para ensalzar el trabajo diario de los equipos de Policía Judicial de la Guardia Civil, que luchan contra la delincuencia «con precariedad de medios». Y a esto sus agentes se sobreponen por «su capacidad de trabajo y espíritu de sacrificio», remata el escritor con nombre de telenovela.
Fuente ABC