Los últimos 10 días fueron para el presidente Javier Milei, probablemente, los mejores en lo que va de su gestión. Pareciera que alguien acomodó el arco contrario para que al Gobierno le entraran todas las pelotas. El mundo mira con cierta admiración la reducción de la inflación lograda por el Presidente.
Hasta el banco más grande de los Estados Unidos y una de las mayores empresas financieras, JP Morgan, habló en redes de los avances significativos que se alcanzaron bajo la gestión del Presidente Milei para abordar los déficits fiscales crónicos. De todos modos los números de la pobreza nos dejaron ubicados en uno de los países más desiguales. Más de la mitad de los argentinos no llega a cubrir las necesidades básicas.
En un raíd que comenzó con la baja de la inflación al 2,7 %, siguió con la invitación del presidente electo de Estados Unidos Donald Trump a su “presidente favorito” Javier Milei, a su casa, continuó con las bilaterales con los mandatarios chino, indio, francés (quien además ceno en Olivos y convenció a Milei de no romper el tratado del G20); tuvo el encuentro con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), luego de que el organismo hace muy poco destacara la recuperación argentina y se lució con la premier italiana Giorgia Meloni a quien invitó a comer a Olivos por fuera de la agenda oficial en la Rosada.
El presidente habló a principios de este mes del fin de la recesión, de la mejora en algunas actividades, de las lucecitas verdes.
Argentina con Milei comenzó a insertarse en un nuevo sistema internacional. La foto del G 20 tenía cierto aroma a BRICS (la alianza económica, política y social integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, de sus iniciales la sigla de la agrupación), que Milei tanto cuestionó en el inicio de su mandato. Pero el Presidente, como se escuchó estos días “se hace el loco pero no come vidrio”.
Pasó a hacer uso del pragmatismo más claro, priorizar el interés de su país por arriba de su ideología. Los países más desarrollados mejoran las condiciones de sus exportaciones luego de abastecer el mercado interno y profundizan las relaciones con sus principales socios comerciales (como lo es para Argentina Brasil, cuyo presidente Lula le puso mala cara a su par argentino, aunque entre ambos países se generó un acuerdo de alto voltaje con el convenio para exportarles parte de lo producido en Vaca Muerta).
0 China, país sobre el que Milei había advertido no hacer negocios por comunistas y hace pocos días estrechó su mano con el líder de la potencia, pensando en las exportaciones que Argentina realiza a ese país y la necesidad de la extensión del swap, pragmatismo puro. La realidad marca un camino, el Presidente elige seguirlo, y no le va mal.
De todos modos, la evolución en lo externo tiene que mostrar tarde o temprano su correlato en la situación interna.
Hoy la Argentina tiene el riesgo país más bajo en los últimos 68 meses. Más menos 720 puntos. El indicador mide el sobre costo de la deuda argentina con relación a los bonos del Tesoro de Estados Unidos, en definitiva es la confianza. Cuanto más sube el índice más temor y desconfianza.
Cuanto más baja, todo lo contrario. El país supo tener unos 4500 puntos básicos allá por el 2002 en la salida de la crisis post convertibilidad, y también conoció los 718 puntos básicos en marzo del 2019. Desde allí repunto incesantemente hasta hace un par de meses que comenzó a descender.
El 53% de pobres que marcó el Indec, es un dato brutal al lado de esta recuperación que empieza a mostrar la Argentina al exterior. El Gobierno confía en que ese número ya se ubica por debajo de los 50 puntos, aunque eso está por verse.
Los argentinos somos genios en la administración de la escasez, de esa habilidad dependerá en gran parte la salida.
Erradicar el mal endémico de un sistema productivo nacional que en muchos casos no fue lo debidamente eficiente y solo prosperó por las barreras proteccionistas será parte del desafío.
Se vienen tiempos de un sistema en el que quedarán expuestos los que no logren adaptarse.
La apertura a las importaciones es un hecho, con el consecuente riesgo al que se somete la industria nacional. De todos modos, la ecuación no resiste mucho análisis. ¿Se paga algo caro y malo o accesible y de mejor calidad? Ahí el desafío incluye al Gobierno.
Los estímulos y la baja de impuestos para el sistema productivo nacional son la opción para mejorar su oferta frente a lo que la Argentina empieza a recibir de afuera y con lo que va a tener que competir en calidad y precio.
La teoría del derrame está puesta a prueba. Para algunos en Argentina los crecimientos en, generalmente, los mismos sectores nunca derramaron nada. La mejora de la macro por sobre la micro solo produjo ganancias para los más ricos y generó más y peor desigualdad.
Para otros, el derrame es inexorable. Y esto se verá más temprano que tarde. En el medio el camino está lleno de dificultades, y exige una adaptación y reinversión permanente.
Las distancias son tan abismales que hablamos de un mercado virtual en el que un sector de la Argentina tiene cada vez más injerencia y donde una sola moneda bitcoin roza hoy el valor de los u$s 100.000 al mismo tiempo que la foto nos muestra un país con 16.000 pequeñas y medianas empresas menos y 250.000 puestos de trabajo perdidos desde que se inició el ajuste.
El camino elegido por el Gobierno nacional interpela permanentemente la creatividad de los argentinos, el que no se adapta y se reinventa pierde. La desregulación es un hecho. Hasta los sindicatos empiezan a entenderlo. Conciliar crecimiento con inclusión social vuelve a ser el desafío.
La paradoja argentina se dirime entre la pujanza exterior y la desigualdad interna. El punto será encontrar el equilibrio.
Fuente El Cronista