“La hipocresía es maquillaje en el alma”, dijo el papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles dijo: “La hipocresía en la Iglesia es particularmente detestable, y por desgracia hay hipocresía en la Iglesia y hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas”. Tal es el caso de Mendoza con el flamante titular de la Conferencia Episcopal Argentina, Marcelo Colombo.
El sumo pontífice definió la hipocresía como “el miedo a decir abiertamente la verdad, es fingir o aparentar para quedar bien a los ojos de los demás”. Yo diría que fue un gran mensaje para el arzobispo Colombo, y agregó: “que el señor, nos ayude a ser coherentes, a dejarnos de confrontar y a combatir con valentía todo lo que nos aleja de la verdad y de la fe que profesamos”. A llorar al calvario ahora.
Sin embargo, el Papa admitió a continuación que “cuando no se actúa de otra manera que no sea la verdad, se pone en peligro la unidad en la Iglesia, la unidad por la que el mismo Señor rezó”.
El titular de la Conferencia episcopal argentina, Marcelo Colombo, dijo sobre la pobreza: “Son números que nos preocupan. Ahora no nos toca pensar en nosotros mismos, sino pensar en las familias y en cómo sostener la acción de comunidad para que nadie pase hambre; que todo lo que sea reforma económica sea con la gente adentro y no con la gente afuera”.
Muy discordante, paradójico y hasta muy absurdos los dichos del arzobispo, tal vez y solo tal vez la minería hubiese sido un principio de ampliación y tal vez y solo tal vez un principio de solución en diversificación de la economía de Mendoza, hace 20 años atrás. Hay una gran frase que golpea justo en la mandíbula de algunos hipócritas. “No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”. Más claro, echarle agua.
Recordemos algunos titulares, cuando la iglesia era un actor importante en contra de la minería y de la mano de un arzobispo anti minero como Colombo. Traigamos a la memoria su pasado anti minero en la Rioja. En Mendoza, La Iglesia también se pronunció contra la reforma minera. ¡Un gran hipócrita nuestro arzobispo!
La hipocresía y el cinismo intentan ser el fruto caprichoso de relacionar la moral con la política. Como recompensa, lo raro es que mientras en términos prácticos la moral es una materia descartable; por otro lado, nadie, ni el político más inescrupuloso, ni el empresario más corrupto, ni el votante escéptico, ni la iglesia, van a decir una sola palabra en contra de la moral. ¡Hipocresía en su máxima expresión!
Los políticos, los funcionarios y la iglesia en conjunto, en Argentina, acostumbran apelar a formas hipócritas en cada uno de sus actos. ¿Por qué los argentinos aceptamos como habituales estos actos que ciertamente perjudican al país?
Colombo se reconoció “crítico” de los regímenes aplicados por el gobierno de Javier Milei y manifestó que “cuando analizamos una medida de gobierno lo hacemos en función de si está la gente adentro o afuera”. No lo leí ni escuché decir nada durante el nefasto gobierno de Fernández, Cristina y Massa, que dejó más del 50% de pobres y 15% de indigentes en nuestro país.
Además, subrayó que, para él, lo importante es que los trabajadores “puedan tener una perspectiva de mejorar su empleo para vivir mejor”. Insisto, tal vez y solo tal vez la minería hubiese ayudado a los deseos de Colombo. También le recuerdo que el sueño posible para toda democracia es dejar de justificar “el roban, pero hacen”. Eso es hipocresía, como la definió el Papa Francisco, quien expresó: “El miedo a decir abiertamente la verdad, es fingir o aparentar para quedar bien a los ojos de los demás”. Siempre es mejor y más sano para una democracia gobernar sin robar.
Colombo reconoció que “evidentemente gobernar no es fácil” pero puntualizó “no dejar a nadie afuera de lo que le corresponde”. Nunca lo leí o escuché al obispo decir nada mientras la condenada y sus condenados acólitos se robaban la nuestra. Yo le diría al papa Francisco que la hipocresía en la iglesia tiene la cara del titular de la Conferencia Episcopal Argentina Marcelo Colombo como mascarón de proa de la misma.
Para que sobresalga la hipocresía en la clase política, funcionarios, y en la iglesia de nuestro país, debe haber una ciudadanía que absorba como naturales estas acciones, y no los castigue como se merecen. La sociedad argentina tendría que aprender de aquellas sociedades que sancionan a aquellos que mienten y hacen de la hipocresía su principal arma política.
Por eso, se hace imprescindible un cambio en la mentalidad de nuestra sociedad, para que de esa manera también cambie la mentalidad de nuestra clase política, ya que los políticos son el fiel reflejo de la sociedad en la que viven. Si la plebe evoluciona, la hipocresía se socavará por sí misma, pero si seguimos como venimos hasta al presente, los hipócritas se seguirán alimentando y la decadencia argentina irá en aumento.
También la iglesia local sugirió abocarse en defensa del agua: “En el compromiso de la defensa del agua y de todo lo que tenga que ver con el bien común”. Le recuerdo al arzobispo que estamos tirando al mar 33m3 del preciado elemento gracias a la infamia, la mala leche y la salvajada de Don Alfredo y sus compinches. Tampoco lo escuché al benemérito eclesiástico ni a los inmorales de la asamblea del agua y sus cercanos decir una sola palabra, en defensa de portezuelo, aquella que otrora publicitaran como la obra del siglo.
Hablando de la hipocresía, la realidad hoy dice que el método de flotación que se emplea en la explotación minera, también emplea químicos, la falsedad a flor de piel y la hambruna en la máxima expresión.
Una ciudadanía indiferente, permisiva o cómplice con dirigentes ladrones, falsarios o corruptos no tiene destino, como tampoco lo tiene una clase dirigente estancada en el cinismo, la hipocresía o el “relato” que supone que todo le está permitido.
Sánchez Viamonte solía decir: manos limpias y uñas cortas. No pedimos que los políticos sean santos, pero que tampoco se parezcan a un capo mafioso. Debemos fijar a nuestros gobernantes los mismos derechos que tenemos en el ejercicio de nuestra vida tales como responsabilidad y sanas conductas previsibles.
Para cumplir con dichos requisitos no hace falta emular a la madre Teresa de Calcuta. Simplemente alcanza y sobra con ser decente. En una sociedad abierta sin ese mínimo piso moral no hay desarrollo ni equidad, ni justicia.
Finalmente, a despecho de autoritarios y poderosos, me permito expresar que la actuación de un periodismo profesional, objetivo y crítico constituye un pilar fundamental de la democracia, situación que tanto molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. ¡Hoy más que nunca!
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today