Fueron tres días, los del puente pasado, para armarse de espíritu navideño . Hay en el madrileño y en el foráneo una pulsión de luces que le lleva a la multitud. Involuntariamente se trata de reivindicar al otro, al extraño, al que no conocemos pero puede darnos la hora o entablar una charla mientras los críos, abrigados, esperan que un reno hable. Madrid tiene esa magia. Madrid es más Madrid en Navidad, aunque algunos tengamos estigmatizado al centro en estos días. Es un pecado de la edad madura, y hay que reconocerlo. Pero no tenemos ya el abeto para florituras. Y nos pesan las canas navideñas. No es espíritu navideño de lo que carecemos. Es de paciencia. Yo aún recuerdo mi primeras luces de Madrid, habíamos hecho un viaje frío desde Málaga, mi padre era joven, mi hermana en el carrito. Recuerdo una pensión de la Gran Vía, y una luz antigua y no vista que alegró al que iba a ser yo pasados los decenios. No recuerdo, si acaso, tanto bullicio.Noticia Relacionada LAPISABIEN opinion Si El Madrid de luces Jesús Nieto Jurado Como experiencia antropológica está bien y es recomendable meterse en Sol, quedarse sin cobertura, perder el móvil Sí entreveo un termómetro enorme y mareante, un alegre cansancio, y un frío en las mejillas que daba la vida. Mis padres quisieron darnos una Navidad plena, y yo me quedé obnubilado, a pesar de los angelitos, con el cartel de Tío Pepe. Tenía un tío yo, Pepe, pero no se parecía al de González Byass. Todo ese armazón de memoria ha venido a visitarme en el puente, cuando miraba las fotos del gentío sonriente. Apelotonado. Lo de siempre.Un kilómetro más arriba, en mi barrio, no hay ya esas multitudes. El viejo Argüelles languidece con la melancolía de los domingos que no son domingo. Los establecimientos que bajan por mi calle apenas han dejado un árbol de Navidad. Sube desde el Manzanares una niebla que arde de helor. Quién iba a decirme que ha vuelto a seducirme esta Navidad madrileña en mi segunda juventud.
Fuente ABC