“Llega diez minutos tarde”, le comenta un hombre molesto a su mujer mientras se apoya en la puerta del bloque de viviendas a estrenar que está a punto de visitar. La gente no para de llegar. Empezamos a contar: son 8, 9, 10 las personas que esperan a una tal Marta. “Es la comercial de la inmobiliaria”, responde un hombre que parece experimentado.
Todos los presentes quieren comprobar si se imaginan viviendo en esas cuatro paredes. O, por lo menos, eso parece a su llegada. El Confidencial acude de visita a un piso de nueva construcción en la Comunidad de Madrid. Esperamos en la puerta del bloque en el barrio de Villaverde. Intentamos encontrar un bar: el más cercano está a 10 minutos andando. Si quisiéramos coger el metro o un tren de Cercanías hay que echar a andar otro tanto. Eso sí, hay un bus que te lleva a Atocha. Según lo publicado en Idealista, su precio sobrepasa los 240.000 euros.
Cuando el hombre hace el amago de quejarse de nuevo, llega la famosa Marta. Pide disculpas —ya son 15 minutos—. “Tengo mucho lío, perdonad, pasad”, se excusa. “Primero os voy a enseñar el piso piloto y después os abro la primera planta para que veáis los distintos tipos de pisos que hay”, nos cuenta mientras sujeta la puerta para que podamos pasar todos a su hogar en pruebas.
No cabemos. En el pasillo nos dejamos pasar unos a otros, esperando apelotonados en las habitaciones para que el resto pueda cruzar el distribuidor y visitar el resto. “¿En serio?”, se pregunta con ironía la mujer que escuchaba refunfuñar a su consorte minutos antes. El hombre, resignado, no le queda más remedio que reírse con disimulo.
“¿Hay pisos de dos baños?, con uno se alquilan peor”, preguntan a la comercial
“Las habitaciones vienen con armario y os cabe una cama de noventa”, explica gritando desde el salón. Los presentes miran a las paredes suponiendo lo que dice con cara de circunstancia. Uno de los invitados se lanza a preguntar: “¿Hay pisos de dos baños?, con uno se alquila peor”, aquellos que pretendían comprar para vivir no pueden dejar de mirarse. Lo están pasando mal. Marta, responde encantada, parece habitual la pregunta: “Sí, sí, ahora en la primera planta os los enseño todos, porque siempre me decís lo mismo y luego os enamoráis del A”.
“¿Cuántas viviendas son?”, preguntamos. “Son 36, tengo 14 vendidas y alrededor de otras 6 o 7 apalabradas, se están vendiendo muy bien”, responde sin haber preguntado por los detalles. “Tenemos dos bloques más, pero esos son para alquilar, ya tres bloques nos parecía demasiado, es mucho que gestionar”, completa, sin que nadie se haya interesado.
“Aquí no cabemos”
Se escuchan voces en la habitación grande: “Esto no mide más de 3 metros de largo“, alguien está intentando proyectar el dormitorio. No lo consigue. “Es que aquí no cabemos, tengo que hacer obra”, le explica a su acompañante.
Otro se pasea con el móvil, está en plena videollamada, superando los decibelios de la educación: “Este no tiene bañera y el salón es amplio”, le dice al que parece ser su socio en el negocio del arrendamiento, según se concluye por lo comentando durante los primeros minutos del tour.
El espacio para la cocina y el salón “mide poco más de cuatro metros”. “Venga hombre”, responde indignada una visitante
La comercial da por concluido el paseo por el piso piloto. “Os voy a enseñar las zonas comunes”, adelanta. El edificio tiene un patio con arbustos y una sala común que han reconvertido en gimnasio al añadir un par de máquinas. El visitante en videollamada confirma lo que todos los presentes sospechaban: “Es un plus para el alquiler”, dice mirando a la pantalla del móvil, enfocando a la sala de máquinas. Parece que están decididos a comprar: les gusta lo que ven.
El free tour —no cobra por la visita— que se ha montado Marta sigue en la primera planta. En lugar de visitar Segovia, la comercial nos abre las casas de toda una planta—de la A a la F—. Nos deja movernos “con libertad”, nos vende.
Sin cocina pero “muy espaciosa”
En esta segunda parte nos libramos de los turnos, nos hemos dividido entre las seis viviendas de la planta. Los pisos tienen 75 metros cuadrados, pero alguno duda por las caras que se intercambian entre conocidos. Aunque lo intentan disimular, no tienen mucho éxito.
La cocina y el salón comparten espacio. El matrimonio, que perece tener experiencia en esto de buscar techo, se ha traído un metro: “Pisa ahí”, le dice él a ella. “Esto mide poco más de cuatro metros”, se refiere al espacio que comparten la cocina y el salón. “Venga hombre”, le responde ella, indignada, pero sin gritar demasiado, no quiere crear ninguna situación incómoda.
La representante inmobiliaria no está para la réplica. No está con ninguno de los interesados. Se ha quedado fuera, en el rellano. Está atendiendo al teléfono. Lo único que ha indicado al grupo es que la cocina viene sin amueblar, pero “es muy espaciosa”. “No te jode, no hay cocina”, responde otro invitado sin buscar respuesta, en voz baja.
“Fui a ver un piso que no pude comprar porque al terminar la visita uno de los que lo vio llevaba el dinero en una maleta, lo tenía allí mismo”
“Esto es otra cosa”, se escucha a lo lejos una voz entusiasmada. El hombre de negocios está contento, el piso que está visitando tiene dos baños: uno con ducha y otro con bañera. —“¿Quién pone bañera en un piso de 75 metros?”, le pregunta un chaval a su padre—.
En estos pisos no es posible distinguir qué habitación de las dos es la principal, sino fuera por la famosa bañera. “Para entrar a vivir aquí tendría que tirar este muro y quitar el baño, porque me quedo con el pequeño y consigo una habitación decente”, le sigue comentando a su padre. “Además, ¿cuánto me puede costar la reforma 20.000, 30.000 euros?, no me compensa”, zanja resignado. “No tiene ningún sentido, es nuevo”, completa su acompañante, también perro viejo en esto de mudarse.
“Se ha profesionalizado el mercado”
“Esto es cada vez más habitual”, señala Laura Barrio, socióloga de Ideas en Guerra, que intenta apuntar a las causas de la situación. El escenario es tan complicado que se produce un fenómeno en el que coinciden personas que buscan una casa para vivir e inversores en los mismos espacios. “A los comerciales no les sorprende cuando alguno de estos inversores les preguntan por cuestiones sobre cómo de difícil es alquilar por esta zona o preguntas del estilo porque están muy acostumbrados, pero, claro, si llega a la visita alguien que quiere comprarse su primera casa y no está habituado, pues es un shock”. “Yo he visitado muchos pisos y solo has visto un pequeño porcentaje de lo que hay, he llegado a estar en visitas que al final se ha dado por vendido porque uno de los clientes llevaba el dinero en una maleta, lo tenía allí mismo”, recuerda aún sorprendida.
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E. Sanz
Este tipo de clientes han aumentado en los últimos años. Según Tecnocasa, en 2023 los compradores que solicitaban una hipoteca eran el 57%, un porcentaje que se ha reducido hasta el 66% en 2024. A pesar de este dato, el perfil del comprador no ha cambiado demasiado. En torno a los 40 años, con un nivel de estudios medio-superior, que busca una vivienda con dos dormitorios, tiene contrato indefinido y pide un préstamo a más de 20 años.
La situación “sin duda, responde al cambio de paradigma” que ha sufrido la vivienda. Explica Barrio que “hemos pasado de una lógica basada en alquilar o comprar a una persona que nos iba a cuidar el piso, a profesionalizar el mercado”. “Esta profesionalización se podría haber acotado con una Ley de Vivienda que fuera capaz de desarrollar un régimen sancionador, por ejemplo, pero no la tiene, por tanto, los demandantes de vivienda solo pueden acudir a Consumo cuando sufren abusos”, “abusos como los castings de inquilinos, cobrar por organizar visitas…” y “sin darnos cuenta, estamos expulsando de acceso a una vivienda a muchas personas, porque cuando se ponen en marcha estas 7 pruebas de Heracles para que te alquilen un piso, pero, en realidad, lo que se está planteando es qué ejes de desigualdad eres capaz de sortear como candidato. No es lo mismo alquilar tu piso a una mujer que a un hombre, o a una persona que tenga DNI o NIE o, incluso, la edad, también es un factor determinante“.
Fuente El Confidencial