La Navidad ya ha cruzado su Ecuador, ya he dejado el pueblo y he cogido de sopetón el ritmo de la ciudad. Llegué pronto a Atocha desde el hondo sur, con una cierta nostalgia de Madrid que no sé muy bien si es ansiedad o un raro caso de síndrome de Estocolmo. Atocha es cálida o insípida, depende si se toma de salida o de reencuentro. Con la noche temprana, aún entre viajeros dormidos, me sigue dando un arreón de adrenalina. Es esa sensación no combatida del cateto que llega a la ciudad. No quería dormir tan pronto, y la cosa era pasear, pensar, dibujar en el aire frío de esta ciudad, con las primeras estrellas, lo que hago, lo que haría y lo que haré en el Año Nuevo. Mi Tito Miguel anda en Alicante , donde salta cuando Argüelles se le pone mohíno, y por eso estos paseos de loco solitario. Ocurre que yo conozco también ese ponerse mohíno de Argüelles, y quizá por eso, me dediqué, las últimas horas de las vacaciones, a pasear por un Madrid que solo veo de año en año. Calles lentas, pausadas, pero jóvenes. Antiguo barrio donde los empleados de la Renfe daban un sueñecito tras servir en los largos viajes borregueros. Donde hay torres, sí, pero también ladrillo visto. Noticia Relacionada LAPISABIEN opinion Si Taxistas de Madrid Aquellos primeros vehículos con una bandera de Rayo se fueron. Ahora son miradores andantes de la ciudadSi mi Argüelles ha perdido el latido, esta zona de Madrid, la cuadrícula entre Méndez Álvaro y Pacífico, tiene sus encantos. De repente me dio el barrunto de visitar el garito, ‘Al Octavo’, que ha abierto mi amigo Gerardo Hurlé en la calle Juan de Urbieta, que es nombre de vencedor en la Batalla de Pavía. Me crea sana envidia que mis amigos hagan precisamente lo que siempre he soñado: crear un pub, que es crear un ambiente, que es crear cultura. Tomé un vino viendo un vídeo de fútbol americano, y observado la felicidad de muchos de mi quinta. Alargué el vino lo que pude, pagué, y ya, cansado y solo, pedí un taxi como capricho navideño. El taxista, peruano del Perú como el burrito de César Vallejo, quería hablar: le conté cómo imagino su Lima. Me dejó, por los bulevares encendidos del domingo, en mi casa. Leí algo de Prada, lo nuevo, y soñé algo reparador que no recuerdo. Las Navidades son más llevables en un bar, en un taxi, en la cama. La cuestión es pasarlas, empachados ya de alumbrados. De remiendos, de muérdagos…
Fuente ABC