Por Joaquín Morales Solá
Los últimos días se parecieron a un curioso paseo por la paradoja. El lunes, el cuestionado nuevo director de la Dirección General Impositiva (DGI), Andrés Vázquez, con más pasado en el kirchnerismo que presente en el mileísmo, hizo circular la versión de que el gobierno de Mauricio Macri había protegido en la entonces AFIP a unas 50 personas y empresas intensamente vinculadas a los Kirchner. Fue una ofensa a la historia porque calumniaban directamente a Alberto Abad, quien fue el primer director de la principal agencia recaudadora del Estado argentino (ahora se llama ARCA). Cualquier interesado en las cuestiones públicas recuerda que Abad denunció en la Justicia a los principales empresarios kirchneristas (Cristóbal López, Fabián de Sousa y Lázaro Báez) por defraudación al fisco o por lavado de dinero. Macri enfureció en su madriguera de verano en el confín del sur argentino. “Abad es un señor”, estalló. Hay que preguntarse si el mileísmo es tan nuevo que hasta ignora lo que pasó hace apenas nueve años. ¿O, acaso, no lo ignora y busca bajarle el precio electoral al macrismo para una eventual alianza? Entre tanta necedad, hasta llegaron a confundir la AFIP con la UIF (Unidad de Información Financiera, que se encarga de investigar el lavado de dinero, no de recaudar impuestos) solo para difamar a quien fue también en tiempos de Macri su vicepresidenta, María Eugenia Talerico. Talerico es una mujer implacable frente a las torpezas institucionales del mileísmo, desde la postulación del juez Ariel Lijo, a quien ella investigó prolijamente, hasta los manejos secretos de Santiago Caputo con “los malos” de la política o la designación de Vázquez en la DGI. Vázquez no solo fue funcional al kirchnerismo; es también un funcionario con 35 años trabajando en el Estado que increíblemente compró propiedades en Estados Unidos por dos millones de dólares y no las declaró ante la Oficina Anticorrupción, como manda la ley. Vázquez parece tener una obsesión con el macrismo, como la tienen todos los que pasaron o pasan por el kirchnerismo. Esa facción política no le perdonará jamás al expresidente de Cambiemos que su gobierno le haya enviado información a la Justicia que terminó con la condena a prisión de Cristina Kirchner por corrupción.
El Gobierno se divide entre proacuerdistas y rupturistas respecto de Pro, pero también Pro está partido entre colaboracionistas y aislacionistas
El miércoles, cuando la distancia se tornaba irremediablemente infinita entre La Libertad Avanza y Pro, apareció Javier Milei y propuso una alianza electoral con Macri para “arrasar” con el kirchnerismo. ¿Cambia todo? La respuesta es relativa. Es una posición que Milei había expuesto en la intimidad en días anteriores, aunque en esas mismas explicaciones reservadas agregó que le faltaba convencer a su hermana, Karina, y a su asesor más estelar, Caputo el joven, porque ninguno de los dos veía la conveniencia de un acuerdo electoral con Pro. ¿Cómo? ¿No es el Presidente quien debe tomar las más importantes decisiones políticas? ¿O también cambió el orden de esas precedencias? En ese momento se vio el paisaje más perfecto de la paradoja. ¿Pro fue cómplice del kirchnerismo cuando estuvo en el gobierno, como deslizó la administración de Milei, o puede ser un aliado fundamental ahora para terminar con el kirchnerismo, como declaró el Presidente? Es improbable, si no imposible, que los mismos protagonistas puedan hacer las dos cosas. En lugar de exhibir esas contradicciones, Macri eligió jugar el juego de Milei, pero con algunas variantes. Directamente nombró a una comisión de los suyos para que negocien con el Gobierno una alianza electoral. La respuesta fue el desdén y estuvo a cargo del jefe de Gabinete, Guillermo Francos: que primero los macristas ayuden en el Congreso a aprobar leyes fundamentales (y que contribuyan a que les den acuerdo a los dos propuestos como miembros de la Corte, el discutidísimo Lijo y el intachable Manuel García-Mansilla) y solo después podrán, en algún momento impreciso, en algún lugar incierto, discutir una alianza electoral, apuntó Francos.
¡Están tan lejos del macrismo! Macri quiere discutir primero el “para qué” de una eventual alianza entre su partido y el partido de Milei. Lo dijo en su tuit, adornado con palabras amables. “Los nombres que podrían integrar las listas de candidatos son una cuestión secundaria”, suele señalar el expresidente. ¿Lo son? Eso depende de quién lo diga. Macri trata de huirle a cualquier candidatura legislativa (si es que hay un camino de huida), pero a muchos de sus legisladores se les vence este año el mandato y quisieran la reelección; otros dirigentes de su partido aspiran a ser diputados o senadores nacionales. Además. Macri siempre agrega que las cuestiones “institucionales y la transparencia” deberán ser temas para ese supuesto diálogo con los delegados del jefe del Estado. De todos modos, lo que nadie quiere decir en voz alta es que el gobierno de Milei no acepta ni aceptará una discusión con el macrismo sobre el contenido de una eventual alianza entre ellos. Arrasar al kirchnerismo, y punto. Las alianzas solo para tumbar a una facción política, sin un programa común que las sostenga, han tenido siempre un mal final. ¿Ejemplo? El último gobierno de Cristina Kirchner con Alberto Fernández y Sergio Massa. Los tres se odian, pero juntos derrotaron en su momento al gobierno de Macri, aunque después no pudieron administrar el país ni su crisis. De todos modos, esa fue –y es– la única propuesta de Milei a Macri. Arrasar a la señora de Kirchner y sus seguidores. Su hermana y el Caputo asesor van más allá: quieren esperar hasta mayo, cuando suponen que la economía crecerá satelitalmente y la gente estará más cariñosa con el Presidente. Entonces, infieren, una alianza con Pro no costará casi nada porque el macrismo no tendrá otra salida que acordar con ellos. “Saldrá barata”, se ufanan. Puros pronósticos políticos, aunque el decurso de la política es siempre un misterio dentro de un enigma.
En su lista de supuestos dialogantes con el oficialismo, Macri no inscribió a Diego Santilli, el último candidato a gobernador de Pro de la provincia de Buenos Aires en las elecciones del último año. Dicen que ahora Santilli está más cerca de Milei que de Macri. Santilli no tiene problema con los colectivos: cualquiera lo deja bien. Antes militó con Rodríguez Larreta, que lidera el sector más anti-Milei de Pro, y ahora no se acerca a Macri porque prefiere estar al lado de Milei. Algunos políticos confunden los principios con la acrobacia. La refutación de ese oportunismo la expresa Talerico, que decidió hacer una alianza propia como candidata a diputada nacional en la provincia de Buenos Aires porque no está de acuerdo ni con Macri ni con Milei. Con Macri la diferencian las prioridades. Para el expresidente, lo más urgente es impedir un regreso de cualquier alternativa del kirchnerismo o del populismo (“aunque tampoco a cualquier precio”, acostumbran a acotar los macristas). Para Talerico, la prioridad consiste en defender las instituciones y la transparencia en el manejo de la administración pública porque sin estas condiciones, señala, la economía estará siempre en riesgo. Lo mismo suele subrayar Macri. Talerico podría significar un riesgo electoral en la provincia de Buenos Aires porque sus potenciales votantes, pocos o muchos, pertenecen al amplio universo no kirchnerista, el mismo del mileísmo y del macrismo. Cristina cuenta los votos de uno. “Terminaremos juntos”, auguran los macristas, pero todo depende de qué haga Milei con Lijo, Vázquez, la Justicia y el aparato de servicios de inteligencia y de medios que, según Talerico, está armando Santiago Caputo. Talerico, que integra esa estirpe de mujeres que no transigen fácilmente, fue siempre una política más cercana a Ricardo López Murphy que a Macri.
El Gobierno está dividido entre proacuerdistas y rupturistas respecto de Pro, pero también Pro está partido entre colaboracionistas y aislacionistas. Mauricio Macri tiene entre los reacios a un acuerdo con Milei a su propio primo, Jorge, porque este está cansado del maltrato que Karina Milei le prodiga en la Capital con sus legisladores. Jorge Macri cree desde hace rato que Pro debería preservar el distrito donde nació, la Capital, con la candidatura a senador nacional en octubre próximo del propio Mauricio Macri. “Nadie le puede ganar a Mauricio en la Capital”, dice Jorge Macri. Es un pensamiento viejo, pero solo lo hizo público en los últimos días. El jefe del gobierno capitalino no es el único de Pro que promueve la soledad electoral antes que la confusión con el mileísmo, al que le reconocen sus éxitos económicos, pero le reprochan también su desprecio institucional y la indiferencia que les dedica a Pro y a sus dirigentes. “El interior del país está lleno de dirigentes que prefieren que vayamos solos”, dicen muy cerca de Macri. O que proponen firmar un acuerdo con el radicalismo, como lo acaba de sugerir Rodrigo de Loredo. ¿Para qué aliarnos con los que no reconocen todos los apoyos que les dimos en 2024?, preguntan los aislacionistas de Pro. Repasan: gracias a ellos (y, a veces, al radicalismo sensato, debe agregarse) se aprobó la Ley Bases de Milei, se impidió la derogación parlamentaria del megadecreto de necesidad y urgencia para desregular la economía, y el Presidente conservó el derecho de veto para los proyectos del Congreso sobre las jubilaciones y el presupuesto universitario. Macri nunca olvida el día en que debió convencer a la infatigable y carismática diputada de su partido Silvia Lospennato de que debía permitir el veto presidencial a un nuevo presupuesto universitario que presentó el radicalismo en el Congreso. “Soy hija de la universidad pública y el Presidente está vetando un presupuesto para esa universidad”, le explicó la diputada al expresidente, extremadamente emocionada. No obstante, Lospennato terminó votando para que el Congreso no desconociera el veto de Milei porque habría sido un pésimo mensaje a los mercados.
Al final de ese largo paseo por la singularidad, nadie sabe –ni siquiera Macri– si valen más las denuncias del Gobierno contra la administración de Cambiemos o las palabras de afecto de Milei hacia Macri. O si es definitiva la propuesta presidencial de alianza entre ellos, módica en sus propósitos, inmensa en su parvedad.
Fuente La Nación