Por Dr. Jorge Corrado* -Especial Total News Agency-
“Nunca hay viento favorable para el que no sabe hacia dónde va”
Séneca
Como expresamos en artículos anteriores, el conflicto es una construcción conceptual abstracta, no perceptible por nuestros sentidos. No así la violencia. En la presente nos adentraremos en el estudio de la misma.
Al tratarse de una conducta, podemos afirmar a priori que:
Violencia = Violencia Directa + Violencia Estructural + Violencia Ideológica
La violencia daña y destruye. Y estas consecuencias se extienden más allá de las muertes, de los heridos, de los secuestros o de la destrucción de tipo material. Hay resultantes invisibles al ojo humano, como los traumas, los odios, los resentimientos o los deseos de venganza que, en el largo plazo, pueden ser mucho más peligrosos que los primeros. A estas acciones que conocemos por nuestros sentidos y que ocurren a diario, le llamamos violencia directa.
Como sostén e impulso de este tipo de violencia directa, visible, se dan otros dos niveles de violencia. No ingresan a nuestra conciencia por medio de los sentidos, pero conducen e incitan a la violencia directa. Por ello deberían ser tenidos muy en cuenta por los responsables del área de seguridad, al abordar la prevención o resolución de los diversos conflictos.
Se trata de la violencia estructural y de la violencia ideológica.
La violencia estructural es aquella que se origina en la injusticia y/o en la desigualdad / inequidad de la propia estructura social o entre diversas sociedades.
La violencia ideológica es la que a través de la manipulación e influencia de determinadas ideas y acciones sobre una sociedad o “grupo blanco”, trata de legitimar la violencia estructural. Es utilizada hábilmente por personajes influyentes a través de los medios de comunicación masiva, con el objeto de adquirir y acrecentar cuotas de poder en el ámbito político, transculturizar o dominar, con fines que no se expresan.
La violencia directa es un acontecimiento físico, normalmente sangriento. La violencia estructural es un proceso o una situación, con altos y bajos y la violencia ideológica es una agresión indirecta, casi invariable y sutil a lo largo del tiempo, dado el ritmo dosificado y de lenta transformación que normalmente exige el objetivo que se persigue.
Crear y consolidar un estadio de Paz, fin último de cualquier Política de Defensa y de Seguridad, exige prever y evitar la violencia antes que aparezca o reduciéndola, en el caso de que se manifieste. Ello requiere la consideración de los tres tipos de violencia al mismo tiempo, en el planeamiento, hoy inexistente Superar a una de las tres, no conduce automáticamente a eliminar a las otras dos.
La violencia ideológica, la violencia estructural y la violencia directa, no pueden solucionarse solo con más violencia.
Ello llevaría a nuevas formas violentas y además escalaría a una espiral incontenible.
La forma de romper este círculo vicioso es recuperar la Cultura, la Ética propia y la estructura institucional y hacer operativos a los mecanismos adecuados para resolver los conflictos sociales, por medios no violentos. Ese mecanismo es el Sistema Político. Si éste se asienta en el Sistema Social, donde reside nuestra Cultura, nuestra Ética, nuestra Moral Pública y Privada, tendremos un correcto funcionamiento de la administración de la Paz. Podremos desterrar a la violencia.
Observemos desapasionadamente a través de estos conceptos de carácter teórico, a la realidad argentina actual y podremos comenzar a vislumbrar las causas de la tragedia cotidiana. Nos impresiona el descontrol de la violencia directa: asesinatos a mansalva, con o sin ocasión de robo, secuestros, zonas liberadas al narcotráfico, gran cantidad y variedad de armas, casi un centenar de agentes de seguridad muertos en lo que va del año – cifra que denota un estadio de guerra civil – organismos de seguridad totalmente desintegrados, tanto material como espiritualmente. En definitiva, una escalada de hechos violentos sin ningún tipo de previsión ni control.
De no mediar una reforma integral de nuestra legislación de Defensa y Seguridad, el caos de la desintegración social y la anarquía serán una dramática realidad.
La violencia estructural es cada vez más acentuada y profunda. Los niveles de pobreza de grandes sectores sociales, la marginalidad creciente, la constante desindustrialización, la pauperización de los sectores rurales – otrora poderosos – la falta de acceso a la formación espiritual de nuestros jóvenes, los crecientes índices de mortalidad y desnutrición infantil, el narcotráfico como único recurso de subsistencia de grandes sectores sociales, conforman un cuadro crítico y explosivo.
Pero es la violencia ideológica la más sutil y la más perniciosa de todas, dado que es la explota a las anteriores y la que está más estrechamente vinculada con el Sistema Político, del cual precisamente debemos esperar las soluciones. ¿Cuántas veces hemos escuchado a encumbrados representantes del sistema político justificar la violencia directa con los argumentos de la violencia estructural, instrumentando un contenido netamente ideológico? Este es el camino que hemos venido transitando desde los ‘80 y el resultado está a la vista: la sociedad anarquizada, la Instituciones vaciadas de contenido y el Estado desmembrado. Desembocaremos irremediablemente en el Estado Fallido. Gran parte de los medios de comunicación han servido a éste fin, aun y en particular cuando eran conducidas por el Estado. Y lo paradigmático del caso argentino es que los propios funcionarios encargados de esta problemática fueron y son al mismo tiempo dignos representantes de esta violencia ideológica, fundada en Antonio Gramsci y difundida por sus epígonos locales.
Solamente podremos contener a la violencia generalizada que hoy nos aplasta cuando nuestros líderes encuentren el camino de la Gran Política, que es visión arquitectónica del futuro, asentada en nuestra realidad y cuyo valor central es la afirmación cultural de la Nación, en el ámbito de una globalización imparable.
Ello nos permitirá abarcar y resolver nuestros sangrientos conflictos, alentados hasta hoy por los ideólogos transculturizados que blasonan de políticos. Los “revolucionarios” que hacen simplemente ideología y que se han infiltrado en el sistema, viven perdidos en el laberinto de sus utopías y los mitos consecuentes, sin alcanzar las esencias de las cosas.
Niegan aun aquello que tienen delante de sus propios ojos. Jamás se aperciben de “la realidad” porque sólo viven en “su realidad”, esa que está fatigando la paciencia de un pueblo que hoy “sobrevive” o “subsiste”, con graves dificultades y sin rumbo. Por ello queremos terminar estos renglones recordándoles a Cornelio Tácito (55 a.C- 117):
“La avaricia y la arrogancia son los principales vicios de los poderosos. Llaman falsamente paz a una servidumbre miserable.”
- El Dr. Jorge Corrado en Abogado, Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, profesor titular de la Universidad Católica de La Plata y del Campus Internacional para la Seguridad y Defensa, Sevilla, España.