A José Luis González (Villaluenga de la Sagra, 1957) le abonaron 800.000 pesetas -4.800 euros- por batir el récord del mundo de 1.500 metros en pista cubierta (hizo 3:36.03 en Oviedo en marzo de 1986) y el premio se lo dio íntegro a Martín Velasco «en reconocimiento a todo lo que había hecho por mí». «Fui el primer atleta que pagó a un entrenador», dice ahora, casi 40 años después. Martín Velasco, que este mes de febrero cumple 80 años, recibirá un merecido homenaje el próximo sábado por parte de sus pupilos, que son unos cuantos y que forman, sin duda, la generación de oro del atletismo toledano. Con la excusa de esta cita, cinco de los más destacados recuerdan en ABC aquella etapa dorada en la que, guiados por su magisterio, consiguieron resultados extraordinarios.«Martín fue el padre de todos. Yo estuve con él desde los 15 a los 35 años. No sólo te entrenaba, sino que te enseñaba a entrenar. Nosotros entrenábamos lento para correr rápido. No utilizábamos las zapatillas de clavos . Eso se lo explicabas a la gente y le salía humo por la cabeza. No lo entendían. El entrenamiento era por sensaciones, lo que no hacía nadie», cuenta González, quien, por ejemplo, se impuso dos veces en el mítico Madison Square Garden de Nueva York «sin pisar el tartán previamente».«Nos educó para ganar. Para Martín era más importante la victoria que la marca», afirma el de Villaluenga, uno de los mejores atletas españoles de la historia, con un palmarés admirable: medalla de plata en los 1.500 metros del Mundial de Roma de 1987 y cinco veces campeón de Europa en pista cubierta (tres en 1.500 y dos en 3.000), al margen del mencionado récord del mundo y de otros 23 nacionales. Asimismo, le suministraba «revistas para que me empapara» de las grandes gestas de Paavo Nurmi, Emil Zátopek, Peter Snell, Herb Elliott, Lasse Virén o John Walker.Ortega, Fernández Gaitán y González con Martín Velasco en el antiguo estadio de Vallehermoso (Madrid) en 1976, cuando los tres se proclamaron campeones de España en distintas pruebas cedida por ricardo ortegaEl contexto de entonces, sin embargo, se parece muy poco al actual. González trabajó en la fábrica de cemento del pueblo y no realizó sesiones de mañana y tarde hasta los 25 ó 26 años; no disfrutó de ninguna beca de la Junta de Castilla-La Mancha; y, por encima de los logros, se muestra orgulloso de haber contribuido a profesionalizar su deporte incorporando los fisioterapeutas o un mánager. Qué menos. Antonio Serrano (La Solana, 1965) lo corrobora. «Yo, con 18 años, ni me daba masajes y ahora tienen su nutricionista, su psicólogo… y no podía hacer series en una cinta en Sierra Nevada, aprovechando la altitud. De una lesión me recuperé corriendo en el agua y haciendo bicicleta. Tampoco existían las elípticas o las pesas», ilustra el primer español en bajar de las dos horas y diez minutos en maratón, tercero en el de Berlín de 1994 con 2:09:13 . A ello añade que «no tomábamos geles»; que «si antes había diez africanos por delante en el ranking, ahora son 300»; los avances en la tecnología, «que ayudan a ver la carga de trabajo»; y, por supuesto, la revolución de las zapatillas. Pues bien, en tales circunstancias, Martín Velasco «supo sacar rendimiento y jugo a lo que había en esa época», donde «creíamos a pies juntillas en los entrenadores». Serrano es el único que ha seguido sus pasos y no le va mal: a los recientes Juegos Olímpicos de París acudió con seis atletas (Irene Sánchez-Escribano, Carolina Robles, Marta Pérez, Adel Mechaal, la argentina Belén Casetta y el serbio Elzan Bibic).«Te frenaba…»Ricardo Ortega (Toledo, 1953), que también atesoró el récord nacional de maratón al completar el de Londres de 1983 en 2:11:51, relata que Martín, licenciado en Educación Física, «estudió en la Universidad Laboral de Córdoba, y allí empezó a jugar al balonmano y a hacer atletismo». Incluso entrenó a un equipo de balonmano femenino, llamado Medina Toledo, mientras que Fernando Fernández Gaitán sería el primer corredor a sus órdenes. Precisamente, Fernández Gaitán, Ortega y González se proclamaron campeones de España en distintas pruebas en 1976 con el mismo preparador, un hito para una ciudad de provincias. La temporada la dividían entre el invierno, cuando se ejercitaban en el Pinar de los Gavilanes, en la carretera de Madrid, en un circuito en plena naturaleza de un kilómetro y pico, y el verano, cuando ya sí tocaban la pista de la Escuela de Gimnasia. «Era muy comedido. Te frenaba si él creía que ibas más deprisa de lo que correspondía. Y luego tenía la visión de saber cuándo estabas recuperado. Gracias a eso, progresaba todo el mundo». Al igual que «conocía las condiciones del atleta y procuraba acomodar el entrenamiento a sus características. Las series nunca las hacíamos en un grupo mayor de tres personas».Martín, con algunos de sus atletas como González, Fernández Gaitán, Ortega, Sastre o Isabel en la Copa de Europa de clubes de cross de 1980, celebrada en Varese (Italia) Cedida por carlos martín-fuertesTras ser campeón provincial de campo a través en edad escolar, Juan Francisco Romera (Bohonal de los Montes, Badajoz, 1960), criado en Torrijos y con un «carácter aventurero», decidió «ver mundo». Alistado para la mili con los ‘Boinas Verdes’, residente luego en Londres y en un ‘kibutz’ de Israel, acabó en un marino mercante. La experiencia en el barco, «muy dura, carcelaria», le sirvió para descubrir que su lugar en la Tierra era volver al atletismo. Y siguió girando: Nueva York, Boston, Berlín, Tokio… pero haciendo lo que le gustaba. «Martín me puso en la órbita de la competición», desgrana quien, como Serrano y Ortega, ostentó el récord de España de maratón con los 2:10:48 de Londres en 1990 . Le duró dos años y medio largos, perdiéndose entre medias los Juegos de Barcelona, para los que estaba clasificado, por lesión. «Coincidimos atletas de varias generaciones, lo que implicaba que nos motiváramos más. Algunos entrenamientos eran auténticas competiciones entre nosotros. Teníamos un pique», desvela. Famosa es la anécdota de que hubo un tiempo en el que Romera, Serrano y Montero compartieron piso, propiedad de González, en el Casco Histórico de Toledo. Por tanto, triunfar en casa resultaba harto difícil. «Éramos rivales y, a la vez, amigos», subraya Juan Carlos Montero (San Pablo de los Montes, 1961), cuyo éxito en el otoño de 1988, quinto en el maratón de Nueva York, todavía no lo ha superado ningún español. Quinto también en Chicago y segundo en Hamburgo, «compaginaba, por momentos, el atletismo con la enseñanza» e insiste en que «no teníamos los medios de hoy». De Martín «destacaría su humanidad. Una persona muy cercana que valoraba más esto que los resultados. Entrenábamos atletas de diferentes niveles y no vi que nos tratara diferente. Y un orientador en mi vida personal: muchas de las decisiones que tuve que tomar se las comentaba. Podías hablar de todo con él, sabía adaptarse a cada uno». O como concluye Serrano: «Había un gran ambiente en el grupo. Una familia. Éramos felices entrenando, y eso para mí es lo más importante y lo que en la actualidad intento transmitir».
Fuente ABC