Las crisis en los gobiernos no siempre surgen de maneras previsibles, por lo general. A veces no es una escalada de la inflación, una devaluación, una corrida bancaria o una manifestación popular lo que complica los planes oficiales. Hay casos en los que un Presidente sufre por causas más difíciles de prever, errores no forzados: una foto sacada meses antes durante un cumpleaños o una entrevista con un presentador popular de televisión en la que el mandatario no ubica la salida. En este caso, un simple tuit un viernes por la tarde, después de que cerraran los mercados.
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A partir de ese momento, se desencadenaron distintos hechos que, poco a poco, comenzaron a jaquear al gobierno. A diferencia de otras situaciones, en este caso el problema no se logró encapsular a tiempo y la maquinaria comunicacional oficialista comenzó a correr la crisis desde atrás, sin poder retomar el control de la agenda de discusión.
Peor aún: por distintas causas alcanzó a las tres personas más relevantes de la administración. Al presidente Javier Milei, por la posibilidad de haber participado de una estafa; a su hermana Karina, acusada de pedir dinero a cambio de influencia; y a Santiago Caputo, a quien se lo vio digitar una entrevista televisiva.
Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, señala que una de las diferencias con otras crisis radica en que “en los casos anteriores estuvieron vinculados a decisiones políticas, como el recorte universitario o las jubilaciones. En este caso se está debatiendo la comisión de un delito por parte del presidente y su entorno”.
Según su visión, una crisis de comunicación demanda “transparencia, certidumbre y la construcción de alianzas que permitan recuperar la sostenibilidad”. En este sentido, cree que el Gobierno falló en todas esas variables. Sin embargo, añade que “su contrato electoral es justamente la ruptura de todas las formas tradicionales. Pero así como no cumplió con lo que demanda la comunicación tradicional de una crisis tampoco logró sostener una unidad narrativa en el relato y por lo tanto perdió el dominio del debate”.
Hacia el futuro, Waisgold cree que es poco predecible cómo continuará el desarrollo del escándalo “por la cantidad de actores involucrados y lo que hasta ahora parece ser la falta de reflejos del gobierno para operar en relación a esos actores. Si recupera los reflejos, el Gobierno debería volver al core de su narrativa confusionista y ofensiva y consolidar la construcción de alianzas que le permitan asegurar su sostenibilidad”.
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Carlos Fara, especialista en consultoría política y al frente de Fara Veggetti, desmenuza los traspiés del Gobierno a partir de que comenzó el escándalo, y sostiene que “el primer gran error fue el silencio de casi 72 horas. Ensayaron alguna que otra línea, pero estuvo el campo vacío para que la oposición y el periodismo desarollaran sus ideas”.
A partir de ahí llegó otro problema. Según Fara, la entrevista del lunes a la noche con Jonatan Viale “no fue bueno: no ayudó a aclarar y además, por supuesto, el trascendido de la edición del video. Fue una suma de varios días en los que no hicieron nada bien”. Según la visión del consultor, de extensa trayectoria en campañas, el gobierno debería haber salido rápido a aclarar y con algún vocero que no sea el presidente.
Por otro lado, coincide en que hasta ahora el Gobierno había logrado manejar la agenda e imponerla a la oposición la mayor parte del tiempo. Este caso, continúa, es novedoso porque es la primera vez en donde “la discusión no es sobre una política del Gobierno, que puede generar acuerdos o desacuerdos, sino que tiene que ver con una conducta del presidente que genera interrogantes”.
En esa línea, añade que no se trata de una cuestión estratégica, que buscó provocar polémica y una dinámica de buenos y malos, sino que se trata de dilucidar si Milei está involucrado en un negocio de dudosa calidad.
Respecto al futuro, Fara observa los distintos componentes que influirán. Por un lado, la Justicia puede generar novedades inesperadas. En ese sentido, recuerda que la causa de violencia de Alberto Fernández y Fabiola Yáñez tuvo como puntapié la acusación en torno a las contrataciones de seguros y viró hacia un lugar sorpresivo.
En segundo lugar, analiza que hay varios “personajes que hablaron, desmienten, van y vienen. No podemos descartar que alguien hable de más o tenga material que complique la situación, lo que podría abrir una caja de Pandora. Y finalmente está la Justicia de Estados Unidos, por lo que son muchos los elementos que están fuera de control”.
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Florencia Filadoro, consultora política al frente de Reyes Filadoro, coincide en que hubo problemas desde el punto de partida, y sostiene que “el principal error comunicacional del gobierno es haber permitido tanto tiempo vacío sin dar explicaciones a la opinión pública. En el medio se llenó de rumores”.
Además, sostiene que, durante ese silencio, no hubo voceros creíbles defendiendo la figura presidencial. Eso puede ser perjudicial, ya que se da lugar a que surjan versiones instaladas por opositores. “La primera reacción en redes tuvo poca fuerza. Solo se utilizaron argumentos ad hominem. Es decir, atacar al mensajero, en este caso la oposición, a la que se acusó de ser aún más corrupta”, añade.
Para Filadoro, el Gobierno ahora debe enfocarse en “correr cuanto antes el tema de discusión y dejar de hablar de Libra y la supuesta estafa. Sobre todo, para que no empiece a entrar la bala dentro del propio electorado. Es una carrera contra el tiempo”.
En este sentido, avizora que el tema va a seguir escalando ya que hay muchos actores involucrados, incluidos “influencers de las cripto, que justamente viven de comentar y tener visibilidad”, lo que puede implicar un riesgo de cara a las investigaciones judiciales en curso.
Fuente El Cronista