Por Ambrose Pritchard-Evans
Una explosión de keynesianismo militar de alto octanaje en el Viejo Continente cambiará por completo la configuración económica y geopolítica del mundo.
Han sido necesarios tres años, pero Europa por fin está poniendo su economía común en pie de guerra industrial. Las sumas de dinero son exorbitantes.
Un plan filtrado para el rearme alemán que circula en Berlín propone una ola de gasto extra de 400.000 millones de euros en defensa nacional, apuntalado por otros 500.000 millones para reconstruir la infraestructura de Alemania.
Otro plan filtrado revelado por el Corriere della Sera habla de convertir la industria automovilística italiana, que se encuentra en dificultades, en un ecosistema renovado de producción de armas, con subcontratistas en toda Lombardía y Véneto que abastecerían a las plantas de armamento alemanas de la misma manera que ahora suministran componentes de automóviles para Volkswagen, Mercedes y BMW.
“Está resultando cada vez más evidente para todo el mundo que el gasto en defensa es la forma de compensar las pérdidas de empleo en la industria automovilística”, afirmó Holger Schmieding, economista jefe del Banco Berenberg.
Lo que también se está volviendo obvio es que Donald Trump o bien quiere una victoria rusa en Ucrania , o bien está tan obsesionado con el reality show televisivo sobre su acuerdo de paz que destruirá, por enojo, el sistema de alianzas de Estados Unidos si eso le impide lograrlo.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea , se unió a la puja el martes pasado con un “Plan para rearmar Europa” de 800.000 millones de euros utilizando poderes de emergencia bajo el Artículo 122 de los Tratados, la respuesta inmediata a la indignación nocturna de Trump.
Se destinarán fondos a la defensa aérea, la artillería, los misiles y los drones, con el objetivo de aumentar el presupuesto militar medio de la UE en 1,5 puntos porcentuales del PBI en cuatro años. Los mecanismos son vagos, pero la dirección del proceso es clara.
VIRAJE POLITICO
Las enormes cifras que se discuten en Berlín habrían sido políticamente impensables hace una semana, antes de la pérdida total de la fe en la amistad estadounidense. Si se lleva a cabo en una escala cercana a esta, una explosión de keynesianismo militar de alto octanaje cambiará por completo la configuración económica y geopolítica del mundo. Todos deberíamos apostar por el auge que se avecina en Europa.
El primer ministro de Baviera, Markus Söder, es la veleta de nuestros tiempos y lidera el llamamiento a una revitalización total del poder militar alemán junto con una disuasión nuclear conjunta con Francia y el Reino Unido.
“Necesitamos una fuerza de 100.000 drones, 800 tanques nuevos, 2.000 misiles Patriot y 1.000 Taurus solo para Alemania, como escudo protector como la Cúpula de Hierro. Solo los fuertes serán tomados en serio”, afirmó.
Europa se encuentra hoy en día en una situación similar a la de Estados Unidos en 1939, cuando el presupuesto de defensa estadounidense representaba el 2% del PBI y el minúsculo ejército estadounidense estaba al mismo nivel que el belga. El gasto aumentó al 5,6% del PBI en 1941, al 16% en 1942, al 35% en 1943 y alcanzó un máximo del 41% en 1945.
El ascenso fue liderado por William Knudsen, de General Motors, el coloso empresarial de la época, que aceptó el trabajo en el Departamento de Guerra de Estados Unidos por un salario patriótico de un dólar. Las tareas se dividieron. Ford construyó la fábrica más grande que el mundo haya visto jamás en Willow Run, Michigan, capaz de producir un bombardero B-24 Liberator de cuatro motores cada hora en 1944.
Chrysler fabricó el tanque mediano M3 durante el gélido invierno de 1941 en una fábrica que aún carecía de paredes. El Chrysler M4 Sherman, con un motor alimentado por cinco motores de seis cilindros soldados entre sí, se convirtió en el caballo de batalla de los batallones blindados aliados y se suministró a los británicos, canadienses, polacos y franceses libres.
Hoy la tecnología es más compleja; pero la idea sigue siendo la misma. “No serán fábricas de automóviles las que de repente fabriquen tanques, pero los proveedores tendrán mano de obra calificada que se pueda trasladar al sector de defensa a medida que la industria automotriz se reduzca”, dijo Schmieding.
Fue la guerra -no el New Deal– lo que sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión. La reactivación militar podría tener el mismo efecto en una Europa atrapada en el derrotismo económico y en la impotencia acumulada durante dos décadas. Es una manera de lograr el crecimiento acelerado del Plan Draghi por otros medios.
FALACIA MODERNA
El equilibrio entre defensa y bienestar es una de las grandes falacias de la política moderna.
Gran parte de la tecnología que sustenta la hegemonía económica de Estados Unidos tiene su origen en el Pentágono: Internet fue una rama de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada, concebida inicialmente como una red de computación dentro del complejo de defensa de Estados Unidos que pudiera sobrevivir a un primer ataque nuclear.
Silicon Valley, que en su día fue un huerto de damascos y producía un tercio de las ciruelas pasas del mundo, empezó a fabricar radares y equipos aeroespaciales para el gobierno estadounidense en la década de 1940. Luego se dedicó a los circuitos integrados que necesitaban la NASA y el Pentágono durante la Guerra Fría. Los orígenes de Google se remontan a las subvenciones que recibía de agencias estadounidenses para la vigilancia de inteligencia.
Un estudio de los países de la OCDE publicado por la Review of Economics del MIT en enero concluyó que el gasto gubernamental en investigación de defensa impulsa un rápido crecimiento de la productividad al atraer una mayor inversión privada.
La moraleja de la historia es que Europa puede matar dos pájaros de un tiro, derrotando al mismo tiempo la crisis permanente en su interior y el imperialismo depredador de Putin en el exterior.
En Gran Bretaña. Sir Keir Starmer ha proclamado el nuevo Evangelio, describiendo su Estrategia Industrial de Defensa como la punta de lanza del crecimiento económico y un camino hacia el liderazgo en IA y computación cuántica.
El plan alemán de rearme militar y económico fue elaborado por cuatro institutos importantes de todo el espectro político, diseñado para mantener unidos a los demócratas cristianos y a los socialdemócratas en una gran coalición.
El canciller en espera, Friedrich Merz, ha abandonado dos de sus doctrinas políticas fundamentales en cuestión de días: un defensor de toda la vida del atlantismo prácticamente ha renunciado a Estados Unidos, y un campeón del rigor fiscal ordoliberal está de repente buscando formas de borrar las limitaciones de la deuda constitucional alemana mientras todavía hay una oportunidad en el viejo Bundestag.
Una vez que el nuevo Bundestag tome el poder a finales de marzo, los simpatizantes de Putin, tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, tendrán los votos para bloquearlo.
Europa encontrará el dinero para las armas porque tiene que hacerlo.
La UE tiene una línea de financiación de 90.000 millones de euros sin utilizar procedente del plan de recuperación del covid-19 que puede. Tiene, además, 200.000 millones de euros de activos rusos congelados que probablemente se utilizarán para pagar el envío de armas a Ucrania y reforzar la formidable industria armamentística ya creada por los propios ucranianos, y que no debe permitirse que caiga en manos del Kremlin.
La mitad de la tarea consiste en convertir a Ucrania en “un puercoespín de acero”, en palabras de Von der Leyen.
La coalición de los dispuestos tendrá que rearmarse principalmente fuera de la estructura de la UE, dados los vetos de Hungría y del bloque rusófilo.
Se necesita una emisión de deuda conjunta para proteger a los Estados altamente endeudados de un ataque al mercado de bonos, pero esto se puede hacer a través de una nueva agencia similar a los bancos de desarrollo, y debería incluir al Reino Unido, Noruega y Canadá.
Los detalles son triviales. La OTAN, que no pertenece a Estados Unidos, tiene un PBI combinado de 30 billones de dólares, 14 veces la economía rusa.
Puede llevar a Putin a la mesa de negociaciones golpeándolo en dos frentes a la vez: a) mediante una carrera armamentista que Rusia no puede permitirse; b) asfixiando los ingresos petroleros de Putin paralizando su flota oscura mercenaria de petroleros en el Báltico y equipando a Ucrania con misiles capaces de alcanzar las terminales petroleras rusas en el Mar Negro.
El peor de todos los resultados es una falsa paz que neutralice a Ucrania y deje a Putin libre para reconstruir su maquinaria de guerra mientras sus fábricas de armas funcionan a todo vapor.
Esto le permitiría inventar una historia de abusos contra los rusos étnicos en los países bálticos como pretexto para nuevos ataques antes de que Europa sea lo suficientemente fuerte para mantener su posición.
La coalición de los dispuestos debe actuar ahora con la velocidad del rayo. De lo contrario, Putin puede verse tentado a atacar mientras mantiene una ventaja perecedera. Nos estamos acercando al punto de máximo peligro.
* (c) The Daily Telegraph