Desde su asunción, Javier Milei ha sostenido una imagen de liderazgo disruptivo, basado en el combate contra “la casta” y la promesa de un cambio radical. Sin embargo, durante marzo se están produciendo alteraciones importantes: su imagen sufrió un deterioro significativo y la percepción sobre la situación del país también se resintió.
Según Opina Argentina, la imagen positiva del presidente cayó seis puntos porcentuales, alcanzando su nivel más bajo desde octubre del año pasado, pasando de 54 a 48%. Pero más allá del número, que aún sigue siendo alto, el dato clave es si nos enfrentamos a un cambio en la percepción de la sociedad sobre Milei o solo a una caída de la valoración de su imagen de la que se puede recuperar en no mucho tiempo, tal como sucedió en septiembre del 2024.
Durante el primer año el gobierno libertario se caracterizó por un control casi total de la agenda pública, tanto en lo que refiere a los aspectos políticos (la descalificación de todo aquel que se le opusiera con el adjetivo de casta en oposición a su pureza) así como en los aspectos económicos (la centralidad de la lucha contra la inflación y el reconocimiento de propios y ajenos respecto del éxito en esta pelea). Sin embargo, la crisis detonada por el criptogate es quizá la primera oportunidad en que el gobierno se sitúa en una escena adversa frente a la opinión pública sin que existan adversarios a quienes enfrentar. Es el gobierno contra el gobierno, es Milei contra Milei. Un presidente que participa, voluntaria o involuntariamente, en una estafa con criptomonedas, un ámbito que supuestamente correspondía a su máxima expertise, golpea indefectiblemente su narrativa y sus credenciales de imagen ante la sociedad.
Pero de la Casa Rosada los problemas no se agotan en el cripto-escándalo. También la polémica designación de jueces por decreto y el caso Manes en la apertura de sesiones ordinarias fueron factores que pueden haber afectado su credibilidad, y sin duda es posible que expliquen parte de esta recaída. ¿Pero podría ser el trasfondo de algo aún más complejo? Los datos de la última encuesta nacional de Opina revelan que la evaluación sobre el presente y el futuro del país también cayó. Un 46% de los encuestados cree que la Argentina está peor que hace un año, y el optimismo a futuro, si bien mayoritario, muestra signos de desgaste desde el mes de enero.

Javier Milei
Es posible entonces que los problemas vinculados a las dimensiones políticas e institucionales también vengan asociados a una modificación en las expectativas económicas. Milei llegó al poder prometiendo un ajuste “sin dolor” pero el impacto en la vida cotidiana se vuelve evidente. El 45% de los consultados cree que la Argentina estará peor dentro de un año, un número en aumento respecto a mediciones anteriores. Este desencanto puede explicar por qué su imagen no solo se resiente entre neutrales u opositores, sino que también lo hace dentro de su propia base de apoyo.
A pesar de este desgaste, el oficialismo sigue siendo la primera minoría en intención de voto (38%), con el peronismo (32%) como principal amenaza. Es decir, hay una caída en la imagen de Milei, pero aún no se traduce en una fuga masiva de votantes.
Otro punto clave es el cambio en el debate público en relación a la oposición. Hasta ahora, como ya señalamos, el gobierno había logrado controlar la agenda política, instalando su narrativa sin mayores resistencias. Sin embargo, el criptogate abrió una brecha en ese control, permitiendo que la oposición encuentre nuevos recursos discursivos. Prueba de ello es el discurso de Apertura de Sesiones Legislativas: la mitad de los encuestados lo desaprueba, y ni siquiera logró un apoyo unánime dentro del electorado macrista. Un diputado opositor con una constitución en la mano obtuvo más atención que el propio discurso presidencial.
¿Estamos ante un punto de inflexión? Si la caída en imagen se profundiza y el malestar económico crece, el escenario puede volverse más inestable. Pero si la oposición no logra canalizar este desgaste en una alternativa creíble, Milei podría sostenerse en su núcleo duro, incluso con una imagen golpeada.
En política, y más en este mundo hiper-digitalizado y conectado, la percepción de la realidad es casi tan importante como la realidad misma. El deterioro de las expectativas y el humor social, por ejemplo, pueden generar ruidos en el plano financiero o ser causa de esos ruidos, y este es un aspecto que este gobierno debe intentar cuidar de forma especial, caso contrario pueden producirse nuevos inconvenientes en la economía real.
En definitiva, sin control de la narrativa y de la agenda pública no hay éxito político posible. Milei no debería dormirse en los laureles del buen 2024 que supo redondear. 2025 comenzó con diversas alertas en su tablero de control. En los próximos meses sabremos si estamos ante una turbulencia pasajera o ante el inicio de un nuevo ciclo de desgaste e inestabilidad.
Fuente El Cronista