Hace ahora 5 años, el 14 de marzo de 2020, se decretó el primer confinamiento por la pandemia del Covid . Una decisión que dio un vuelco a las vidas de los ciudadanos. Personal sanitario, hosteleros y representantes del mundo del arte, que en su día se enfrentaron cara a cara con el virus, recuerdan para ABC aquellos días, aún conmovidos por lo que ocurrió pero con la mirada puesta en el futuro.Cristina Carrero: «La adrenalina te supera y dije: «Voy para allá»»La vivencia de la pandemia en los hospitales está archicontada; fue terrible en todas sus vertientes. Pero también hubo mucha implicación de Atención Primaria: de allí salieron los voluntarios que trabajaron en el Hospital de Ifema. «Era la primera vez en 30 años que salíamos de Primaria para ir a hospital», recuerda Ignacio Sevilla, médico de familia en el centro de salud Los Alpes (San Blas). El primer día, «llegué a las 7.30 de la mañana con un fonendo y un pulsioxímetro –para medir la saturación de oxígeno–». Así comenzó su experiencia en el hospital de campaña, que define como «bonita e intensa, pero dura».El miedo ante un virus desconocido y que mataba, no sabían aún cómo, era inevitable. «Pero la adrenalina te supera y dices. ‘Voy para allá’», relata Cristina Carrero, enfermera de prevención y promoción que también se fue a Ifema en cuanto se lo propusieron. A enfrentarse allí a «un virus puñetero; estabas con un paciente, aparentemente estaba todo bien, y de repente, fallecía». Juan Antonio Sarrión, director técnico de gerencia de Atención Primaria, no se olvidará nunca de aquella situación: «Íbamos con los EPIs y cinco pares de guantes; no se podía estar más de 4 horas dentro. Poco a poco le fuimos cogiendo la medida al virus».Los ingresados lo pasaban peor, «sin saber, sin móviles, sin baterías… algunas veces separados de sus familiares, que estaban en otros centros. Hubo casos en que se enteraron de su fallecimiento estando allí». Sarrión recuerda sobre todo los ejemplos de solidaridad: ciudadanos que «llegaban con tablets para que los pacientes pudieran comunicarse con sus familias»; un taxista que se presentó «con todo el coche plastificado por detrás, ofreciéndose a llevar a los sanitarios a sus casas», interviene Cristina. La lección que todos extrajeron: juntos se trabaja mejor.Quienes se quedaron en los centros de salud no lo vivieron con menor intensidad: «En el primer caso que nos llegó con Covid, al paciente le tuvimos encerrado para que vinieran a llevárselo; no conocíamos la gravedad de la patología», explica Lourdes Botanes, responsable de Enfermería en el centro de salud Los Alpes. Luego ya era un número tan grande que no había forma de aislarlos. Tras decretarse el confinamiento, el ambulatorio no cerró: «Ni los fines de semana; estábamos dentro atendiendo por teléfono para valorar los casos más graves, que visitábamos a domicilio», cuenta la directora del centro, Mariló Martín. «Es que el resto de enfermedades no pararon: los crónicos, los del sintrón, que no querían ni acercarse…», dice María del Mar Jodar, responsable de la unidad de atención al usuario.Su papel fue esencial: «Éramos la primera línea, el muro de contención para el hospital; no podíamos colapsar», apunta Mariló Martín. La normalidad tardó en volver. De hecho, indica Lourdes Botanes, «hemos tenido que salir un poco a la busca del paciente crónico, porque se empezaban a abandonar por miedo». Si llegara otra pandemia, cree que «esta generación estaría preparada, porque la hemos vivido». Pero si pasan cien años, «entonces nada: la de 1914 la vivieron nuestros abuelos y nosotros no supimos responder ahora». El doctor Sevilla se despide con una recomendación: «el virus sigue ahí y está matando más que la gripe; hay que seguir protegiéndonos, sobre todo los vulnerables, no dejen de vacunarse».José Antonio Aparicio: «Cada mañana abría el excel, el extracto del banco y el BOE»Llegaba del despacho de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, donde había sido llamado junto a otros representantes de la hostelería regional para buscar fórmulas para hacer llegar la comida a los beneficiarios de becas de comedor en los colegios, recién cerrados. Confiesa que venía aún impactado por las primeras cifras de fallecidos, que habían conocido en aquel despacho. «Nos llamaron de Alcaldía y nos dijeron que teníamos que cerrar las terrazas de Plaza Mayor». La suya, la primera: estuvo despidiendo personalmente a los clientes. «La última fue una señora mayor francesa que no entendía nada, insistía en que estaba de vacaciones; le dijimos que se fuera al hotel y se encerrara allí».Desde ese día, «cada mañana la empezaba abriendo el excel, el extracto del banco y el BOE», porque las novedades estaban a la orden del día. Negociar los Ertes, retrasar los pagos a proveedores, suspender los pedidos en marcha… «todo para que los números rojos llegaran cuanto más tarde mejor». Atendieron desde su asociación cientos de llamadas de hosteleros desesperados. Y en lo personal, «me cogía la bici y me acercaba a la Plaza Mayor a ver si seguían funcionando las cámaras, si todo estaba bien». Y a llevarse a casa los productos frescos antes de que se estropearan. «Comimos ensaladilla 20 días seguidos», recuerda.Recuerda aún emocionada los primeros días que pudieron abrir, «a partir del 25 de mayo: bajaban las parejas de señores mayores y te decían: ‘me da igual lo que me ponga, sólo quiero que me de el aire’». Cree que las medidas de apertura progresiva «salvaron el sector». Cinco años después, cree que han cambiado algunas cosas: «Todos queremos conciliar más, se hace más tardeo y se cierra antes por la noche». Los espacios de interior se han recuperado, y las terrazas son imprescindibles. «Pero lo que no han vuelto aún son las barras multitudinarias».Pedro Casablanc: «Daba pena el público con mascarillas»«Al niño le cerraron el cole, así que decidimos irnos de Madrid a nuestra casa en Alicante», recuerda Pedro Casablanc. La suerte llamó a su puerta coincidiendo con esa fecha: «Tenía, gracias a Javier Bardem, un proyecto de serie que producía Steven Spielberg; para una vez que me llama Spielberg, llega la pandemia». De todos modos, lo de Alicante tampoco salió: «Mi representante me dijo que tenía que ir a México a terminar un rodaje; cogí un avión y me fui, pero al llegar allí, cerraron todas las fronteras y se suspendió la serie». Terminó volviendo. De cuando Madrid volvió a abrir los teatros, la imagen que le viene a la cabeza es «la de las mascarillas en el teatro, y dos sillas entre cada espectador. Daba mucha pena, porque no sabías si se estaban riendo o emocionando».Ginés García Millán: «Me impactaba viajar en aviones casi vacíos»La orden de confinamiento le pilló muy lejos, «en México rodando; de hecho, no pude volver en aquel momento». Con la sensación de «estar muy lejos, no saber cuándo iba a volver y que estaba solo». Cuando por fin regresó, «todo era un poco distópico: quedaba con mi hija en el supermercado, haciendo la compra, para poder vernos». Lo que más le impactó fue «ese viaje de vuelta, con aviones prácticamente vacíos, y los aeropuertos igual». psicológicamente, cree que «no lo hemos superado; hay cosas que se nos han quedado para bien, y otras para mal».Luis gil: «Fue un frenazo en seco para el crecimiento»«A mi me pilló en un momento de bastante impacto, mudándome de casa», rememora Luis Gil, director general de la Federación de Cines de España. En su sector, el confinamiento cayó como una bomba: «Supuso un frenazo en seco para el crecimiento que se había venido produciendo; en 2019, teníamos la mejor cifra de la década». Hoy, el sector sigue un 20 por ciento por debajo de los datos prepandemia. Cuando se empezó a descongelar la situación, «Madrid tuvo una apuesta clara por recuperar la actividad: se nos permitió abrir con restricciones». Cinco años después, lo que ha notado sobre todo es un cambio de hábitos: «Se ha acelerado la llegada e implantación de las plataformas, la pandemia las aceleró de manera extrema».Jesús Cimarro: «Una segunda función los sábados se metía en el toque de queda»El día antes de decretarse el estado de emergencia, ya habían decidido cerrar los teatros, indica Cimarro. «A partir de ahí, fue un trabajo ímprobo con los ministerios de Cultura, Hacienda, Sanidad, con el Gobierno regional, con el Ayuntamiento…» Primero, cierre de 15 días. Después, otros 15. «Cuando comprobamos que iba para largo, hubo que hacer muchos protocolos para la apertura de teatros, y para conseguir ayudas y Ertes». La prioridad fue la seguridad de espectadores, actores y técnicos: «Llegó la distancia, el gel hidroalcohólico, las alfombras desinfectantes, los test…». Todo era nuevo, y problemático: «Una segunda función los sábados, por ejemplo, se metía en el toque de queda. Nos admitieron que la entrada sirviera de salvoconducto». Madrid, destaca, «fue de las pocas ciudades del mundo que mantuvo los teatros abiertos», algo por lo que le preguntaban «en videoconferencias desde Argentina, Chile, Estados Unidos…». Cimarro coincide en detectar un cambio de hábitos: «sobre todo los horarios, que se adelantaron entonces y ya se han mantenido». Y otra novedad: «Un público que no era habitual en estos espectáculos y ahora se ha incorporado, los de 20 a 40 años».
Fuente ABC