Por Dr. Jorge Corrado* Especial Total News Agency-TNA
“La oscuridad nos envuelve a todos, pero mientras el sabio tropieza con alguna pared, el ignorante permanece tranquilo, en el centro de la estancia.” Anatole France
A través de la serie de notas que venimos publicando, tratamos de describir y analizar las causas profundas de la situación de violencia generalizada que vive nuestro país y que se traduce en un constante y progresivo baño de sangre en las calles. El conflicto no distingue estamentos o clases sociales. Abarca a la sociedad en su conjunto. Los dramáticos efectos son vivenciados por la población, pero no así sus causas. Estas son ocultadas deliberadamente por nuestra corporación dirigente que, como dice el epígrafe, permanece en la más absoluta oscuridad, “en el centro de la estancia”.
La pregunta clave es: ¿Por qué el conflicto argentino irresuelto ha desembocado en una espiral de violencia que ingresa al umbral del concepto de guerra civil?
Trataremos de responder de la forma más sintética posible. El conflicto es inherente a la naturaleza humana de las sociedades, como lo es también a todo ser vivo. No así la violencia, siendo la guerra su manifestación extrema. Consecuentemente, el conflicto no necesariamente debe desembocar en violencia física, verbal o psicológica.
El potencial para el desarrollo de la violencia está en el hombre, existiendo condicionantes que energizan ese potencial. Una vez detectado el conflicto y habiendo fracasado su prevención, éste debe abordarse de inmediato, con ideas y acciones que puedan canalizarlo hacia una solución no violenta que retenga la negociación en el ámbito razonable de los medios pacíficos. Esta es la función esencial del “Sistema Político”. Pero para que ello funcione, es imprescindible contar con ese “Sistema político” y percibir correctamente el “origen y la naturaleza intrínseca del conflicto” a resolver.
Carecemos actualmente de ambas condiciones.
Todo conflicto tiene su propio ciclo de vida, como los seres vivos. Aparece en la sociedad, crece y alcanza un máximo nivel de tensión. Luego declina, desaparece y a veces, vuelve a reaparecer. Las pugnas surgen cuando uno o varios objetivos son incompatibles y mutuamente excluyentes, entre dos o más actores, ya sean grupos sociales o Estados.
Cuanto más elementales o básicos sean los ideales e intereses en conflicto, mayor será la frustración de las partes, si éstos no son alcanzados. La frustración puede conducir a la agresión violenta que puede manifestarse desde una actitud de odio, hasta el escalamiento a la acción directa, en un intento regularmente ilegítimo e ilegal por alcanzar los objetivos.
La violencia, como lo expresamos en trabajos anteriores, es un disvalor cultural que pretende, por vías irregulares, lesionar o dañar espiritual o materialmente al “enemigo”. Cuando surge, origina una espiral de sangre. Una especie dialéctica inspirada por la agresión, la defensa y la venganza. Este ciclo puede convertirse en un metaconflicto o en una verdadera metástasis, por utilizar una terminología médica. Por esa vía inconducente e irrazonable, se extiende más allá de los objetivos primarios que había que lograr, preservar o destruir.
Alcanzamos así un concepto básico: cuando el conflicto no es capaz de solucionarse pacíficamente o al menos transformarse en un conflicto “de convergencia” o “coincidencia mínima”, es muy probable que genere una espiral de violencia. Antes de que se manifieste en las calles, ésta se encuentra oculta, constreñida, potencial. Es una capacidad ínsita en la sociedad. Una vez desatada, incontrolada, comienza un ciclo o proceso de destrucción, tanto espiritual cuanto material.
En ese momento la Política, como inteligencia del Estado, habrá fracasado. El proceso de subversión cultural iniciado en 1984 hoy florece en el caos de la desintegración.
Para comprenderlo, no debemos caer en el error de confundir violencia con conflicto.
La violencia es una conducta y puede observarse con nuestros sentidos en su consecuencia de muerte y destrucción.
El conflicto es una construcción conceptual, abstracta. No se ve, se percibe.
Nuestra profunda crisis histórica, con epicentro en el Sistema Socio-Político, nos ha llevado al conflicto permanente y a la violencia generalizada, en acto o hibernada. La incultura dirigencial, con origen primario en nuestras universidades vaciadas de ciencia e ideologizadas, ha impedido ver a la violencia o percibir al conflicto permanente.
Esa incapacidad confunde causas con efectos, ideología con política, seguridad con represión, violencia con fuerza, libertad con anarquía, orden con autoritarismo, Cultura con Civilización…Y la confusión es la madre de la decadencia.!! Y ese es el objetivo central de la maniobra estratégica de subversión cultural. Acelerar la grieta, vaciar de valores a la comunidad y destruir los cimientos sociales a fin de manejar a voluntad las masas carentes de principios. Camino liberado para la corrupción, el narcotráfico y demás variantes del crimen organizado.
La falta de desarrollo cultural-político en nuestra corporación dirigencial, provoca la creencia ilusoria de que los conflictos se comienzan a resolver cuando aparece la violencia. Este despropósito es la antítesis del concepto de Defensa. Defensa es previsión y disuasión. Esa es la paradoja de la guerra: se prevé y planifica para que no llegue. Nadie más peligroso para perder la administración de la Paz, que el pacifista ignorante o ideologizado. Es aún más peligroso que el “loco de la guerra”.
La actual legislación de Defensa está fundada en ese despropósito. La seguridad pública se orientó en los últimos años en el “garantismo”, en favorecer a la violencia en desmedro de la fuerza monopólica del Estado. Los Ministros de Inseguridad e Injusticia, se eligieron por pensar de ese modo, violando además el requisito constitucional de la IDONEIDAD. Y ésta es la contundente prueba de lo afirmado. La situación que nos enluta es la validación de nuestra afirmación.
La administración de La Paz es el valor central y permanente del Estado. La tarea de ganar y consolidar la Paz es a destajo. El momento de aflojar es nunca. Como en la actitud frente a las enfermedades, no hay límite en la prevención ni en la rehabilitación.
Nuestra dirigencia política, frente a éste tema central -principal responsabilidad del Estado- y de cara a su electorado, ha defeccionado. El muro psico-político construido durante los últimos 40 años la ha paralizado. Es “políticamente incorrecto” tratar la actualización conceptual y orgánica de la Seguridad Nacional. La legislación que la rige fue desarrollada por los simpatizantes y herederos de las organizaciones terroristas-revolucionarias domésticas, en tiempo de la Guerra Fría. Con ellas lograron extrañar a las FFAA de sus misiones constitucionales y así pudieron avanzar contra nuestra cultura, nuestra educación, nuestra economía y alcanzaron laactual “grieta” social -la lucha de clases-, a un precio escandaloso de inseguridad, indefensión, muertes diarias de inocentes, corrupción institucional y conflicto social. Nos han llevado al borde del “Estado fallido”.
Lo que en verdad ha ocurrido es que el terrorismo revolucionario de los ’60 y ´70 ha mutado desde sus formulaciones estalinistas a las gramscianas, creando “falacias” encubridoras para que las mayorías de clase media “llegaran al neo-comunismo (progresismo), sin saberlo”. Hasta ahora el cambio de vía ha tenido un relativo éxito. Prueba reciente: la elección del nuevo presidente en 2023.
La esperanza de lograr la Paz y el progreso está en nuestras manos.
Retomemos los valores centrales de nuestra antigua cultura y dejemos de lado los cuestionamientos inconducentes. Hacer Gran Política es construir, no destruir, es amar, no odiar Aportemos cada uno de nosotros, desde nuestro ámbito de vida, la cuota de valor y patriotismo que nuestros padres y próceres nos han regalado como ejemplo. Tengamos el coraje de ingresar al mundo, de competir y de ser libres. Tengamos el coraje de ingresar a la “civilización del conocimiento”, que pareciera hecha a la medida de los argentinos.
Como dijo R. Tagore:“Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas”
*El Dr. Jorge Corrado es abogado (UBA), director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, Profesor Titular de Estrategia y Geopolítica de la Universidad Católica de La Plata, y del Campus Internacional para la Seguridad y la Defensa, Sevilla, España.