Justo en la víspera de partidos que serán decisivos, Miguel Ángel viene activo: viene de dos al hilo y ejerce presión en un River inofensivo. Pero para tenerlo, el Muñeco debería alterar el manual.
De nuevo, el dilema. De nueve, ¿quién? Marcelo Gallardo está en una disyuntiva: o asume el riesgo de seguir haciendo zapping en ataque -o sea, dilatando la sinergia entre los intérpretes- o admite que la configuración que más lo convence desde la circulación no le está resultando para nada productiva a nivel goles.
Y esto, en un contexto en el que su #9 sí la mete. Porque aun sin la constancia de otras épocas, Miguel Borja pegó los dos últimos gritos de un River que sigue lejos de promediar el gol por partido en 2025. Y al que se le avecinan cruces cada vez más decisivos: los playoffs del Apertura a los que está por avanzar, los de la Libertadores y los del no tan lejano Mundial de Clubes.
De ahí la encrucijada de Gallardo. Un entrenador que necesita tener todo junto(funcionamiento y efectividad) incluso cuando sabe que es muy complicado hacerlo con Borja en el equipo. Porque ni el biotipo del colombiano ni sus características parecen compatibles con el manual de estilo que ha empezado a regir en River en la victoria ante Universitario, en Lima.
El cabezazo del gol de Borja ante Talleres (Maxi Failla).
Una búsqueda que prioriza reunir en cancha a futbolistas con despliegue y técnica (Sebastián Driussi, Franco Mastantuono, Maxi Meza, Kevin Castaño, Facundo Colidio) para generar espacios desde el pase y la movilidad. Una horma que ha identificado a varios equipos del primer ciclo del Muñeco pero en la que al Colibrí, al menos hasta esta víspera de Pascuas, le ha costado mucho encajar.
Ahora bien: es tan cierto que aquel estilo resultó durante la era MG1 como que en esta irregular secuela, al modelo le está costando asimilar. Tanto que de intentar hacerlo, por momentos River cae en la desesperación de quien no encuentra el control remoto: busca por todos lados, no lo halla y la ansiedad se retroalimenta, el enojo potencia los errores -y al mismo tiempo- agota los stocks de confianza.
La oferta de Borja desde el banco
Borja, en esa coyuntura, al menos tiene cierto grado de olfato para levantar el almohadón y encontrar el bendito gol.
Aunque ese don se le viene activando con mayor frecuencia cuando entra desde el banco, sin la frustración de quien buscó más de lo que encontró y ya se resignó a ver series en el celular: en 2025 convirtió tres de sus cuatro goles en esos siete partidos que arrancó como suplente; el restante, en el 1-1 ante Sarmiento, cuando cortó su sequía más prolongada en el club (571 minutos).
Tanto es así que incluso cuando la tendencia marca que Borja ha sido más efectivo desde el arranque -44 goles en 77 partidos como titular en River-, con sus 14 gritos en 50 suplencias ya es con Matías Suárez el segundo futbolista que más veces marcó en esa condición en la historia de River detrás de Ramón Ángel Díaz (17).
La competencia de Borja
Por lo pronto, su sitio parece estar en boxes. Aunque si el gol sigue remolón, Gallardo entonces deberá replantearse si llegado el caso no es pertinente reacondicionar a River. Y, de esa manera, adecuarlo al delantero que, hasta con vaivenes y siendo resistido, parece el mejor aspectado en relación a sus competidores.
Un Driussi que no se siente cómodo en el rol de referencia, sólo ha pateado cuatro veces al arco en 687 minutos y no convirtió -de hecho, falló un penal ante Barcelona de Guayaquil- y un Colidio que si bien marcó tres en lo que va de la temporada, dos de ellos fueron en el mismo partido (Independiente, 2-0).
El brete está merodeando en la cabeza de un entrenador que en las próximas horas definirá si insistirá al menos una vez más con su masterplan mañana desde las 15 en el Bosque o empiez a apretar los botones de los revulsivos en la búsqueda del clic que tanto se espera.
Si se llegara a inclinar por restituirle la titularidad a Borja, el Muñeco a su vez podría reacomodar al equipo, prescindiendo del 4-3-3 y configurando un 4-2-3-1 que incluya a Driussi y acaso prescinda de un volante para abastecer mejor al colombiano y que salga definitivamente el gol.
Ahí está la cuestión.
De eso se trata el dilema. Que no es nuevo, es cierto. Pero sí es nueve.
Fuente OLE