Raquel Díaz Herreros
Así, la que una vez fue una proeza de la ingeniería soviética se convierte hoy en un símbolo de resistencia y decadencia a partes iguales, una ciudad que literalmente se hunde bajo su propio peso.
En las profundidades del Mar Caspio, a más de 50 kilómetros de la costa de Azerbaiyán, se alza —o más bien se derrumba— una ciudad que alguna vez fue emblema del ingenio humano y de la ambición industrial soviética. Se trata de Neft Daşları, conocida como la “Atlántida Soviética”, una colosal ciudad petrolera flotante construida en 1949 bajo las órdenes de Stalin.
Neft Daşları: la Atlántida soviética del petróleo
Hoy, tras más de siete décadas, esta urbe marítima se descompone lentamente, erosionada por la sal, el abandono y la inercia de un pasado que se niega a desaparecer. En su época dorada, Neft Daşları albergó hasta 5.000 trabajadores.
Sus cifras impresionan: 2.000 pozos petroleros, más de 160 kilómetros de pasarelas elevadas, decenas de kilómetros de oleoductos y una infraestructura urbana completa que incluía viviendas, un hospital, un campo de fútbol, tiendas, e incluso un cine.
Construida sobre los restos de buques hundidos, esta ciudad industrial flotaba como un espejismo en medio del mar, extendiéndose como un organismo vivo sobre la superficie del Caspio. Pero como toda proeza soviética nacida del gigantismo ideológico, su mantenimiento exigía recursos titánicos. Con el colapso de la Unión Soviética, el financiamiento se evaporó y comenzó el lento deterioro. A día de hoy, solo un pequeño segmento de su infraestructura sigue en uso, mientras el resto se desmorona como un fósil oxidado de una era ya extinta.
Entre el símbolo y el fósil
De los más de 160 kilómetros de puentes que conectaban sus módulos, apenas quedan en uso una treintena. Paradójicamente, Neft Daşları sigue operativa. La compañía estatal SOCAR mantiene unas 2.500 personas trabajando en la plataforma, extrayendo petróleo de un yacimiento que aún conserva cerca de 30 millones de toneladas por extraer.

Azerbaiyán, cuya economía ha resurgido en las últimas décadas como productor clave de gas y crudo, considera que esta reliquia flotante aún tiene valor estratégico. Aunque cada año que pasa es más difícil justificar su supervivencia técnica y ecológica.
Como si de una Atlántida moderna se tratara, Neft Daşları no solo nos habla del auge del petróleo y del poder geopolítico del siglo XX, sino también del olvido y de la memoria que se deshace, lentamente, en el horizonte del mar Caspio.
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