Por Ricardo Raúl Benedetti
La representación política, ese engranaje esencial de la maquinaria republicana, ya no hace ruido. No porque haya dejado de funcionar, sino porque fue silenciada por otra lógica, más veloz, más ruidosa, más cruel. Las redes sociales —esa plaza infinita sin reglas ni responsabilidad— simulan horizontalidad mientras dinamitan el puente entre pueblo y poder.
Hoy el ciudadano no necesita pasar por el intermediario: le grita al Presidente, a los legisladores oficialistas u opositores, o a cualquier funcionario desde su celular. La cuenta de X reemplaza al recinto; el tuit viral, al proyecto de ley. El algoritmo, a veces, tiene más poder que una banca. Y ese poder, como todo poder sin control, no busca deliberar: busca imponer.
La suma de likes y retuits se ha transformado en un nuevo polo de presión política, un termómetro emocional que marca la agenda en tiempo real. Pero no valida la verdad: valida el relato. Y ahí, amigo lector, se abre la puerta más peligrosa. Porque este escenario sin filtros lo aprovechan aquellos que saben que no hace falta tener razón para ganar, sino volumen. Los que reemplazan la evidencia con épica, el argumento con gritos, y la política con furia.
Pasamos de la cultura de la cancelación a una aún más tóxica: la de la provocación irracional. Ya no se cancela para castigar ideas, se provoca para matarlas. No para confrontarlas ni debatirlas, sino para silenciarlas a fuerza de ruido. No se discute para convencer, se grita para desaparecer al otro. Y en esa cloaca emocional, los populistas nadan como peces en el agua. Los que no quieren construir poder, sino ocuparlo. Los que no quieren convencerte, sino usarte.
«Ya no se marcha al Congreso: se viraliza un tuit. La democracia no se rompe en un golpe, se disuelve en likes. Y cuando la provocación mata el debate, el poder lo ocupan los que no tienen ideas, pero sí el micrófono. Esto fue Periodismo Sin Aplausos.»
No se trata de renegar de la tecnología, sino de entender su efecto corrosivo cuando no hay instituciones fuertes que sobrevivan a los relatos de las redes sociales. Si la política se vuelve una guerra de emojis y hashtags, el sistema republicano no se reforma: se derrumba. Y lo reemplaza algo peor. Más visceral. Más autoritario.
La República no está en crisis por falta de participación, sino por exceso de inmediatez. El puente entre pueblo y poder no fue dinamitado: lo dejamos de cruzar.
Ricardo Raúl Benedetti es director de Ricardo Raúl Benedetti.com