
La Libertad Avanza toma impulso después de dejar los ánimos de PRO por el piso luego de celebrarse las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, distrito amarillo por definición.
Parece que el método confrontativo y directo del presidente Javier Milei cosechó buenos resultados. Polarizar con el PRO fue, en esencia, una buena estrategia para arrebatarle el bastión a Mauricio Macri.
Lo hizo a fuerza de un discurso anti casta, anti kirchneristas, anti zurdos y anti ñoños republicanos, confrontando con los medios de comunicación y demostrando que en general, una significativa parte de la sociedad apoya un cambio profundo de las políticas.
Lo cierto que el vocero presidencial Manuel Adorni llegó sin mérito, solo colgado de la figura del presidente a través del slogan “Adorni es Milei” y siendo el único de los candidatos en no presentar una sola propuesta durante su campaña electoral.
Es casi lo mismo que hizo Javier Milei durante su breve paso por la Cámara de Diputados que terminó catapultándolo a la Presidencia de la Nación. No presentó un solo proyecto y a duras penas participó de los debates parlamentarios. Casi nada. Aún así ganó la contienda electoral.
Ese es el valor del discurso. La marca LLA en terreno porteño hoy no vale más que eso. Pero no es poco y ello se expone por el apoyo ciudadano que recibió el candidato libertario en las urnas.
También exhibió el hartazgo de lo políticamente correcto al que acostumbra la política. Molestan las formas, pero aún más el fondo, y ello explica el rechazo a otras propuestas no peronistas que quedaron rezagadas a un tercer y cuarto lugar.
El discurso es la potencia de este Gobierno, es el combustible. Es el aire que se necesita para poder aventajar al resto de las fuerzas, más reacias a reaccionar de forma descontrolada y falsamente improvisada.
Es la confrontación directa con el resto de la política tradicional que observa con preocupación puntuales declaraciones y juegos en redes sociales que al fin y al cabo son eso, juegos de seguidores mileistas que explotan X con el mismo discurso oficial.
Muchos no lo entenderán, ni siquiera los más experimentados políticos, pero el discurso es lo que a fin de cuentas le llega al votante que, harto de los debates y los tecnisismos que muchas veces se dificultan entender, prefieren avalar a aquel que sea directo, sin medir el impacto de lo que dice.
La política tradicional, la de los buenos modales, hoy está en desventaja. Parece en parte haberse agotado la necesidad de consenso. Lo que vale ahora es la confrontación… en el discurso. Ya ni siquiera los hechos.
Sin embargo, es un arma de doble filo. Los sloganes, por defecto, tienen fecha de caducidad y siéndole funcional durante las legislativas de este año, el Gobierno podría tener que cambiar de estrategia de cara al 2027.
Se verá obligado, entonces, a mostrar logros y avances concretos en caso de que Milei quiera ser reelecto y Adorni quiera quedarse con la Ciudad de Buenos Aires. El sueño que ambos adelantaron.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today