San Pablo, 30 de mayo de 2025 – Total News Agency -TNA–La visita a Brasil de Ali Abbasi, director de la Universidad iraní Al-Mustafa —institución sancionada por Estados Unidos y Canadá por su vínculo con grupos armados chiítas— ha encendido las alarmas sobre el avance de la influencia iraní en América Latina, en particular por la expansión de Hezbollah, el brazo armado proiraní, en sectores educativos y económicos brasileños.
Abbasi llegó al país en paralelo a una reunión diplomática entre el asesor internacional del presidente Lula da Silva, Celso Amorim, y el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, Ali Akbar Ahmadian, celebrada en Moscú durante una cumbre internacional sobre seguridad. Aunque no se revelaron detalles del encuentro, el contexto geopolítico sugiere un acercamiento estratégico entre ambos países, reforzado por gestos simbólicos como la reciente visita del canciller brasileño Mauro Vieira a la embajada iraní en Brasilia para homenajear al fallecido presidente Ebrahim Raisi, figura controvertida por su historial represivo.
La Universidad Al-Mustafa, con presencia en Colombia, Venezuela, Cuba y ahora Brasil, es señalada por el Departamento del Tesoro de EE.UU. como una estructura de reclutamiento para la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. En Brasil, colabora con el Instituto Salam y mantiene vínculos con figuras como Mohsen Rabbani, acusado de planear los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA en Argentina en los años 90.
La creciente presencia iraní coincide con la reactivación de investigaciones sobre Hezbollah en la región. La embajada de Estados Unidos en Brasilia anunció recientemente una recompensa de hasta 10 millones de dólares por información sobre las redes financieras del grupo en la Triple Frontera (Brasil, Paraguay, Argentina), donde se presume que opera mediante lavado de dinero, narcotráfico y contrabando. Washington advierte que estas redes también se camuflan en actividades comerciales legales como la construcción y el comercio de bienes raíces.
En noviembre de 2023, la Policía Federal brasileña desmanteló una célula vinculada a Hezbollah que planeaba atentados contra objetivos israelíes. Los principales sospechosos, Mohamad Khir Abdulmajid y Haissam Houssim Diab, continúan prófugos y son buscados por Interpol. Las pesquisas revelaron que la red operaba con apoyo financiero del Centro Cultural Islámico Benéfico de Brasilia y utilizaba pequeños comercios como estancos para canalizar fondos.
Pese a no estar formalmente declarado como grupo terrorista en Brasil, Hezbollah podría ser alcanzado por la legislación antiterrorista vigente desde 2016. Sin embargo, persiste una fuerte reticencia política a reconocer su presencia, lo que, según analistas, alimenta la impunidad y la expansión de sus actividades.
La situación también genera roces diplomáticos. Según reportó O Estado de São Paulo, la recompensa ofrecida por Estados Unidos no fue comunicada previamente al gobierno brasileño, lo que provocó molestia en sectores militares, que interpretaron la medida como una injerencia unilateral.
Mientras tanto, el grupo encuentra respaldo creciente en ciertos espacios académicos y militantes. Esta semana, un acto en la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ) incluyó la venta de banderas de Hezbollah y consignas antisionistas. El evento, organizado por el Instituto Brasil-Palestina (Ibraspal) y el periódico Nueva Democracia, promovió discursos que compararon al Estado de Israel con la Alemania nazi y exigieron romper relaciones diplomáticas.
En ese marco, también fue difundida una carta al presidente Lula, firmada por referentes culturales como Chico Buarque y Milton Hatoum, en la que se solicita el corte de vínculos con Israel. La misiva fue coordinada por la campaña internacional BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), denunciada por Israel y Alemania por presuntos lazos con organizaciones terroristas como Hamas y el Frente Popular para la Liberación de Palestina.
La expansión de Hezbollah en Brasil no solo plantea un riesgo geopolítico, sino también de seguridad interna. Recientes informes vinculan a la organización libanesa con grupos del crimen organizado local como el Primer Comando de la Capital (PCC), con quienes comparten rutas de narcotráfico y mecanismos de lavado de activos, incluso a través de criptomonedas.
En medio de este entramado, la región enfrenta un nuevo desafío: el creciente entrelazamiento entre terrorismo transnacional, redes criminales y apoyo ideológico desde espacios universitarios y políticos, que amenaza con instalar un frente de inestabilidad en el corazón de América del Sur.