Por Enrique Guillermo Avogadro
“La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento”.
Charles Darwin
En el mundo, un inventario inquietante de desquicios incluye la guerra de conquista de Rusia sobre Ucrania y su eventual extensión a los países vecinos, la campaña militar en la Franja de Gaza que excede ya la lucha. de Israel por su supervivencia, Irán y su programa nuclear, el acoso bélico de China a Taiwán, la creciente participación de la Ruta de la Seda en las infraestructuras del transporte de todo el planeta, la bomba que detonó Donald Trump con sus tarifas sobre la globalización, la inexplicable persecución gubernamental a las universidades de elite estadounidenses, y la progresiva deriva autoritaria que afecta a la democracia en todo el mundo que, creo, obedece a la percepción generalizada de la incapacidad de ésta de dar solución a los angustiantes problemas cotidianos. de las sociedades.
Trump, amén de complicar enormemente la economía de su propio país, ha fracasado en su anunciado propósito de poner fin, en las primeras 48 hs. de su Presidencia, a las guerras de Europa y Medio Oriente, algo que –según imaginaba– le permitiría alcanzar el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, tanto Benjamin Netanyahu cuanto Vladimir Putin lo han desairado y continúan con sus luctuosas ofensivas bélicas que, si bien pueden haber tenido éxito en el terreno militar, han convertido a Israel y a Rusia en parias porque ambos países perdieron la batalla por la opinión internacional, aterrada por las desoladoras imágenes de destrucción que ofrecen los territorios en cuestión, con decenas de millas de muertos y, en Gaza, con una provocada hambruna que puede leerse como un verdadero genocidio.
En Latinoamérica, los cárteles de drogas, asociados a los grandes clanes delictivos, se han transformado en narcoterroristas transnacionales y están produciendo grandes cambios políticos. Los productores de México, Colombia, Bolivia y Paraguay, en su búsqueda de rutas de exportación, con la colaboración del Cártel de los Soles venezolano (su nombre proviene de las charreteras de los generales que lo integran) y su brazo armado (el Tren de Aragua), del Primeiro Comando Capital y Comando Vermelho brasileños, ya tienen actividad permanente en Ecuador (hoy, el país más violento de Sudamérica), Perú, Chile y hasta en Argentina y Uruguay.
Lo más terrible es que, de alguna manera, la participación de potencias extranjeras en los conflictos locales puede llevar, en el marco de esta reedición de la guerra fría, a algo parecido al escenario vivido entre los 60’s y los 80’s. El papel que entonces asumió Rusia -a través de Cuba y Checoeslovaquia- en el armado, organización y financiación de las guerrillas terroristas que asolaron con sus crímenes a toda la región, hoy lo está ocupando Irán, que tiene grandes cabezas de playa en Venezuela y Bolivia. Y en esta última, la pelea a muerte entre Evo Morales y su delfín, el actual Presidente, Luis Arce Catacora, sumada a la atomización de la oposición y la crisis terminal de su economía, puede derivar en un conflicto armado que, de producirse, afectará a toda Sudamérica.
Nuestra macroeconomía sigue dando señales positivas, aún cuando algunos expertos todavía ven luces amarillas en el tablero, de la mano del regreso de la Argentina a los mercados voluntarios de crédito; la tranquilidad se refleja en el principal termómetro de nuestras viejas dolencias: la cotización del dólar blue , que hoy está por debajo del oficial y ha dejado de ser tema permanente de conversación. Ese éxito todavía no se percibe en el bolsillo de la gente ni en la reactivación de la actividad y los aprietes presupuestarios han llegado a puntos sumamente sensibles para la sociedad. El mejor ejemplo es la crisis del Hospital Infantil Garrahan; Si no se arribara a una solución rápida, el conflicto escalará y la protesta, que será masiva, se transformará en un fuerte dolor de cabeza para Javier Milei, porque será aprovechada por los habituales violentos, los mismos que protagonizan las marchas de jubilados de cada miércoles.
Como siempre digo, me felicito por haberlo votado en el ballotage, ya que ha logrado un sorprendentemente veloz triunfo en la peor rémora de la herencia que recibió de los Fernández², la macroeconomía. Y me parece que, con ello, ha conseguido, en sólo diecisiete meses, cambiar la mentalidad de gran parte de la ciudadanía, algo que surgió palmario en las recientes elecciones locales: aún en medio del durísimo ajuste, la mayoría confirmó su respaldo a la propuesta. Pero no estoy dispuesto a renunciar, y no lo haré, mi derecho a criticar las actitudes disonantes de la Casa Rosada, curiosamente muy parecidas a las que ejercieron los Kirchner, contra los cuales alcé mi voz (escrita en estas notas) durante veinte años.
La masiva reiteración de malas prácticas republicanas del Gobierno me preocupa inmensamente, toda vez que llevan al límite la institucionalidad, se proponen activar el espionaje político – el proyecto de instrucciones a la AFI denunciado por Hugo Alconada Mon, similar al Ministerio de Orientación del Pensamiento Nacional kirchnerista – y avanzan sobre la libertad de prensa con falsas imputaciones a periodistas críticos, aquelloslos que tienen la obligación profesional de informar a la sociedad acerca de las cosas que el poder quiere ocultar (un homenaje póstumo a Jorge Lanata, que denunció públicamente la ruta del dinero K, que llevó a la condena de Lázaro Báez y sus cómplices que confirmaron el miércoles la Corte) y, aún más grave, la inteligencia artificial hasta para influir sobre la libre elección democrática. En este punto, y pese a que apoyo a la gestión, me pregunto qué precio estamos dispuestos a pagar por la estabilización de la economía.