Hay tres elementos, todos interconectados, que concentran el interés del mundo económico en estas horas. Definen decisiones de inversión y de negocios en el corto y el mediano plazo.
En primer lugar, cuánto va a seguir desacelerándose la inflación en la carrera política hacia las elecciones. Tan importante como eso, si efectivamente se logra un acuerdo formal entre el Gobierno, el PRO y parte del radicalismo para enfrentar en PBA a Cristina Kirchner y Axel Kicillof. Finalmente, cómo se administrará el dilema de mantener un dólar barato que ayude a ganar en octubre sin poner en riesgo el nivel de reservas y el riesgo país, frente a los compromisos de deuda de este año y el próximo, combinado con una balanza comercial que se achica. Nada que le preocupe demasiado estas horas a Luis Caputo. Su estilo agresivo parece haberlo posicionado para integrar la lista de quienes podrían ascender a jefe de Gabinete, en caso de que Guillermo Francos se aleje de ese cargo para competir como candidato a senador.
Las idas y vueltas del secreto fiscal en Argentina: múltiples cambios en una década
El futuro político, si fuera por lo que declaran los protagonistas del Gobierno en radio y TV, luce tan sencillo como un reparto de globos. Todos juran en público que harán lo posible para ir juntos en la batalla contra el kirchnerismo en PBA. Pero si algo he aprendido en más de 30 años de este oficio, es que en general lo que declaran los políticos en los medios suele ser bastante contrario de lo que realmente planean concretar.
Claro que para que exista la unidad, debería existir generosidad, y esta cualidad no ha estado muy presente en la política argentina, sobre todo en las escuadras que venían a combatir al peronismo. Los herederos de Perón fueron siempre más generosos para unirse. Cristina, para volver en 2019, fue capaz de repartir el poder con quienes más la habían traicionado, Alberto Fernández y Sergio Massa.

Milei y Macri evalúan una alianza para las elecciones provinciales y nacionales 2025. Fuente: Archivo.
Distinto fue el caso de Mauricio Macri. Nunca quiso repartir el poder, y cuando ganó en las elecciones de 2017, los Marcos Peña de la vida que lo rodeaban le recomendaron acentuar esa estrategia personalista. No desperfilarse, no sumar ni peronistas ni radicales al Gobierno. Sólo rodearse de los propios, con la consigna de pintarse de amarillo o quedar afuera. Cuando llegaron las malas noticias y se agotó la luna de miel, todo terminó de la peor manera.
Conviene recordar esta experiencia, ya que en las buenas, siempre a los presidentes los rodean los Marcos Peña que les recomiendan y les aseguran que pueden solos, que no hace falta concretar alianzas ni frentes políticos. Se argumenta ahora que nunca vendrán tiempos oscuros, porque la economía está blindada por el ajuste fiscal. Se fogonea la garantía de un Milei eterno.
Se verá ahora si el presidente Milei comete o corrige el error del presidente Macri, que ahora le pide a su sucesor que haga lo que él no hizo cuando le tocó gobernar. En principio hay fechas decisivas: el 9 de julio se deben inscribir las alianzas para la elección provincial en Buenos Aires y el 19 de julio se conocerán quienes serán los candidatos. La lógica indica y anticipa el acuerdo para la disputa local de septiembre, ya que sería beneficioso para los violetas contar con el aparato y dominio que tienen amarillos, azules y colorados en el territorio bonaerense: aliados a los mileístas, Guillermo Montenegro en General Pueyrredón, por verse Miguel Ángel Lunghi en Tandil, Néstor Grindetti en Lanús, Joaquín de la Torre en San Miguel, Julio Zamora en el conurbano norte, Lalo Creuss en La Matanza. Casi seguro los Diegos ya fichados por el oficialismo, Santilli y Valenzuela que aún no sabe si su voluntad será tan respondida en las decisivas 1ra y 3ra sección electoral. Todo depende, aseguran, de la generosidad que disponga la Casa Rosada a través de Karina Milei y Santiago Caputo, cada uno con punteros propios para disputar la contienda: Sebastián Pareja por el karinismo vs Nahuel Sotello por el santiaguismo. Ya la familia Passaglia en San Nicolás avisó que juegan la propia.
Si el armado territorial para septiembre no resulta tan sencillo, es de imaginar lo complicado que se torna aventurar qué pasará con la elección que más importa a la economía, la nacional de octubre. Nadie se regala en política y si el Gobierno supone que podrá llevarse por delante a sus aliados sin repartir nada en las listas, surgirán boletas opositoras de radicales y amarillos heridos que pueden condicionar espacios decisivos para desteñir el triunfo contundente de Milei que le interesa en el mundo empresario.
El camino a octubre será seguramente más despejado para el Gobierno con el dólar barato y la consecuente inflación a la baja. Desde 1983 a la fecha, todos los mandatarios que atrasaron el tipo de cambio lograron así ganar las elecciones. La administración Milei cuenta con la ventaja de que el plan es más consistente que en el pasado por el gran trabajo y la convicción en el frente fiscal, con el cierre de la canilla de la emisión. Los economistas más serios del país advierten, sin embargo, que tampoco hay que exagerar. Tal como está diseñado el nuevo régimen cambiario, para mantener el dólar bajo se resigna un elemento clave para la tranquilidad financiera que es la acumulación de reservas, lo cual dificulta la caída del riesgo país por los compromisos de deuda que el país tiene, sobre todo después de las elecciones y todo 2026.
Todos dilemas que estos días le presentan al Gobierno los “Ricardos”, desde Darín con los precios caros, Arriazu con las reservas que no crecen, y López Murphy, preguntándose como muchos si es posible una Argentina que promueva la libertad económica en un clima político de creciente intolerancia, radicalización y confrontación de los funcionarios con quienes deberían ser sus aliados para enfrentar al populismo.
Fuente El Cronista