Washington, 7 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA-Un informe interno del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) reveló profundas preocupaciones dentro del aparato de inteligencia ruso respecto al avance estratégico y la actividad de espionaje de China en territorio ruso y en regiones históricamente consideradas de influencia moscovita, como Asia Central, el Lejano Oriente y el Ártico. El documento, de ocho páginas y clasificado como confidencial, fue obtenido por el grupo Ares Leaks y validado por seis agencias de inteligencia occidentales, que lo consideraron auténtico.
Pese al discurso oficial de una “asociación sin límites” entre Moscú y Beijing —afianzada tras la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022—, el contenido del documento contradice esa narrativa al reflejar un escenario de competencia encubierta entre ambas potencias. La directiva clasificada da cuenta de una relación marcada por la desconfianza, con advertencias expresas sobre el espionaje chino, intentos de reclutamiento de ciudadanos rusos, vigilancia tecnológica y temores a posibles reclamos territoriales.
Espionaje, vigilancia y control sobre contactos con China
Según el documento, el FSB detectó un aumento sostenido de la actividad de inteligencia china en territorio ruso, incluyendo intentos de reclutar funcionarios, periodistas, científicos y empresarios cercanos a círculos de poder en Moscú. Frente a esta amenaza, se puso en marcha un programa de contrainteligencia denominado “Entente-4”, aprobado apenas tres días antes del inicio de la ofensiva en Ucrania, un hecho que el propio informe vincula con la necesidad de proteger los flancos orientales del país mientras los recursos militares se concentraban en Europa del Este.
Entre las medidas dispuestas, el FSB ordenó a sus agentes interceptar cualquier filtración de información sensible hacia China y realizar reuniones personales con ciudadanos rusos que trabajen estrechamente con instituciones chinas. A estos se les debía advertir sobre los riesgos de compartir investigaciones científicas avanzadas o información estratégica. El memorando también instruye el monitoreo intensivo de la aplicación de mensajería WeChat, incluyendo el hackeo de teléfonos móviles y el análisis sistemático de los datos obtenidos mediante herramientas desarrolladas por el propio servicio.
Temores sobre reclamos territoriales en el Lejano Oriente ruso
Uno de los aspectos más sensibles del informe es la mención a posibles pretensiones territoriales chinas sobre la región del Lejano Oriente ruso. El FSB identifica campañas académicas y de divulgación impulsadas por instituciones chinas que buscan rastrear vestigios de antiguos asentamientos del imperio Qing en zonas como Vladivostok, anexionadas por Rusia en el siglo XIX mediante tratados aún cuestionados por sectores nacionalistas chinos. Además, el documento denuncia la difusión de mapas oficiales chinos que utilizan nombres históricos para territorios actualmente bajo soberanía rusa.
Como contramedida, los servicios de inteligencia ordenaron rastrear estas iniciativas, restringir el ingreso al país de académicos extranjeros que participen en ellas, y realizar tareas de “prevención activa” con ciudadanos rusos involucrados en investigaciones que pudieran ser utilizadas para respaldar reclamos de Beijing.
Avance chino en Asia Central y el Ártico
El documento también señala una “nueva estrategia” de poder blando desplegada por China en Asia Central, particularmente en Uzbekistán, mediante proyectos de intercambio cultural y humanitario. Esta expansión en lo que Rusia considera su “patio trasero” geopolítico preocupa al Kremlin, ya que podría debilitar su influencia histórica en la región.
En el Ártico, el FSB detectó maniobras chinas orientadas a insertarse en sectores estratégicos, como el desarrollo de infraestructura energética y el uso de rutas marítimas emergentes debido al deshielo. Beijing, sostiene el informe, estaría utilizando universidades y empresas mineras como tapaderas para obtener información sobre desarrollos rusos en la región, mientras que empresas estatales chinas han comenzado a reemplazar a socios occidentales en proyectos clave como los de la compañía gasífera Novatek.
Interés chino en tecnología militar rusa
El informe clasificado dedica un apartado a la creciente atención de Beijing hacia las capacidades militares rusas, en particular el uso de drones, el software de combate y el diseño de nuevas armas desarrolladas a partir del conflicto en Ucrania. De acuerdo con el FSB, representantes de institutos de defensa chinos han viajado a Rusia para estudiar estos desarrollos e intentar reclutar personal especializado.
El documento menciona expresamente el interés en conocimientos relacionados con la aviación militar, incluidos pilotos, especialistas en aerohidrodinámica y técnicos que trabajaron en el fallido proyecto soviético de ekranoplanes (aeronaves de despegue sobre el agua). Según el texto, la prioridad estaría puesta en captar ex empleados insatisfechos o en situación de vulnerabilidad económica.
Cautela institucional y riesgos bilaterales
A pesar de la dureza del diagnóstico, el informe instruye a los oficiales del FSB a actuar con extremo sigilo para evitar consecuencias negativas en la relación bilateral. Toda acción sensible, indica, deberá contar con aprobación expresa de los niveles más altos del aparato de seguridad ruso. La palabra “enemigo” nunca debe ser usada públicamente en relación a los servicios de inteligencia chinos, pese a que en privado se reconocen como una amenaza potencial.
La tensión expuesta por este documento contrasta con la relación entre los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, quienes han mantenido más de 40 encuentros y promueven una asociación estratégica basada en la complementariedad energética y tecnológica. Sin embargo, el informe del FSB deja en claro que dentro del sistema ruso —y especialmente entre sus agencias de seguridad— la visión sobre China es mucho más cautelosa, cuando no abiertamente desconfiada.
Perspectiva internacional
Analistas internacionales consideran que la filtración de este documento refuerza la idea de que, con una estrategia adecuada, Occidente podría debilitar el eje Moscú-Beijing. “No hay que rascar mucho en cualquier oficial militar o de inteligencia ruso para encontrar una profunda sospecha hacia China”, declaró Paul Kolbe, ex oficial de la CIA y experto del Belfer Center, al New York Times.
En esa línea, el documento del FSB también aborda la participación china en el suministro de drones a Rusia y su interés en colaborar con el grupo paramilitar Wagner, con el objetivo de adaptar su experiencia al desarrollo de fuerzas privadas chinas que operarían en África, Asia y América Latina.
A pesar del creciente protagonismo de Beijing en los asuntos globales y del discurso oficial de unidad con Moscú, el documento filtrado muestra que en el corazón del sistema de inteligencia ruso persiste una visión tradicional: China no es un socio incondicional, sino una potencia en ascenso cuya influencia debe ser vigilada de cerca.