Por Enrique Guillermo Avogadro
“La política tiene un solo objetivo: dar respuesta a los terrores humanos”.
Giuliano da Empoli
La humanidad lleva semanas conteniendo el aliento, aterrada porque se siente al borde de una hecatombe de imprevisibles consecuencias globales. El ataque preventivo que llevó adelante Israel contra Irán se encuentra en un punto crucial: para destruir las plantas de enriquecimiento de uranio que montaron los ayatolás en las profundidades de una montaña, requiere de armamento específico que sólo los Estados Unidos disponen. Si se duda de la legitimidad de esa acción, basta preguntarse cómo debía reaccionar ante un enemigo que ha jurado hacerlo desaparecer, exterminar a sus habitantes y está a nada (según la Agencia Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas) de obtener las bombas necesarias para hacerlo.
Si Donald Trump –que ya ha ordenado el desplazamiento de aviones cisterna y buques a la zona- autorizara su uso, comprometería a su país en una potencialmente expansiva guerra. Vladimir Putin desatiende los pedidos de sus aliados iraníes, que tanta ayuda le prestaron suministrando drones y misiles y transfiriendo la tecnología necesaria para su fabricación en Rusia para su invasión a Ucrania, pero nada garantiza que más tarde no se comprometa ante un cambio copernicano en el panorama geopolítico de la región, crucial por su importancia en los mercados petroleros y gasíferos mundiales. Y es probable que Corea del Norte y Pakistán, naciones que poseen armamento atómico, se involucren a favor de Irán. Por su parte, las milicias hutíes chiítas de Yemen parecen haber dejado de ser dependientes de los ayatolás y continúan sus agresiones a los buques que utilizan en el estrecho de Omán, por donde circula el 30% del comercio mundial, algo que preocupa mucho a China que, con Rusia (¡qué ironía!), piden desesperadamente la paz.
Si bien los altos mandos militares y de la Guardia Revolucionaria iraníes han sido asesinados quirúrgicamente por las fuerzas de defensa israelíes, y la infraestructura eléctrica e industrial ha sido dañada gravemente, el régimen teocrático ha conseguido asestar fuertes golpes a ciudades de Israel, impactando con misiles más rápidos y certeros sobre objetivos civiles y sanitarios, y puesto en cuestión la efectividad de la Cúpula de Hierro; Esto, paradójicamente, ha mejorado mucho la imagen interna de Benjamin Netanyahu y fortalecido su posición beligerante.
Al menos por ahora, la Argentina está lejos de esos escenarios tan intimidantes y vive sus propios problemas. Digo “por ahora” porque estamos firmemente aliados con Israel y, en Bolivia y la Triple Frontera y hasta dentro de nuestro territorio, está operando Hezbollah, la milicia chiíta que responde a Irán; Por si fuera poco, tenemos una base militar china en el sur.
Aquí, el Tribunal Oral Federal N° 2, encargado de la ejecución de las penas dictadas en la causa “Vialidad” confirmó la vigencia de aquella vieja frase de George Orwell (“ todos somos iguales pero algunos más iguales que otros” ), y tuvo conductas diametralmente distintas frente a Cristina Fernández ya los demás condenados. Mientras a ella le otorgó una inusualmente concesiva prisión domiciliaria, con permiso para alentar a sus fanáticos con grabaciones y salidas al balcón, envió al resto a la cárcel común, aunque algunos tienen bastante más que 70 años de edad.
Seguramente, pensó que era mejor evitar hechos de violencia callejera, y agradó al Gobierno, que sigue prefiriéndola como sparring, aunque las razones que dio –por ejemplo, garantizar su seguridad física– resultan contradictorias. Lo más curioso es que la autorizó a elegir, como lugar de cumplimiento, un domicilio en la ciudad de Buenos Aires, pese a que ha declarado como residencia oficial la de Río Gallegos, hecho que utilizó para percibir una suma sideral como prestación jubilatoria por desarraigo; pero parece no bastarle, y ha solicitado que le autoricen visitas sin límite. Todo esto, además de complicar enormemente la vida de sus vecinos, sometidos a la escandalosa presencia permanente de energúmenos que gritan, comen y defecan en la calle y, muchas veces, se comportan con violencia, está generando indignación en gran parte de la sociedad, que no entiende por qué sigue gozando de tantos privilegios excepcionales.
El miércoles, el aparato clientelista de La Cámpora, las organizaciones que intermediaban la asistencia social y algunos gremios kirchneristas probaron su capacidad de convocatoria y llenaron la Plaza de Mayo; el acto, organizado para intentar que la ex Presidente – y Vice de Alberto Fernández, aunque finja olvidarlo – recupere la centralidad, no se asombró tanto por la vocinglera concurrencia –unas cien mil personas– sino por las notorias ausencias de gobernadores, intendentes y dirigentes sindicales de la CGT.
Presumo que, a partir de ahora, la espuma bajará y la condenada jefa seguirá su ruta de inexorable decadencia política. Porque el peronismo, que no perdona las sucesivas derrotas electorales que la tuvieron como mariscala, ya la ha acompañado hasta la puerta del cementerio pero no se enterrá con ella.
Será, como siempre, un invierno interesante el que comienza hoy y, cuando llegue la primavera, las urnas de la Provincia de Buenos Aires dirán si hoy me equivoqué en esta presunción.