Buenos Aires, 7 de julio de 2025 – Total News Agency (TNA) –El Ministerio de Seguridad de la Nación, comandado por Patricia Bullrich, protagonizó un escándalo que roza lo absurdo. El supuesto golpe maestro contra el narcotráfico terminó con la detención de un jubilado de 62 años, Gustavo Alejandro Bruzzone, jubilado como martillero público, psiquiátrico crónico, medicado de por vida, y que vive en Haedo junto a su madre de 90 años. La prensa oficial lo presentó como uno de los narcos más peligrosos del país. La realidad lo ubica más cerca de una novela de humor negro que de un capo narco internacional.

La “inteligencia criminal” dependiente del Ministerio de Seguridad logró identificar a Bruzzone gracias a una orden de captura pendiente desde 2022 por una causa de tráfico internacional de cocaína. Pero al llegar a Tribunales, el presunto jefe narco no sabía de qué se lo acusaba, no tiene antecedentes penales, jamás viajó al exterior y su entorno más cercano es una enfermera y su madre nonagenaria.
Fuentes judiciales aseguran que Bruzzone “llora todos los días en su celda”, no puede entender su situación, y depende de un cóctel diario de psicofármacos para mantenerse estable. En la causa, no hay escuchas que lo vinculen con narcotraficantes, ni bienes sospechosos, ni comunicaciones cifradas, ni evidencia directa. Lo único que se sabe es que alguna vez fue mencionado por haber ofrecido terrenos en el pasado. Eso fue suficiente para la inteligencia criminal argentina.
La ministra Bullrich había celebrado con entusiasmo la detención como una muestra de eficiencia de su cartera. Pero lo cierto es que, mientras el narcotráfico real se sigue organizando desde cárceles y villas, el Estado terminó movilizando fuerzas de seguridad para detener a un hombre que, según informes médicos, no puede siquiera comprender el proceso judicial que enfrenta.
El juez Ernesto Kreplak, a cargo del caso y tambien responsable del “enredo”, aún no resolvió si lo mantendrá detenido o le otorgará prisión domiciliaria. La defensa presentó documentación médica y testimonios que demuestran su estado de salud y la total falta de vinculación con la banda investigada.
Este nuevo episodio deja en evidencia una falla estructural en el sistema de inteligencia criminal del Ministerio de Seguridad Nacional, que vuelve a confundir necesidades políticas con rigor investigativo. Si este es el estándar para identificar a los “meganarcos”, los verdaderos líderes del crimen organizado pueden dormir tranquilos.
Un operativo anunciado con sirenas y gacetillas terminó en papelón. La inteligencia criminal, una vez más, parece haber confundido a un enfermo con un jefe del cartel. ¿Ineptitud? Sea cual fuere la respuesta, la credibilidad del sistema vuelve a salir maltrecha.